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Cumbre de mínimos en La Moncloa
Columna
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La gallina y el cacareo

Josep Ramoneda

"España dista mucho de ser Grecia, pero debe sacar lecciones", ha dicho el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez. "Grecia está así por políticas como la de España", ha dicho Mariano Rajoy justo antes de ser recibido por el presidente Zapatero. No, no, España no es Grecia pero la comparación se va repitiendo. Es así como se construyen los discursos preformativos. Que Mariano Rajoy juegue a estas ambigüedades calculadas es lamentable pero entra dentro de la costumbre: en política hay gente que cree que hay que destruir al adversario aunque lo pague el país. Pero que el gobernador del Banco central se apunte a este discurso me parece altamente sospechoso. El mito de la independencia de estos cargos tan determinantes de las políticas económicas empieza a cansar. ¿Independientes de qué? Del poder político quizás sí, pero sumamente dependientes de los mercados. ¿Para quién trabaja Fernández Ordóñez?

Rajoy no quiere quedar atrapado si las cosas no van bien y la vanidad de Zapatero le impide aceptar ayudas

Vivimos estos días con la información monopolizada por este ente abstracto llamado mercados, como si, a estas alturas de la historia, la suerte de nuestras sociedades dependiera de unos extraños intérpretes del oráculo de los dioses. Los mercados atacan, los mercados condenan, los mercados designan, los mercados redimen. Desde luego un test para decidir nuestro nivel de civilización daría altamente negativo. Todos pendientes de una autoridad sin rostro: la mercadocracia.

En realidad, el mito de los mercados es la manera de salvar la responsabilidad de cada cual. Si la última palabra está en manos de un ente que se presenta como la suma de miles de decisiones de origen diverso nadie es responsable. Y, sin embargo, por mucho que se escondan, los actores de los mercados están por aquí, con grandes edificios corporativos que les identifican, tienen nombres y apellidos y, algunos de ellos, ejercen influencia determinante. ¿O no son actores de los mercados, por ejemplo, nuestros bancos y nuestras cajas? Parapetados detrás de los mercados todos eluden sus responsabilidades, que son bien concretas, por mucho que se trata de esconderlas. Ya está bien de poner los huevos en un lado y cacarear en otro. Ponen los huevos en los mercados y cacarean pidiendo la reforma laboral como mágica solución de todos los males. Es lo que hace, por ejemplo, el gobernador del Banco de España, en vez de predicar con el ejemplo, con sensatez y prudencia. Esta crisis viene acompañada de un terrible mensaje moral. Los que no cumplen ganan, los que cumplen tienen premio. Los bancos y los países que se arruinen serán rescatados. Los que han cumplido sus obligaciones tendrán que pagar por ellos. ¿No es esta una forma de incentivar la irresponsabilidad?

Naturalmente, a los mercados se les lee según y cómo conviene. Las señales que dio la caída de la Bolsa del martes eran significativas: la deuda privada de España preocupa mucho más que la pública. El gobernador del Banco de España debe tener alguna responsabilidad sobre ello. ¿O no depende de él el control de los riesgos asumidos por el sistema financiero español? Más responsabilidad y menos dramatismo.

Acuciados por las encuestas, por fin, Zapatero y Rajoy se reúnen. Pero de las encuestas sólo han leído la mitad, a juzgar por la actitud de cada uno de ellos. La ciudadanía quiere acuerdos de calado, ellos sólo guardan las apariencias. Zapatero no quiere que parezca que el PP le echa una mano para salir del atolladero y Rajoy no quiere que se pueda interpretar que está dispuesto a dar apoyo a la política del presidente. A Zapatero se le alivió el panorama, al anunciar la Unión Europea que España empezaría a crecer en la segunda parte del año. Tocados ante la opinión pública se resisten a aparecer como cómplices de las políticas a desarrollar. Rajoy no quiere quedar atrapado si las cosas no van bien y la vanidad de Zapatero le impide aceptar ayudas, cuando las necesita por todos lados. Finalmente, el acuerdo principal, la reforma de la Ley de Cajas en tres meses, abrirá nuevos frentes políticos y la crisis económica seguirá doblándose de crisis política.

Las Comunidades Autónomas, y especialmente Cataluña, verán en este acuerdo un intento de retirarles capacidad de regulación sobre las cajas de sus territorios. Y ganará enteros la idea de que se está preparando una reconducción regresiva del Estado autonómico. Me sorprendí cuando el PSOE acusó al conseller Castells de deslealtad por decir que entre el PSOE y Cataluña, el PSC debe escoger siempre Cataluña. PSOE y PP lo tienen claro: si han de escoger entre el partido y España, escogen el partido, con el argumento, por supuesto, de que el interés del partido es el interés de España.

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