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Kosovo, de mito a nación

La situación económica, y no el conflicto étnico, es la prioridad del nuevo país - Energía, educación e imperio de la ley son los tres retos, según el Gobierno

Pristina, la capital de Kosovo, es probablemente una de las ciudades más feas de Europa. A la prepotencia del hormigón de la época comunista durante la antigua Yugoslavia se unen los daños causados por los bombardeos de la OTAN en la guerra de 1999, y unas monstruosidades arquitectónicas de nueva planta que son todo un homenaje al mal gusto. Pero el colmo se lo lleva la recientemente inaugurada escultura de Bill Clinton, un monumento al arte kitsch en homenaje al presidente de Estados Unidos, cuya intervención frenó el intento de genocidio de las fuerzas serbias de Slobodan Milosevic. Sobre un pedestal de mármol blanco se eleva su figura de bronce como un muñegote cabezón con la misma solemnidad que un mimo callejero.

Un visado para escapar es el objeto más preciado entre los jóvenes
En Mitrovica, al norte, serbios y albaneses siguen enfrentándose

Pero bajo esa superficie caótica de obras y atascos han surgido en los últimos años bares, cafés y restaurantes de diseño y estilo que nada tienen que envidiar a Londres y Berlín, y una movida nocturna a la española. En el pub Moroon pueden oírse versiones de Entre dos aguas o La Bamba, interpretadas en plan turbofolk, ese ritmo frenético de las orquestas de las películas de Emir Kosturica, o unas calles más allá, en el Depot, un antiguo taller sin ventanas, escuchar al grupo Nothing Like the Sun versionear a Coldplay en la misma onda. En esos clubes de música en directo, miles de jóvenes beben hasta altas horas de la madrugada, aplazando un día más la decisión de quedarse a construir el nuevo país o emigrar en busca de un futuro.

El 70% de los casi dos millones de habitantes de Kosovo es menor de 27 años, y la tasa de paro alcanza el 40%. No es extraño, pues, que conseguir un visado para escapar sea el objeto más preciado para muchos y que el problema económico sea hoy mucho más acuciante que el conflicto étnico con la minoría serbia.

El economista y profesor Muhamet Mustafa señala que la generosa inversión extranjera de los primeros tiempos está decreciendo y que hay una amenaza de estancamiento. "Estamos creciendo en torno al 3% y necesitamos hacerlo al 7% para crear empleo. Es crucial ser transparentes y atractivos para la inversión extranjera. Por eso es vital nuestra integración en Europa".

Ahmet Shala, ministro de Finanzas, subraya tres retos: "Energía, educación e imperio de la ley". Kosovo sólo cuenta con una contaminante central eléctrica de lignito y la inversión en el sector energético se lleva la parte del león del presupuesto. Y apunta otro problema: las dificultades que pone Serbia a sus exportaciones. "Espero que la UE envíe un mensaje claro a Belgrado sobre los acuerdos respecto al libre movimiento de bienes y personas".

En cuanto a la corrupción, en la que muchos kosovares implican a las organizaciones internacionales que operan en el país, el ministro asegura que "es un fenómeno común a la región de los Balcanes, y probablemente menor en Kosovo" que en otros países de la Europa del Sur. Pese a todos estos frentes abiertos, Shala es optimista y cree que al final los kosovares crearán un "Estado multiétnico y democrático".

Tal vez. De momento, la prioridad para buena parte de ellos es lograr un visado para salir del país, y no sólo entre los jóvenes. Hay medio millón de kosovares trabajando en el extranjero, la mayoría en Alemania y Suiza, y las remesas que envían los emigrantes suponen el 15% del PIB de la joven nación. Nezrail Qahili, de 59 años, es el cabeza de familia en una granja de Lubishte, una aldea al sur de Pristina. Dedicada a una agricultura de subsistencia, la familia vive de lo que envía su hermano, que trabaja en la construcción en Eslovenia, uno de los países más implicados en el futuro de Kosovo. "La independencia ha sido una cosa buena", dice Qahili, "pero ahora el problema es que no hay trabajo. Antes éramos una familia grande y teníamos más ingresos. Ahora no tenemos suficiente. Por eso hay tantos negocios ilegales, para que las familias puedan sobrevivir".

