La tradición liberal, en la Semana Marañón
"Ser liberal consiste en, primero, estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo; y segundo, no admitir jamás que el fin justifica los medios". Gregorio Marañón y Bertrán de Lis recordó ayer estas palabras de su abuelo durante la clausura de la Semana Marañón. Dedicadas a la relación del científico y humanista con el liberalismo, las jornadas han servido de pórtico a la conmemoración, en 2010, del cincuentenario de su muerte.
En el cierre de la semana, el historiador Santos Juliá viajó a 1956. Ese año, los que creían que la apertura del régimen de Franco vendría desde dentro se toparon con la cruda realidad. Lo que coincidió con la reedición de la Historia de los heterodoxos españoles, a la que nada menos que el arzobispo de Granada puso un epílogo para continuar el árbol genealógico de los "herejes" donde lo había dejado Menéndez Pelayo. Ese árbol hundía sus raíces en Giner de los Ríos y seguía con Unamuno, Besteiro, Ortega y Madariaga.
Antes que Juliá, su colega Juan Francisco Fuentes había recordado que la palabra liberal fue un invento español de los años de las Cortes de Cádiz, y había recordado también la escasa fortuna de unas ideas tradicionalmente despreciadas por débiles. Coincidieron en la ocasión perdida que supuso una generación, la de Gregorio Marañón, llena de intelectuales cosmopolitas para los que el liberalismo era más una conducta que una ideología y que, en palabras del propio Marañón, hay que "ser liberal como se es limpio, sin quererlo". Juliá cerró con un reconocimiento explícito: "Aquellas ideas están en el sustrato de la democracia española actual. Cuando nosotros quisimos buscar a aquellos intelectuales, los encontramos".
Babelia
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