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OPINIÓN
Columna
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SOS Darfur

Las matanzas perpetradas por el régimen islamista de Sudán no pueden quedar impunes. Es hora de que la comunidad internacional tome medidas resolutivas para intentar salvar al pueblo

Acabo de asistir en París a una reunión del núcleo de los militantes que, alrededor de Urgencia Darfur, intentan, desde hace años, alertar a la opinión pública sobre el horror de las masacres perpetradas por el régimen islamista de Jartum.

El ambiente no era precisamente alegre.

De hecho, era desesperado.

Pues, ¿qué hemos hecho durante estos años?

Y, en particular, desde ese gran mitin que organizamos -los mismos, en el fondo- en la Mutualidad, a comienzos de la campaña presidencial francesa de 2007, desde esa gran manifestación que debía ser, hace casi tres años, el medio de presión decisivo que obligaría a los principales candidatos a comprometerse, ¿qué hemos obtenido concretamente?

Los movimientos de Omar Hassan al Bashir deberían ser restringidos, y sus fondos, embargados o congelados
Darfur era una encarnación del islam moderado: un ejemplo en el que no existían ni 'burkas' ni 'sharía'

Bernard Kouchner estuvo entre nosotros aquella noche. Pronunció uno de esos discursos vibrantes, apasionados y, sobre todo, concretos cuyo secreto parecía dominar en aquellos días. ¿Qué ha sido de ese secreto desde que es el jefe de la diplomacia francesa? ¿En qué ha quedado su hermosa y sana ira?

Nicolas Sarkozy no estuvo allí, pero envió a Nicole Guedj para firmar en su nombre, y con gran pompa, una "carta" invitando al futuro presidente de la República, fuese quien fuese, a tomar represalias diplomáticas, políticas y financieras contra los asesinos. Más tarde, él sería ese presidente. ¿Qué fue de su promesa? ¿Qué fue de su resolución de convertirse, con ocasión del conflicto de Darfur, en el primer presidente de la República en hacer de los derechos humanos uno de los ejes de la política internacional francesa? ¿Recordará el texto que rubricó por procuración?

Aquella noche, antes de contar lo que había visto durante la realización del reportaje que acababa de conducirnos al fotógrafo Alexis Duclos y a mí hasta la región de Beirmezza y Djebel Marra, leí una carta que me había dirigido Jacques Chirac, presidente en funciones, en la que, en nombre de Francia, se comprometía a actuar para que la justicia internacional tramitase el caso Al Bashir y lo tratara con el rigor necesario. Por una vez, eso sí que se hizo. Al Bashir ha sido inculpado de crímenes de guerra y de crímenes contra la humanidad por el Tribunal Penal Internacional. Pero, diez meses después, ¿a quién le importa? ¿Acaso alguien piensa actuar en consecuencia? ¿Dónde están las "medidas complementarias" que tenían que permitir que su inculpación no quedase en papel mojado?

Así que hoy, al día siguiente de esa reunión que nos dejó a todos un desagradable regusto a amargura y tristeza, hay dos posibilidades.

O bien todos nosotros reaccionamos... Es decir, Bernard Kouchner recuerda que es Bernard Kouchner; Nicolas Sarkozy hace honor a su firma; nosotros mismos, intelectuales y militantes, volvemos a nuestros puestos para, con nuestros amigos norteamericanos, invitar a la comunidad internacional a hacer lo necesario para que la decisión del TPI surta efecto y Al Bashir, si no es detenido, al menos vea obstaculizados sus desplazamientos y sus fondos, si no embargados, al menos congelados; en resumen, para que la palabra de los Estados y de la justicia que éstos deberían garantizar recupere un mínimo de crédito... Y tal vez entonces tengamos una pequeña, muy pequeña, oportunidad de salvar lo que aún puede salvarse del pueblo darfurí...

O bien no hacemos nada. Nos lavamos las manos por esos cientos de miles de muertos sin nombre, sin rostro, sin tumba y, en realidad, sin número, que han masacrado ya las milicias Janjawid y su política de tierra quemada. Mejor aún: condenamos a una muerte lenta a los últimos supervivientes que han podido reagruparse en las zonas que controlan los combatientes de Abdul Wahid al Nour y su Movimiento de Liberación de Sudán. En ese caso -es mejor decir las cosas claramente-: 1) habremos dejado que se lleve a cabo la primera masacre en masa, tal vez el primer genocidio, del siglo XXI. ¿"Nunca más"? ¿En serio? Qué humorada. 2) Habremos enviado a Al Bashir -en vísperas de las elecciones generales previstas para abril en el conjunto de Sudán y, sobre todo, en vísperas del referéndum de autodeterminación previsto a comienzos de 2011 en las provincias del Sur animista y cristiano- el más terrible de los mensajes, por no decir de los estímulos. En tal caso, apuesto a que la otra guerra, la del Norte contra el Sur, esa guerra que conozco un poco por haberla cubierto también, hace nueve años, en tiempos de John Garang, esa guerra aún más atroz, pues, en 2005, año de los acuerdos de Nairobi, produjo más de un millón y medio de muertos, volverá a empezar casi inevitablemente. 3) Finalmente, ya no hará falta que nadie venga a hablarnos de la lucha contra el fanatismo, de una ley contra el burka, o de la defensa del islam moderado. En Darfur teníamos una encarnación de ese islam moderado, un ejemplo de un islam sin burkas, sin sharía, en el que los muchachos y las muchachas acudían -doy fe de ello- a las mismas escuelas en los mismos pueblos. Y ese milagro que tanto pretendemos desear, esa prueba viviente de que, evidentemente, una sociedad musulmana no fundamentalista es posible y de que un partido como el de Al Nour puede conjugar, sin dificultad, islam y ciudadanía, estaban al alcance de nuestras manos y los habremos dejado morir.

Estamos en 2010. Me doy cuenta de que estoy hablando de Darfur como lo hacía, quince años atrás, de la Bosnia mártir. Así es. Las mismas causas, los mismos efectos. Y el mismo desastre que se prolonga. Salvo si... Volveré sobre este asunto.

Traducción de José Luis Sánchez-Silva.

El presidente de Sudán, Omar Hassan al Bashir, a bordo del vehículo que le trasladó durante su visita a Al Fashir, capital de Darfur Norte, el 8 de marzo de 2009.
El presidente de Sudán, Omar Hassan al Bashir, a bordo del vehículo que le trasladó durante su visita a Al Fashir, capital de Darfur Norte, el 8 de marzo de 2009.REUTERS

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