La 'capilla sixtina' del jazz
El club londinense de Ronnie Scott cumple 50 años convertido en leyenda
El británico Ronnie Scott, él mismo un virtuoso del saxofón, estaba convencido de que un local pequeño, sin grandes pretensiones y probablemente atiborrado de humo, era el mejor escenario para capturar el espíritu del jazz, la espontaneidad de las improvisaciones y, en sus propias palabras, "la humanidad del músico". Y no iba desencaminado cuando abrió un garito en el Chinatown londinense, ahora hace 50 años, por el que acabaron desfilando los más grandes del género, leyendas como Ella Fitzgerald, Dizzy Gillespie, Sarah Vaughan o Dexter Gordon, entre una nutridísima nómina, que convirtió el club Ronnie Scott's en la meca europea del jazz, su capilla sixtina.
El establecimiento, que cumple este mes sus bodas de oro, se trasladó hace algunos años a la calle Frith Street del vecino Soho, arranca sus sesiones a las seis de la tarde (y no a las diez como antaño) y, en virtud de las nuevas leyes, tiene vetado el paso al vicio de los fumadores. Pero todo lo demás sigue intacto, las lamparitas de luz tenue sobre las mesas, el impresionante despliegue de fotos de míticas figuras del jazz y ese ambiente íntimo que sigue atrayendo a músicos de primera fila, aunque su entorno habitual en los nuevos tiempos suela residir en las grandes salas de conciertos.
Ella Fitzgerald, Dizzy Gillespie y Sarah Vaughan pasaron por allí
Porque el Ronnie Scott's es un pedazo de la historia del jazz, la casa de tantos músicos que a lo largo de cinco décadas protagonizaron también un impagable anecdotario. Como el día en que Nina Simone, agobiada por su retraso, se abrió paso entre el público y, con el abrigo todavía puesto, comenzó su actuación. O aquella noche en que Sonny Rollins, finalizada su sesión magistral de saxo, pidió permiso para quedarse a trabajar en una de las mesas del auditorio: cuando abandonó el local, entrada la mañana, ya había compuesto la banda sonora de la película Alfie (1966).
Fruto de la obsesión de Scott y de su colega saxofonista Pete King por replicar en Londres el ambiente de los clubs de jazz neoyorquinos que recorrieron a finales de los años cuarenta fue un primer establecimiento (Club Eleven) que se saldó en fracaso. Ambos se volcaron en sus respectivas carreras hasta que, en 1959, lo intentaban de nuevo en un pequeño sótano de Gerrard Street, un escenario en el que apenas había espacio para un cuarteto.
Las restricciones de los sindicatos no permitían por aquel entonces la visita de músicos procedentes del otro lado del Atlántico, pero Scott consiguió superarlas a base de negociaciones, abriendo con ello su local al estreno en Europa de una procesión de artistas americanos. Bill Evans, Stan Getz, la orquesta de Buddy Rich, Chet Baker, Carmen McRae y una lista tan interminable como famosos los rostros que empezaron a dejarse caer por el club (desde Judy Garland a los miembros de los Beatles), aunque nunca recibieron un trato distinto al de cualquier modesto aficionado. Si el jazz ya no es visto como un espacio elitista en el Reino Unido, en parte se debe al Ronnie Scott's.
Su instigador, programador y director tocaba regularmente con quintetos y sextetos, que incluían los mejores músicos de jazz británicos. Fue en este mismo local donde, por ejemplo, Miles Davis descubrió al británico Dave Holland, uno de los gigantes del contrabajo. Ronnie Scott -cuyo verdadero nombre era Ronald Schatt- también solía ejercer de maestro de ceremonias, con introducciones en las que siempre se colaba algún chiste de su repertorio. "Tendrían que haber estado en el club el lunes pasado. Un tipo telefoneó para saber cuándo empezaba la sesión y le respondí '¿A qué hora puedes llegar?", bromeó en una ocasión sobre los sobresaltos financieros que siempre le acuciaron y que, en los años ochenta, forzaron a buscar nuevos socios. Ronnie Scott murió en 1996 a los 69 años y un tiempo más tarde su compañero Peter King vendía el negocio a la empresaria teatral Sally Greene, que ha volcado sus esfuerzos en preservar el legendario club como un punto ineludible en el mapa de los apasionados del jazz.
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