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Columna
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En la madrugada

Hace unas noches llamaron insistentemente al timbre de mi casa a las tres de la mañana. Cuando, por fin, conseguí despertarme -creía estar soñando- y contestar, la respuesta que obtuve era que se trataba de la Ertzaintza. Me anunciaban que había saltado la alarma de mi domicilio y que tenían que realizar una comprobación. Afortunadamente para mí, todo se trató de un error, ya que la alarma que se había activado era la de un vecino.

Es increíble cuántas cosas pueden suceder en Euskadi de madrugada. En el silencio de la noche se producen muchos de los atentados de ETA. También a esas horas tan intempestivas ocurría el pasado domingo la presunta auto-lesión de un agente de la Guardia Civil en el cuartel de Leitza, en un caso que algunos no han tardado en comparar con el de Bartolín.

De madrugada, en fin, se realizan en el País Vasco la mayoría de las redadas policiales, como la que hace unos días se saldaba con el arresto de una treintena de jóvenes de la organización Segi. Por cierto, estas detenciones me han traído a la cabeza una película de Steven Spielberg, Minority report, en la que la policía apresaba a los posibles autores futuros de un delito mucho antes de que lo cometieran o de que incluso supiesen que algún día podían delinquir.

En otros lugares del Estado la noche suele ser más sosegada. Así, a los políticos corruptos casi siempre se les detiene de día. Y si en esas circunstancias se les fotografía esposados rápidamente surge la polémica, como acaba de pasar en el caso Palma Arena, con militantes del PP, y en el sumario Pretoria, con antiguos cargos de CiU.

Aquí, por el contrario, cualquier detención nocturna va acompañada de toda una parafernalia de flases e imágenes para la televisión. Quizá de tan acostumbrados como estamos a ello parece natural que los detenidos esposados abran las portadas de los diarios, como ha sucedido con los militantes de Segi.

El sobresalto que me produjo la inesperada visita de la Ertzaintza me impidió dormir cuando volví a meterme en la cama. Pensé en la desorientación y la sensación de indefensión y temor que nos produce el que algo altere bruscamente nuestro sueño en medio de la noche, ya sea una bomba contra un cuartel o una visita policial, sobre todo cuando se tienen hijos de ciertas edades.

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En estos días se habla mucho de la necesidad de instalar a Euskadi en la normalización política y como signo de tal se considera el que la selección española pueda jugar en San Mamés o que la Vuelta cuente, como antaño, con un final de etapa en territorio vasco. Tal vez, habría que normalizar también la noche. Esperemos que si algún día desparece la violencia en este país, por fin podamos hacer nuestra la frase atribuida a Churchill: "Una democracia consiste, más o menos, en que si suena el timbre de tu casa a las seis de la mañana es el lechero". O, en su defecto, un vecino borracho.

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