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AL CIERRE
Columna
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"Y tú más"

El foco mediático del caso Millet se ha centrado, de forma inédita, en los tiempos y las formas de proceder de la justicia. La lentitud en tomar declaración a los acusados y la resolución de dejarlos en libertad durante la instrucción ha levantado una notable polvareda sobre la que ya se ha dicho y escrito casi todo. Con independencia de las posturas defendidas, cabe hacer una consideración de orden más general: como mínimo se ha abierto un debate que interesa al ciudadano, ni que sea por la vía de la indignación.

Pero más allá de los tempi judiciales, están los que marca el poder ejecutivo, todavía más reposados que los judiciales, aunque mucho menos criticados. Hasta el pasado fin de semana, no se había oído al respecto nada de interés, pues la anunciada modificación del reglamento de concesión de la Creu de Sant Jordi para que pueda exigirse su devolución no puede calificarse más que de una broma que al ciudadano se la trae al fresco. ¿Con todo lo que tiene que devolver Millet, habríamos de preocuparnos por si se queda o no con un pin? Ahora, sin embargo, los consejeros Castells, Tura y Tresserras se han reunido para establecer controles sobre el uso de las subvenciones públicas por parte de los beneficiarios. Nunca es tarde si la dicha es buena. Ya que están en eso, acaso podrían ensanchar el horizonte de análisis y el círculo de ponentes para ocuparse, además, de legislar democráticamente la financiación de los partidos, visto que el asunto del Palau también ha puesto sobre la mesa esta espinosa cuestión.

El debate político sobre el 'caso Millet' ha ido por detrás del judicial

El debate político ha sido monopolizado por el habitual "y tú más" que, como la tinta del calamar, oculta el fondo de la cuestión: la asunción de responsabilidades por parte de quienes estaban al cargo de controlar el dinero del Palau. No se les ha oído ni una mala excusa por un expolio continuado que ocurría bajo sus propios bigotes, a plena luz del día. Dice con tino Xavier Trias: "Todos hemos hecho el ridículo". Bien es cierto que unos más que otros, pero ya se ha dicho que aquí no se trata de ahondar en la comparativa. Está en juego algo mucho más serio: la credibilidad de los cargos electos. En el Palau la han perdido por completo, pero no parece que eso les angustie excesivamente.

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