"Vivimos en una perpetua adolescencia social"
Javier Marías es uno de esos autores que resulta menos airado en persona que por escrito. Decidido a no ser ni banal, ni previsible, ni políticamente correcto, sus artículos son piedras en el estanque del consenso y sus argumentos salpican a izquierda y derecha. Sin importarle quién pueda salir escaldado, el primero que se moja es él. Y si sus artículos en el El País Semanal dan una idea de su contundencia, la antología de textos Los villanos de la nación (Los libros del Lince) subraya su faceta de escritor comprometido en estos 84 textos aparecidos en periódicos y revistas entre 1985 y 2009.
Como hay un Marías cinéfilo (el recopilado en Donde todo ha sucedido, Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), autobiográfico (Aquella mitad de mi tiempo, Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores) y futbolero (Salvajes y sentimentales, Aguilar), hay también un Marías político. Sus reflexiones sobre las condiciones laborales, el referéndum de la OTAN, ETA, el GAL, Irak o la crisis económica no dejan lugar a dudas. ¿Por qué entonces esa imagen de autor volcado en la literatura? "Será porque procuro no sacar provecho. Hay intelectuales muy bien intencionados que, aunque crean en lo que hacen, también parecen decir: 'Vean cómo soy de solidario, de guay, de comprometido'. Cuando surge una cuestión polémica ya puedes prever quién y cómo va a pronunciarse. Salta lo de Aminetu Haidar y sabes quiénes van a hacerse la foto con ella. No digo que sean hipócritas, pero se les ve venir". Como articulista, dice, no es de una pieza: "Si algo me aburre como lector de periódicos es el columnista al que, sin leerlo, ya he leído".
En 'Los villanos de la nación' subraya su faceta de autor comprometido
Tampoco con eso que llaman sociedad civil se anda con paños calientes. Avisa de la invasión de dos arquetipos peligrosos: el quejica y el metomentodo. Los quejicas serían "individuos puerilizados que no asumen la responsabilidad de lo que hacen y siempre encuentran a otros a quienes echar la culpa de sus decisiones o indecisiones". Son, dice, los que se saltan la recomendación de no viajar a zonas de conflicto y, una vez que les pasa algo, le echan la culpa al Gobierno: "Está bien que se ayude a un ciudadano español si tiene un problema, pero que no exija. Aquí se exige y no se agradece. Estamos creando una sociedad de ingratos. La gente clama por su libertad, pero en cuanto se tuerce algo ya no es libre, sino alguien cuya responsabilidad se traslada a quien sea. Vivimos una perpetua adolescencia social". Los metomentodo serían los que "viven como policías en perpetua alerta, vigilando al prójimo para ver qué dice. Son los defensores a ultranza de lo políticamente correcto".
Para el novelista, la corrección política es una de las "grandes calamidades" de nuestro tiempo: "Las palabras que usa alguien son una información de primer orden para juzgar con quién nos las estamos viendo".
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