EE UU cree que ha llegado la hora de las sanciones
Gates pide unidad en la respuesta internacional a Teherán
El último desafío presentado ayer por Irán empuja al Gobierno de Estados Unidos hacia un camino que se ha resistido a tomar: el del enfrentamiento y la presión, primero de carácter diplomático. Destacados miembros de la Administración norteamericana coincidieron en que tras el anuncio del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, de que su país va a enriquecer uranio a más alta graduación, lo que significa que está más cerca de poder construir una bomba atómica, ha llegado el momento de que las principales naciones del mundo adopten fuertes sanciones económicas y políticas contra el régimen islámico.
La secretaria de Estado, Hillary Clinton, manifestó ayer que esta última medida de Teherán seguramente acabará de convencer a los países más dubitativos sobre el peligro que representa Irán y favorecerá la aprobación de medidas de castigo. "El resto del mundo ha empezado a ver a Irán tal y como es", declaró a la cadena CNN.
Washington planea que el Consejo de Seguridad decida antes de abril
El secretario de Defensa, Robert Gates, insistió en Roma en que las sanciones son ya la única vía posible, después de que el régimen de los ayatolás rechazase cualquier intento de negociación, y confió en que ese paso sirva para contener la amenaza nuclear. "Creo que si la comunidad internacional permanece unida, esas sanciones pueden tener resultados", sostuvo Gates.
Estados Unidos lleva meses tratando de construir una alianza sólida para conseguir la aprobación de sanciones consistentes en el Consejo de Seguridad de la ONU. Hoy esa posibilidad es mayor que nunca, pero todavía no es un hecho garantizado. China y, en menor medida, Rusia, consideran que las sanciones podrían producir más perjuicios que beneficios.
Washington cree, sin embargo, que esos dos países, miembros permanentes del Consejo de Seguridad, acabarán permitiendo las sanciones. Por lo que a Rusia respecta, altos miembros de su Gobierno han aceptado recientemente que las sanciones pueden ser inevitables teniendo en cuenta la conducta del régimen iraní. Por la parte de China, las más recientes intervenciones de su ministro de Relaciones Exteriores, Yang Jiechi, parecen situarse en contra de las medidas punitivas.
Pero la Administración estadounidense confía en que, cuando llegue la hora de votar en la ONU, Pekín, a lo sumo, se abstendrá. "China y Estados Unidos comparten sus intereses respecto a Irán", declaró Clinton. Aunque no hay aún fecha definitiva para tomar una decisión al respecto, Washington cree que ha llegado la hora de actuar con decisión y es posible que se den pasos significativos en las próximas semanas, con el propósito de votar en el Consejo de Seguridad no después de marzo.
Barack Obama se juega mucho en Irán. Fue con ese país con el que, de forma más llamativa, el presidente estadounidense puso en acción al comienzo de su mandato su política de diálogo con los enemigos. Esa apuesta dio resultados al comienzo, y a punto estuvo de obtenerse un acuerdo en las negociaciones de Ginebra en octubre para enriquecer el uranio iraní lejos de sus fronteras. Aquel intento fracasó después de múltiples propuestas contradictorias de parte de Teherán, y con él pareció fracasar también la política de mano tendida de Obama.
Probablemente aún hay tiempo para evitar acciones militares contra Irán, pero cada vez menos. Israel, que es el que más amenazado se siente por la posibilidad de que Irán tenga armas atómicas (con razón, porque Ahmadineyad vaticinó su destrucción), presiona constantemente a Washington para que frene al régimen iraní, con la advertencia de que, de lo contrario, lo frenará el propio Israel.
Obama va a empezar a sentir pronto, además, la presión de la opinión pública estadounidense, que en buena medida juzgará la política exterior de su Administración por la firmeza que la Casa Blanca manifieste frente a Irán. Así pues, esta crisis parece entrar en una fase de resolución. Washington no pierde la esperanza de que, amenazado como está desde dentro por su propia oposición y presionado desde fuera por la comunidad internacional, el Gobierno iraní acabe aceptando negociar su programa nuclear. Pero, si no es así, EE UU propondrá medidas económicas que intenten debilitar al régimen religioso y, en última instancia, buscará el mayor consenso internacional posible para hacer lo que haya que hacer.
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