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OPINIÓN
Columna
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El estancamiento

Desde el punto de vista político parece incomprensible que se haya hecho coincidir el debate sobre la Ley de Economía Sostenible con el día del calendario en el que todos los meses aparece la cifra del paro registrado. Desde ese momento era seguro que más allá de las intenciones del presidente del Gobierno, las intervenciones de toda la oposición iban a arrancar con los sesenta y tantos mil nuevos componentes del ejército de reserva de desempleados del mes anterior, una cifra que no puede defender nadie.

El hecho de que el deterioro laboral se frene en comparación con noviembre de 2008 es la tendencia menor. Lo importante es que sigue la sangría de parados y que, a pesar de que han crecido los contratos, lo hacen inmensamente más los temporales que los fijos. Además, el noviembre pasado no es comparable con el de un año antes, cuando la economía española y la mundial se hallaban inmersas en el trimestre del diablo, aquel en el que nada funcionaba, incluido el sistema financiero (acababa de quebrar Lehman Brothers).

La Gran Recesión puede devenir en una nueva fase de crecimiento anémico, alto desempleo y capacidad ociosa

Pese a los voluntariosos análisis del ministro de Trabajo acerca de que el ajuste laboral en nuestro país puede estar a punto de terminar, lo que se dibuja es un mapa poco transitorio en el que el paro afecta a casi una de cada cinco personas de la población activa, una buena parte del cual quizá devenga en estructural.

Ese escenario, que es menos malo que el de ahora, contempla la sustitución de la Gran Recesión (decrecimiento del PIB) por un incremento anémico de la producción de unas cuantas décimas o incluso de algún punto, pero insuficiente para volver a la senda de la creación de empleo en cantidades significativas. Es decir, la sustitución de la Gran Recesión por una fase de estancamiento. El estancamiento no quiere decir que no exista crecimiento en absoluto, sino que la economía funciona por debajo de su potencial, con una capacidad productiva ociosa importante, y un desempleo y subempleo significativos. En definitiva, una recuperación larga y dolorosa, con tasas estables de paro de dos dígitos. Un estancamiento prolongado más que un crecimiento sostenible. Eso es lo que intentan paliar las medidas incorporadas a la Ley de Economía Sostenible, de efecto medioplacista.

No es el único momento de la economía en que esto ocurre. En el año 1938, todavía en los estertores de la Gran Depresión, uno de los principales seguidores de las doctrinas de Keynes en EE UU, Alvin Hansen, publicó un libro titulado ¿Recuperación total o estancamiento?, en el que aventuraba esa hipótesis: el sistema puede estancarse varios años, con un aumento lento del PIB, alto desempleo y exceso de capacidad. Lo cuentan John Bellamy Foster y Fred Magdoff, editor de la histórica Monthly Review y director de la fundación del mismo nombre, respectivamente, en el libro de reciente aparición La gran crisis financiera (Fondo de Cultura Económica).

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