Polanski ya duerme en casa
El cineasta permanece bajo arresto domiciliario en su chalé suizo de Gstaad
No por esperada, la noticia causó menos conmoción. En la tarde de ayer, y como testigos un batallón de periodistas llegados de medio mundo, dos lujosas limusinas Audi negras dejaron a Roman Polanski, de 76 años, en su chalet de Gstaad, en Suiza, donde le esperaban su esposa, la actriz Emanuelle Séigner, y sus hijos. Se cerraba así un capítulo -aunque no toda la historia- de este caso que ha polarizado a la opinión pública europea.
Polanski se encuentra huido de la justicia estadounidense desde hace 32 años, tras reconocer haber mantenido relaciones sexuales contra la voluntad de Samantha Geimer, una menor que tenía entonces 13 años. Fue acusado en primera instancia de seis cargos, incluidos el de violación. El cineasta se declaró culpable, pero huyó de Estados Unidos la víspera de su sentencia, en 1978.
Los jueces de EE UU se pronunciarán sobre el caso el 10 de diciembre
La alarma que lleva en el tobillo se dispararía apenas pisara el jardín
El cineasta podrá recibir visitas, hablar por teléfono y tendrá acceso a Internet
Poco después de la una del mediodía de ayer, los dos coches, provistos de cristales negros que ocultaban su interior, entraban al garaje de la lujosa residencia. Aunque ningún periodista pudo ver al legendario cineasta, el portavoz de la Oficina Federal de Justicia suiza informó poco tiempo después de que, efectivamente, Roman Polanski se hallaba en su domicilio. Eso sí, bajo arresto domiciliario.
Sin duda, cualquier prisión es más incómoda que esta estación de esquí de alto standing situada en los Alpes, donde el realizador de Chinatown posee una casa desde hace varios años. Pero el lujo no le hará olvidar el dispositivo de control electrónico que le impide alejarse poco más que unos cuantos pasos. No obstante, si tuviera la tentación, la alarma que el realizador franco-polaco lleva en el tobillo se dispararía apenas pusiera el pie en el jardín de su propiedad, según explicaron las autoridades. De cometer la imprudencia de intentar alejarse, o huir, la cuantiosa fianza depositada para poder salir de prisión, de más de tres millones de euros, revertiría de forma automática al Estado suizo. Y además su pasaporte está en poder de las autoridades helvéticas.
Otra dificultad es la nube constante de 200 fotógrafos que permanecen pegados a la puerta de su chalet. Por cierto, el alquiler del sistema de seguridad corre a cuenta del bolsillo del cineasta y cuesta 1.200 euros, a los que se suman 200 euros de alquiler mensual.
Pero a pesar de los controles policiales y electrónicos, Polanski gozará de privilegios que representan, sin duda, una notable mejora en su calidad de vida respecto a las condiciones de la prisión de Winterthur. En su domicilio podrá recibir visitas, llamar por teléfono y disponer de acceso a Internet. El cineasta "se ha comprometido a no dejar su casa ni propiedad en ningún momento", informó el Gobierno suizo a través de un comunicado.
Para la televisión suiza "comienza un nuevo episodio del culebrón jurídico-mediático" que tiene como epicentro al ganador de un Oscar por El pianista. A partir de ahora, sólo cabe esperar la confirmación de la demanda formal de extradición por parte de Estados Unidos. Aunque los abogados de Roman Polanski han expresado claramente que el cineasta va "a luchar hasta el último minuto contra su extradición". Los jueces californianos deberían pronunciarse sobre este caso el próximo 10 de diciembre.
Tanto en Suiza como en Estados Unidos, mantener relaciones sexuales con menores es un delito que no prescribe, aunque Samantha Geimer ha pedido que los cargos contra Polanski sean sobreseídos. En caso de ser extraditado, Polanski se arriesga a un máximo de dos años de cárcel. Pero de llegar al (cercano) territorio de Francia, la demanda judicial de EE UU quedaría invalidada, ya que el país vecino no extradita a sus ciudadanos. Tampoco lo hace Polonia. Y el célebre director posee ambas nacionalidades. La pregunta que está ahora en el aire es: ¿se arriesgará Polanski a huir? Todo hace pensar que el "culebrón jurídico-mediático" no ha dicho aún su última palabra.
Babelia
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