Pecados veniales, pecados mortales
A estas alturas, nadie duda de que la actual crisis de la Iglesia católica en Occidente está ligada a los masivos casos de pederastia descubiertos, de Estados Unidos a Irlanda, Alemania, Holanda o Australia. El Papa ha declarado públicamente la guerra a los abusos, animando a sus obispos a denunciar a los culpables y a colaborar con la justicia.
En las últimas semanas, Ratzinger ha tenido que hacer lo mismo con la red de corrupción económica, moral y sexual descubierta por los jueces italianos en torno a la Protección Civil que ha salpicado de lleno al Vaticano.
El jueves, la Santa Sede expulsó del coro de la Capilla Julia de San Pedro a un cantor nigeriano, Thomas Ehiem, de 40 años, a quien los investigadores consideran jefe de una red de prostitución masculina integrada por jóvenes seminaristas e inmigrantes sin papeles que prestaban servicios sexuales a un influyente laico de la Familia Pontificia, Angelo Balducci.
Balducci, principal imputado en el caso de los millonarios contratos de la Protección Civil como presidente del Consejo de Obras Públicas del Gobierno de Berlusconi, es Gentilhombre del Papa desde 1995. Fue encarcelado el 10 de febrero acusado de corrupción continuada. Los jueces le acusan de haber amasado un patrimonio inmobiliario inmenso. Pero la Santa Sede no reaccionó. Nada más saberse que tenía aficiones homosexuales, ha sido despojado de su cargo honorífico. El mensaje lanzado por la jerarquía católica parece claro. Robar es pecado venial, la homosexualidad es pecado mortal.
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