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Columna
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La vuelta de Afganistán

Durante su reciente visita a Washington, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, acaba de comprometer el envío de 40 guardias civiles como instructores de la policía afgana en formación. El compromiso le habrá sido agradecido por su valor simbólico pero está claro que en absoluto cambiará las relaciones de fuerza sobre el terreno, ni producirá mejora sustancial alguna en las capacidades civiles allí desplegadas.

Ya sabemos que un anuncio semejante deberá obtener ahora la debida convalidación parlamentaria, incluida la comparecencia de la ministra de Defensa en la comisión correspondiente del Congreso de los Diputados. Buen momento para intentar que los grupos parlamentarios y el Gobierno compartan un análisis informado y también para que definan cuáles son los intereses nacionales que allí están en juego.

Nuestra estrategia debía ser preparar el regreso con el visto bueno de la OTAN

Sabemos que nuestro actual despliegue en Afganistán es casi por completo indisponible, más aún después de nuestra retirada de Irak en marzo de 2004 y de Kosovo en marzo de 2009. Nada que objetar al fondo de ambas decisiones que, sin embargo, se presentaron de forma y manera que contribuyeron a debilitar nuestra posición y a erosionar nuestra fiabilidad como socios en el escenario internacional. El éxito escenográfico del primer anuncio, el de la marcha de Irak, que precedió incluso a la reunión formal del Consejo de Ministros recién nombrado, tuvo el precio de un déficit argumental. Porque basculaba sobre la posición contraria que Zapatero había sostenido sobre ese asunto en el Parlamento, así como sobre la promesa de retirada incluida en el programa electoral.

Pero al acceder a la presidencia, habría sido más acertado que Zapatero se apuntara a la sobriedad de esgrimir el imposible de que nuestro contingente cumpliera las misiones de pacificación, reconstrucción y ayuda humanitaria que se les dieron cuando se embarcaban para allá, más aún si tenían señalada, como era el caso, una expresa renuncia a las misiones de combate. Porque en una situación de hostilidades generalizadas, como la que se daba en Irak en marzo de 2004, a nuestras tropas sólo les quedaba la opción de combatir o retirarse y entiendo cuánto mejor habría sido que al Partido Popular se le hubiera brindado la ocasión de acertar, consultándole para que se sumara a la preferencia del Gobierno a favor de la segunda posibilidad.

Respecto a la retirada de Kosovo, baste recordar la barrila que anduvo dando entonces el PP y el coeficiente de rozamiento que suscitó entre nuestros socios y aliados. Así que habida cuenta de que, en pura lógica internacional, deberíamos habernos retirado al producirse en mayo de 2008 la declaración unilateral de independencia que nosotros, con todo acierto, nos abstuvimos de reconocer, y visto que otros socios y aliados, tan bien considerados como el Reino Unido, habían procedido a retirarse antes sin recibir el menor reproche, se impone el ejercicio de identificar qué errores innecesarios de procedimiento cometimos en esta ocasión.

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Consecuencia del proceder en los casos de Irak y Kosovo es la pérdida de margen de autonomía en Afganistán, donde se diría que estamos atornillados para dar muestras de aplicación y buen comportamiento de forma que merezcamos ganar en consideración por el presidente Barack Obama. Además, sucede que nuestra participación en la misión de ISAF se articula en el marco de la OTAN y cualquier alteración debería hacerse de manera negociada. Sin causar sorpresa ni hacer excentricidades pero sin aplazar tampoco la evaluación de los riesgos que allí enfrentamos, de los objetivos que nos proponemos y de los intereses nacionales en juego.

Ahora estamos pendientes del curso que Washington dé a la solicitud de 40.000 soldados adicionales formulada por el general McChrystal. Del general sabemos su edad, en la mitad de la cincuentena; el rigor de su entrenamiento físico diario, 10 kilómetros a la carrera cargado con una pesada mochila; la ingestión de alimentos una sola vez al día y el hábito de dormir apenas cinco horas. Puede que esta serie de datos suscite admiración en determinados círculos pero aquí nos causa seria preocupación. Lo que es bueno para el comandante de un grupo de operaciones especiales puede estar contraindicado a quien se le encomienda fijar la estrategia a seguir. La nuestra, la de los españoles debería ser la de preparar con inteligencia la vuelta de Afganistán, mejor de manera concertada con los socios y aliados.

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