Merkel marca el paso en Europa
La canciller alemana logra imponer los intereses de su país al abordar la crisis griega - La prensa aclama el cambio de paradigma de Berlín dentro de la UE
Frau Europa vuelve a ser Madame No. El enroque de Angela Merkel en la crisis griega ha descolocado el tablero europeo y ha suscitado un debate sobre el nuevo orden de sus piezas principales. Hace una semana, Merkel se impuso en la cumbre de Bruselas forzando un acuerdo que, aunque disfrazado de propuesta francoalemana, respondía punto por punto a los planes de la canciller federal.
En lo que el semanario Der Spiegel denomina "un cambio de paradigma" en la política europea de Alemania, la canciller presentó sin rebozo los intereses de su país en Bruselas, que incluyen la implicación del Fondo Monetario Internacional (FMI) en el potencial rescate griego y la introducción de nuevas sanciones a los países que vulneren el Pacto de Estabilidad. Se salió con la suya tras meses de fuertes tensiones.
El "europeísmo racional" de Merkel podría ayudar a una verdadera cohesión
Los críticos la acusan de anteponer intereses partidistas al proyecto europeo
Una ayuda a Grecia en metálico habría dañado la imagen del Gobierno
Algunos diputados temen que resurjan los sentimientos antieuropeos
Una semana antes, la jefa la Unión Demócrata Cristiana (CDU) había sorprendido a propios y a extraños proponiendo ante el Bundestag la posibilidad de expulsar del euro a quien no logre enderezar sus cuentas. La propuesta de Merkel no cuajó, pero ahora menudean las comparaciones -desfavorables- con el europeísmo de sus predecesores Helmut Kohl y Konrad Adenauer.
Otros echaron mano de referencias históricas diferentes. Los medios conservadores, con el sensacionalista e influyente diario Bild a la cabeza, aplaudieron el éxito de la euro-fighter Merkel. El jueves, día de la cumbre, el periódico le había dedicado un fotomontaje que la equiparaba con Bismarck: la cabeza de Merkel sobre los hombros acorazados del monumento al Canciller de Hierro en Hamburgo, bajo el titular "Nunca más los pagadores de Europa". Detrás de este patrioterismo asoma, sin embargo, la preocupación sobre el futuro papel de Alemania en la UE.
El diario Frankfurter Allgemeine Zeitung se preguntaba el lunes "cuán europeísta es Angela Merkel". El ex ministro de Exteriores verde Joschka Fischer ironizaba en el Süddeutsche Zeitung su respuesta: "Avergüéncese quien piense en las próximas elecciones". El 9 de mayo, una coalición de democristianos y liberales (FDP) análoga a la de Merkel se juega la reelección en Renania del Norte-Westfalia, el land alemán más poblado e industrializado. Muchos acusan a Merkel de anteponer intereses partidistas al proyecto europeo.
Las encuestas confirman que la actitud general de los alemanes ante el embrollo griego se parece mucho a la de Bild, de lectura diaria para millones de ellos. Durante décadas, las élites políticas defendieron la construcción europea como una necesidad ineludible. Los ciudadanos eran más mansos que entusiastas: es muy probable que, de haberse sometido a referéndum, Alemania habría rechazado tanto el euro como la integración de algunos países en la UE, sobre todo del Este.
Durante la crisis financiera griega se ha hablado más de las contribuciones a los fondos estructurales que de los enormes beneficios que la economía exportadora alemana ha obtenido de la Unión Monetaria y del libre tráfico de mercancías. El país que se enorgullecía hasta hace unos meses de ser "campeón mundial de las exportaciones" alcanzó este título gracias a sus ventajas estructurales respecto a sus vecinos y a años de implacable contención salarial.
Alemania obtiene la mayor parte de su superávit comercial en la zona euro. Debido a la Unión Monetaria, países como Grecia no pueden contrarrestar este desequilibrio devaluando su moneda. Theo Waigel, ministro de Hacienda en la era Kohl, reconoció la semana pasada que la moneda única impidió que la crisis económica golpeara Alemania con una mayor virulencia.
Tras los millonarios rescates bancarios de la crisis financiera, una ayuda en metálico a Grecia habría dañado la imagen del Gobierno, que en sus primeros 150 días ha experimentado ya considerables dificultades. Primero, con la salida de Franz Josef Jung de Trabajo por su política de información como ministro de Defensa cuando un oficial alemán provocó una matanza de civiles en Afganistán, el pasado septiembre. Después, con la polémica levantada por el líder liberal y ministro de Exteriores, Guido Westerwelle, al criticar las ayudas sociales alemanas.
La prometida reforma fiscal, el santasanctórum liberal, tropieza con la vocación de ahorro del ministro de Hacienda, Wolfgang Schäuble (CDU). Las encuestas castigan a los liberales, que del casi 15% obtenido en las generales de septiembre pasarían ahora al 8%. Según la misma encuesta, publicada el jueves, la coalición de Merkel se quedaría en un magro 43%. Así que la consigna es evitar enfrentamientos públicos entre los socios. Peligra Renania. Merkel se ha traído a casa un éxito europeo en el momento oportuno. A qué precio es otra cuestión.
Algunos analistas consideran que la canciller impuso su plan de primeros auxilios para Grecia para detener la especulación contra el euro sin violar la actual normativa europea que prohíbe a los Estados miembros asumir la deuda de un socio. El Süddeutsche Zeitung comparaba el sábado el "europeísmo sentimental" de Helmut Kohl con el "europeísmo racional" de Merkel. Si el primero, entusiasta, permitió el ingreso de Grecia en la UE pese a sus tretas contables para adaptarse a Maastricht, la frialdad de Merkel podría estar abriendo la puerta a una nueva política monetaria de verdadera cohesión y estabilización del euro. Der Spiegel, en cambio, recogía la preocupación de parlamentarios de la CDU en Bruselas por el posible abono de sentimientos antieuropeos latentes en Alemania.
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