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Reportaje:DECORACIÓN

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Por qué la complejidad, la belleza y la magia se tienen que reservar para los museos? ¿Por qué la esfera de lo cotidiano tiene que resignarse a lo anodino?" Las reflexiones las plantea Izaskun Chinchilla, una joven arquitecta madrileña que repiensa con la misma intensidad y espíritu innovador el reordenamiento de una ciudad que la reforma de una casa obrera. Fruto de un trabajo de orfebre a diferentes niveles, ha convertido un piso muy compartimentado y sin carácter de 95 metros en Pueblo Nuevo (Madrid) en un escenario efervescente, funcional y sostenible para tres jóvenes (dos chicos y una chica) que adoran la vida, la lectura y el cine. Los obreros lo apodaron Manhattan. Y algo de eso tiene. Las paredes y suelos tatuados con dibujos, texturas y tonos intensos no sólo hablan de historias y de vivencias personales, sino que desprenden un aire de pertenencia e identidad que sólo se respira en ciudades emblemáticas. Pero hay más. Bajo este estallido ornamental -que juega con la luz y las perspectivas sabiamente- subyace una distribución racional que fabrica metros, luz y aire. "Se han eliminado los pasillos y distribuidores, que despilfarraban un 25% de superficie, y ahora todo es espacio vivible", apunta Chinchilla. Un gran loft central de más de 30 metros, e ideado para estar todos juntos, permite respirar amplitud y confort reduciendo el gasto energético. Con ventanas en dos fachadas, el ambiente no sólo atrapa más sol y reduce el uso de bombillas, sino que disfruta de una ventilación cruzada que asegura una renovación de aire constante y, gracias a las rejillas integradas en las ventanas, controlada en invierno.

Y si una U de libros define un sofá-estancia donde tumbarse a leer o ver proyecciones de cine en grupo, otra U acota el ámbito de la cocina justo en la entrada. Entre ambas zonas, una mesa extensible funciona de comedor o puntual mesa de trabajo o improvisada barra de bar en las fiestas. Sólo hay una ducha, pero dos inodoros, para doblar servicios y respetar intimidades entre ellos y ella. Y tres dormitorios, para contar con una cama para cada uno. Una habitación invernadero -que es un balcón acristalado que regula térmicamente la vivienda y elimina el aire acondicionado- crea un rincón para soñar. "Para vivir, además de espacio y luz, precisas fascinación", concluye Chinchilla. 

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