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El robo que cazó a 3.000 evasores de impuestos

Francia enarbola un listado obtenido por un pirata informático en Suiza para atrapar a presuntos defraudadores

Antonio Jiménez Barca

A finales de agosto, el ministro francés de Presupuesto, Eric Woerth, sorprendió a todos al advertir a 3.000 posibles defraudadores franceses del fisco con cuentas irregulares y opacas en Suiza. No ofreció nombres, pero emplazó a quien se diera por aludido a que se pusiera al día antes de diciembre asegurando que poseía datos fiables sobre sus fondos. La oposición consideró que el ministro jugaba de farol y que su anuncio casi veraniego consistía más en una apuesta política para mostrar a la opinión pública que se luchaba contra los desmanes financieros que en una verdadera amenaza.

Y, sin embargo, la lista negra existe. Y llegó a manos de Woerth (al menos una parte) de una forma curiosa. A finales de 2008, un empleado de la sede en Ginebra del banco HSBC, gracias a un original sistema de piratería ideado por él mismo, ayudado, según algunos, por un cómplice, robó un listado con cerca de 4.000 cuentas corrientes detalladas de particulares y sociedades.

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Este empleado, un informático de 38 años nacido en Mónaco que se hace llamar en algunos medios Antonie y en otros Hervé, debido a que desea preservar su anonimato por razones de seguridad, emigró poco después a un pequeño pueblo situado entre Niza y Menton.

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Aquí las versiones divergen un poco. Según el banco suizo, Antonie, de origen franco-italiano, ayudado por su cómplice, franco-libanés, intentó vender, infructuosamente, el contenido de su ordenador portátil en Líbano. De ahí que las autoridades del banco, conocido por su discreción alertaran a la policía francesa.

El 20 de enero, la policía detuvo a Antonie y le requisó su ordenador portátil, su teléfono móvil y un cuaderno del que no se separaba nunca. Ayudados por un experto en descerrajar claves secretas informáticas, la policía francesa accedió al listado comprometedor. Pero la sorpresa fue mayúscula cuando el interpelado aseguró entonces que ya se había puesto en contacto con funcionarios expertos del Ministerio de Economía y Hacienda francés y que les había hecho llegar el material explosivo.

El abogado de Antonie, Patrick Rizzo, aseguraba hace unos días al diario Le Parisien, el periódico que reveló la noticia, que, en contra de lo que aseguran los suizos, el informático nunca ha intentado vender la información porque es una suerte de don Quijote financiero que lucha contra la "criminalidad bancaria", que aboga por poner en manos de los jefes del G-20 datos para que cumplan lo que prometen en sus cumbres.

Patrick Rizzo describe a su cliente como un hombre delgado, pálido, reservado, pegado siempre al ordenador, algo sombrío, divorciado, solitario, encerrado en casa y habitado por un sentimiento de venganza tras su paso por el banco, que le prestó, según él, menos atención de la que merecería.

Varios investigadores citados por Le Parisien aseguran que el pretendido Robin Hood de las finanzas se ha convertido en "un colaborador" y que, hasta ahora, los datos y las informaciones que van revelando la lista negra que robó del HSBC son verdaderos e importantes.

Aunque no ponen la mano en el fuego: en Francia tienen muy presente el caso Clearstream, en el que todos los sabuesos policiales cayeron en la trampa y durante meses creyeron en la autenticidad de unas listas bancarias parecidas manipuladas por un informático experto.

El ministro de Presupuesto francés, cuando saltó la noticia, esto es, cuando se supo que su famosa lista de los 3.000 de agosto se basaba en un listado robado -pero real- proveniente de un banco suizo, se apresuró a manifestar que el informático solitario no era su única fuente (pero que era su fuente) y que no habían pagado ni un euro por la información.

De paso ha dejado claro que no jugaba de farol cuando amenazó a esos 3.000 presuntos defraudadores anónimos entre los que se cuentan, según los policías que han visto las listas, un humorista famoso y varias personalidades francesas, entre otros.

Mientras tanto, las autoridades suizas han reclamado a Francia al habilidoso operario y la lista de datos que escamoteó del banco. Francia se niega por el momento. Entre otras cosas, porque un juez de Niza, Eric de Montgolfier, conocido por su independencia y amparado en que varios de los nombres que aparecen en los listados son de su jurisdicción, ha abierto una investigación por blanqueo de dinero y se apresta a estudiar los datos aportados por Antonie.

No es la primera vez que un Estado se apoya en datos obtenidos fraudulentamente para perseguir defraudadores. En 2008, Alemania reconoció haber pagado un total de 4,2 millones de euros a un antiguo empleado del banco LGT, con sede en Liechtenstein, que aportó valiosas informaciones de personas culpables de evasión fiscal. El denunciante llevará ahora la misma vida de millonario que la de los titulares de las cuentas que robó.

No es ésa la intención de Antonie, repite su abogado sin que la policía se lo crea del todo: "Es un idealista que lucha por la transparencia financiera".

El ministro de Presupuesto de Francia, Eric Woerth, el pasado miércoles en París.
El ministro de Presupuesto de Francia, Eric Woerth, el pasado miércoles en París.AFP

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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