"En la gripe, todavía no nos ha llegado la prueba decisiva"
Jeffrey L. Sturchio es desde hace pocas semanas el nuevo presidente y director ejecutivo del Consejo Mundial de la Salud (Global Health Council), la mayor alianza de organizaciones y profesionales dedicados a la salud pública en los países en desarrollo. Hace menos de un año era vicepresidente de la multinacional farmacéutica Merck, donde entró en 1989 como el primer archivero en toda la historia de la empresa. Sturchio (Nueva Jersey, 1952), historiador de la ciencia, conoce y puede analizar como pocos los cambios históricos en la salud pública mundial en esta era de globalización, con la emergencia de las alianzas público-privadas -como la GAVI Alliance (especializada en vacunas), la Fundación Gates o el Fondo Global para el Sida, la Tuberculosis y la Malaria- y el desarrollo del concepto de responsabilidad corporativa. Sin olvidar el reto que la nueva gripe supone para la salud pública.
"Los consorcios público-privados son un mecanismo muy poderoso"
"Las farmacéuticas están aceptando vender barato a países pobres"
Pregunta. ¿Está preparado el mundo para la nueva gripe?
Respuesta. Hemos tenido mucha suerte con la alarma hace un par de años por la gripe aviar, que es de alta mortalidad pero difícil de transmitir, y lo que tenemos ahora es una gripe que se transmite muy fácilmente pero causa pocas víctimas mortales. El problema será cuando tengamos una gripe fácil de transmitir y de alta mortalidad y por eso es tan importante que los países estén preparados. La gripe aviar hizo que se elevara el nivel de percepción de los gobiernos. Además, la industria de las vacunas ha hecho un gran esfuerzo para tenerlas, y existen programas de colaboración para hacer llegar la inmunización a los países en desarrollo, pero aún no nos ha llegado la prueba decisiva.
P. Habla de colaboración, una palabra que está muy presente ahora en la salud. ¿Cómo historiador de la ciencia, qué opina de los consorcios público-privados para llevar las medicinas -fruto de la investigación de empresas privadas- a los países pobres?
R. Desde luego es algo nuevo e interesante. Lo que pasó es que, sobre todo después de la II Guerra Mundial, hubo interés en desarrollar organizaciones intergubernamentales, como la Organización Mundial de la Salud en los años cuarenta del pasado siglo. Pero era un diálogo entre gobiernos, los de los países ricos ayudaban a los de los países pobres. En los últimos 20 años la escala de los problemas a que nos enfrentamos en salud pública en el mundo es superior a las posibilidades de los gobiernos para encontrar soluciones. Y por eso surge la innovación, en forma de los consorcios público-privados, porque es la forma de añadir nuevos conocimientos y recursos para resolver problemas.
P. ¿Y están funcionado?
R. Si, hay muchos ejemplos. En mi antigua empresa surgió el programa de donación de Mectizan (un fármaco para la ceguera de río), porque vimos que solos no podíamos hacer llegar la medicina a la gente que la necesitaba, y ahora es una alianza que la suministra a 100 millones de personas al año en más de 30 países. Es un mecanismo muy poderoso para resolver problemas de salud pública y por eso creo que cada vez va a haber más de estas iniciativas. Según un estudio de hace dos años, había entonces ya más de 80 alianzas para desarrollar productos de salud. Y es porque rellenan un hueco importante en lo que los gobiernos o las empresas privadas pueden hacer por sí solos. La combinación de sus recursos y conocimientos permite nuevas soluciones.
P. ¿Cómo encontrar el equilibrio entre lo que pueden aportar el sector público y el privado?
R. Siempre hay quien dice que las empresas tienen muchos beneficios y por eso deben pagar todo. Pero la realidad es que una empresa no puede pagar para desarrollar nuevos medicamentos y además hacerlos llegar a todo el mundo que lo necesite. Lo que hace falta es un equilibrio entre desarrollo y acceso. Aunque con dificultades, se avanza. Las empresas están empezando a comprender que el mecanismo de valoración diferencial les permite obtener un beneficio en los países desarrollados y así poder vender a precios muy bajos en los países en desarrollo de una forma sostenible. Y el sector público se da cuenta de que no puede por sí solo innovar lo necesario para obtener nuevos medicamentos y soluciones, y que hay que invertir para conseguir que las empresas presten atención a los problemas no solucionados. Ambos están llegando a entender que trabajando juntos pueden conseguir mucho más que por separado, y estamos viendo ejemplos con este enfoque en los antirretrovirales para el VIH o la vacuna de la malaria.
P. ¿Es optimista?
R. Es un paisaje muy complejo y hay áreas en las que ha habido progreso y áreas en las que no. Ahora que he pasado del sector privado al de las ONG entiendo la preocupación por el comportamiento de algunas empresas en algunos casos. Lo importante es la transparencia, crear un ambiente en el que se puedan discutir las cuestiones. Soy optimista. Desde hace 15 años, que fue cuando yo empecé con estos temas, en el sida y también en la malaria, que tiene mucho que ver con otros problemas de salud, ha habido un progreso muy grande y es fruto de la colaboración entre todos. No se trata sólo de medicinas sino también de políticas sanitarias de prevención, información y educación.
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