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OPINIÓN
Columna
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La cólera de Aguirre

Esperanza Aguirre llamó esta semana a "la rebelión" contra la subida del impuesto al valor añadido (IVA) que entrará en vigor durante la segunda mitad de 2010. Pero la fogosa presidenta de la Comunidad y del PP madrileños no trata de emular a la Manolita Malasaña de 1808: esta vez la sangre de las majas y de los chisperos no llegará al Manzanares. La rebelión será "pacífica" (Aguirre dixit): el PP regional organizará actos de protesta y recogida de firmas para exigir la anulación de la subida.

Si las metas de la rebelión de Aguirre hubiesen sido realmente el impago beligerante del IVA por los contribuyentes y la huelga recaudatoria de la Administración autonómica (beneficiaria del 50% de los ingresos), no habría existido más solución que inaugurar el todavía inédito artículo 155 de la Constitución, ideado para el supuesto de que una comunidad "incumpla las obligaciones" establecidas por las leyes o actúe "de forma que atente gravemente contra al interés general". El retorcido procedimiento inventado por las autoridades autonómicas de hacer pagar el impuesto íntegro a los ciudadanos y devolverles luego la mitad de lo recaudado sería de tan difícil ejecución que resulta casi imposible adivinar la respuesta legal adecuada. Seguramente sorprendido por la maniobra de Esperanza Aguirre, que se adelantó con su iniciativa al resto del partido a fin de mantener intactas sus aspiraciones a la presidencia nacional del PP y del Gobierno, Rajoy se adhirió el jueves de forma atolondrada a ese irresponsable boicoteo a la subida del IVA.

La presidenta Aguirre declara bien de interés cultural la Fiesta de los Toros y llama a la rebelión contra el IVA

La chusca declaración por la Comunidad madrileña de las corridas de toros como bien de interés cultural es una respuesta extemporánea al debate del Parlamento catalán (interpretado paranoicamente como una maniobra contra la unidad estatal) sobre la celebración en su comunidad de espectáculos taurinos, prohibidos ya en Canarias, y a la polémica sobre las contradictorias emociones suscitadas por las corridas y sus ambivalentes efectos sobre la moral ciudadana ("me gustan los toros, pero no me gusta que me gusten", resumió Jorge Wagensberg ante los diputados). El patrioterismo esencialista disfrazado de constitucionalismo, el boicoteo a la Educación para la Ciudadanía, la persecución a las clínicas abortistas, la intolerancia hacia la crítica y la acusación de asesinato múltiple a los médicos del Severo Ochoa por administrar calmantes a los enfermos terminales son guiños ideológicos a la clientela de Aguirre.

También la abolición de impuestos tiene un lugar en el altarcito de estampas de la presidenta. El recordatorio republicano contra Obama de las protestas bostonianas de 1773 por el impuesto británico sobre el té (la chispa que encendió la mecha de la rebelión americana -nada pacífica- por la independencia) es un incentivo para que Esperanza Aguirre intente ahora ser una réplica de Sarah Palin en el camino hacia la presidencia.

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