En Lubishte, junto a la nueva escuela y mezquita construidas por la ayuda internacional, está el cementerio. En una esquina, al pie de un mástil con una ajada bandera albanesa del águila bicéfala, dos lápidas recuerdan a "los mártires de la libertad" y a "las víctimas del terror serbio" durante el conflicto de 1999. Pero Qahili no busca "revancha contra los serbios", sino trabajo o al menos visados para emigrar.

El paisaje y la historia cambian en Mitrovica, al norte de la capital. La ciudad, de unos 85.000 habitantes, 50.000 de ellos serbios, está dividida física y étnicamente por el puente sobre el río Ibar, y en ella se han registrado los mayores incidentes entre las dos comunidades. En las calles de la parte norte se pueden ver pintadas contra la UE y a favor de la unión con Serbia.

Momcilo Arlov, director del Centro para el Desarrollo de la Sociedad Civil, es tajante: "La independencia de Kosovo no empezará a funcionar hasta que la reconozca Serbia". Arlov, nacido en Croacia pero antiguo miembro del Ejército serbio, es pesimista: "No hay trabajo, no hay futuro, no se produce nada, la corrupción es rampante y lo único que funciona es gracias a Belgrado". Además, afirma, la vida en Mitrovica es un caos porque "las organizaciones internacionales, EULEX, UNMIK, KFOR y la policía kosovar tienen competencias exclusivas y mandatos diferentes, por lo que ninguna hace nada".

Desde EULEX, la misión europea para la estabilización de Kosovo, la visión es diferente. Admiten que es "frustrante" la coordinación entre las diferentes instituciones internacionales [UNMIK es la misión de la ONU, y KFOR la fuerza de la OTAN], pero la atribuyen a "la corrupción, la delincuencia, el contrabando, la policía, los partidos y las instituciones serbias". "Belgrado hace un uso político de la situación, para consumo interno y como baza negociadora con la comunidad internacional", afirma uno de sus representantes, que exige el anonimato.

El ex primer ministro y ex alcalde de Mitrovica, el médico Bajram Rexhepi, opina que "hay muchos seudopatriotas, más motivados por el dinero que por verdaderos sentimientos nacionalistas. Los serbios de la ciudad son rehenes de la política de Milosevic". No le falta razón. Los serbios del norte de Kosovo son los restos del naufragio de la política ultranacionalista puesta en marcha por el ex presidente genocida. Los serbios de Serbia utilizan dos palabras para referirse a sus hermanos de Kosovo: selak (campesino) y siptar, que significa albanés y es muy despectiva. En España podría ser equivalente a sudaca para referirse a los latinoamericanos.

En el pueblo de Gracanica, a unos 10 kilómetros de Pristina, viven 13.000 serbios -antes de la guerra había 30.000-, y allí tiene su sede el Partido Liberal Independiente, que dirige Nenda Rasic, ministro de Trabajo y Bienestar Social del Gobierno kosovar, uno de los dos ministros serbios del Gabinete que preside Hashim Thaçi. Rasic abre fuego declarando que "Kosovo es una región. Hemos aceptado integrarnos en sus instituciones, pero no reconocemos la independencia", para añadir acto seguido: "Belgrado no ofrece nada a la nueva generación de jóvenes que vive aquí. La gente quiere cosas concretas, no más palabras. La seguridad ya no es la prioridad, es la economía".

Kosovo ha pasado en poco más de 10 años de mito a nación. Ya no es más la leyenda fundacional de Serbia ni la emergencia internacional por el conflicto étnico. Es un país pequeño, pobre, joven y nuevo, cuyo éxito será crucial para el futuro de Europa.

Estatua del ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton, de tres metros de altura, erigida recientemente en Pristina.
Estatua del ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton, de tres metros de altura, erigida recientemente en Pristina.AFP

Kosovo en cifras

- Tiene una superficie similar a la de Asturias, 10.887 kilómetros cuadrados. Lo habitan 1,8 millones de personas; el 88% es albanés, el 7% serbio y el resto son bosniacos, turcos y gitanos.

- El paro supera el 40%. La inflación fue del 5,3% (2007).

- La población es muy joven. Más del 70% tiene menos de 27 años.

- El PIB es de 5.000 millones de dólares. El 60% lo generan los servicios y un 15% procede de las remesas de los inmigrantes.

- Renta per cápita es de 2.300 dólares, pero según estimaciones de 2007, un 37% vive por debajo del umbral de la pobreza. El crecimiento anual se sitúa en torno al 3%.

- Existen 106.300 líneas fijas de teléfono y 562.000 aparatos de telefonía móvil.

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