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Reportaje:SIN COCHE | Cubas de la Sagra

Donde las calaveras hablan

Reliquias sagradas y huellas del Ejército nazi en una villa de aire manchego

Pablo de Llano Neira

Para conocer Cubas de la Sagra hay que visitar dos calaveras. La de fray Pedro, un franciscano del siglo XVI cuyo esqueleto reposa en una urna de un monasterio de clausura; y la que luce grabada en una placa del cementerio en recuerdo de soldados nazis que lucharon a favor del bando nacional en la Guerra Civil.

Las dos calaveras guardan la historia que esconde este pueblo madrileño situado a caballo entre Madrid y Toledo, al inicio de la comarca de La Sagra. Un lugar pequeño, silencioso, donde las antiguas casas solariegas aguantan el pulso a los nuevos chalés adosados que las acosan por todos los flancos.

Los huesos de fray Pedro, tumbado de costado, la expresión sonriente para recibir al visitante, hablan de la tradición mariana del pueblo cubero. Lo enseñan con orgullo las monjas de clausura del monasterio de Santa Juana, que fundó una mística de ese nombre a las afueras de la villa después de una aparición mariana. El caballero metido en la vitrina tuvo el mérito de ser el confesor de la monja arrebatada.

Los vecinos van a trabajar a localidades cercanas o a la capital

"Nuestra aparición es la mejor documentada", dice con aplomo el capellán Julio González. "Hay muchos testimonios de los milagros que ha hecho la Virgen en el pueblo, reviviendo niños cuando ya iban amortajados y camino de la fosa", precisa.

Del esplendor de la congregación, cuyas posesiones se estiraban 15 kilometros hasta Getafe, según González, quedan las reliquias que adoran cada día las monjas y una romería que lleva cada 9 de marzo a los vecinos del contorno a un prado que hay enfrente del monasterio. "Se cuentan por miles los fieles que vienes de Móstoles y Fuenlabrada a adorar a la Virgen", explica el capellán vendiendo los atractivos de su convento. Del edificio original, construido en 1464, tres lustros después de la revelación mariana, quedan los restos de una pequeña ermita descubierta bajo tierra a inicios de esta década.

El complejo se levantó de nuevo después de la Guerra Civil, cuando lo arrasaron los milicianos republicanos y los disparos de artillería de los tanques de la Legión Cóndor alemana, que utilizaba el convento como diana en sus prácticas de tiro.

Quedan pocos recuerdos de la estancia nazi en Cubas de la Sagra. Algún mayor hurga en la memoria y rescata lo que contaban al final de sus vidas los últimos testigos. "Mi suegro decía que los alemanes pasaban por los huertos, pinchaban las patatas con el fusil y se las llevaban para hacerse la comida", relata una vecina del lugar.

La memoria de Cubas se ha ido con la transformación del pueblo. En las huertas de verduras y hortalizas donde se labraba en el pasado están ahora los cimientos de los chalés y casas adosadas que llegaron con la era dorada de la construcción. Los nuevos vecinos no aran; cogen el coche y enfilan cada mañana a ocupar sus puestos en los servicios de las localidades cercanas y de la capital. En los últimos 10 años, ladrillo a ladrillo, el pueblo ha pasado de 1.700 habitantes a casi 5.000.

Pocos conocen las huellas de lo que pasó en Cubas. Las calaveras que cuentan su historia. Junto a los chalés, en el límite de la parte antigua, un cementerio esconde los últimos restos de la visita alemana. Dos pedazos de granito con placas conmemorativas de los artilleros difuntos en combate. En la cabecera, una calavera, un haz de tibias y un tanque simbolizan a la Legión Cóndor. Debajo, una leyenda en alemán con los nombres de los soldados que cayeron en la villa: Balewsky, Förster, Schäfer...

Lo único que permanece inmutable está en el interior del convento. Siete monjas clarisas que rezan mañana y tarde, cocinan rosquillas fritas y adoran los huesos de fray Pedro y los restos inciertos de santa Juana; el capellán González asegura que las tropas de Napoleón sólo dejaron "trozos de su cuerpo incorrupto" cuando invadieron España en el siglo XIX.

La clausura obliga a las monjas a estar siempre encerradas en el monasterio, salvo en casos de fuerza mayor. "Salimos para ir al médico y para votar", concede sor María Josefa, de 65 años, 20 entre los muros del convento y sin ninguna voluntad de conectar con el exterior: "Aquí se vive en paz espiritual, que es lo que falta fuera. Ahora la gente lo tiene todo, pero no tiene nada; pronto habrá un florecimiento de vocaciones, verá".

La madre abadesa del monasterio de Santa Juana ante el arca en la que se conservan los restos de Fray Pedro.
La madre abadesa del monasterio de Santa Juana ante el arca en la que se conservan los restos de Fray Pedro.CRISTÓBAL MANUEL

Apuntes de viaje

- Desde la estación de Atocha se viaja en tren de cercanías hasta Fuenlabrada. Allí se coge el autobús B-468 hasta Cubas de la Sagra.

- Se encuentra a 32 kilómetros de Madrid, en la comarca de La Sagra. Junto a la frontera con la provincia de Toledo.

- Tiene 4.767 habitantes y una superficie de 12,9 kilómetros cuadrados.

- Sus principales atracciones turísticas son el monasterio de Santa Juana, donde se conserva una ermita del siglo XVI, y la iglesia de San Andrés, del siglo XII, en la que destaca un artesonado mudéjar.

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