Lecciones de geometría
Céline y Givenchy levantan el ánimo de los desfiles de París
¿Hay esperanza para las mujeres que no quieran pasarse la próxima primavera entre lazos, volantes y encajes? Sí, y se llama Givenchy. El domingo por la tarde, la colección de Riccardo Tisci para la firma desatascó una semana de la moda de París un tanto atorada. Fue un ejercicio de depuración con innovadores patrones de formas geométricas que alargaban la silueta hasta el infinito.
Un desfile de madurez del estilo que Tisci ha hilvanado desde su llegada a la casa en 2005. Filtrando influencias árabes y los años sesenta en Roma en una melodía singular, tan alejada de esos referentes pasados como de su legión de imitadores. Los talleres de alta costura se dividen en dos categorías, sastrería y flou (prendas dúctiles y menos estructuradas). Tisci combinó sabiamente ambas disciplinas en un mismo atuendo con una factura impecable: una chaqueta torera se abría sobre un top plisado y anárquico y la línea languidecía hasta unos pantalones ajustadísimos. El blanco y negro inicial servían para subrayar la lección de geometría. Una vez aprendida se recitó, de la cabeza a los pies, en un potente grafismo inspirado en los tejidos árabes de aspecto vagamente psicodélico.
El problema es que Stella McCartney llevó la simplicidad demasiado lejos
Hay algo reconfortante en una colección que no trata a las mujeres como muñecas. De acuerdo, los vestidos drapeados con exagerados bordados de Tisci tal vez no estén pensando en una chica que va en autobús a la oficina, pero había en su trabajo originales formas de resolver dilemas prosaicos: excitantes monos (sí, es posible), estupendas chaquetas.
Ése era, en teoría, el punto de partida también de Stella McCartney. "La mujer de hoy tiene la confianza para ser, simplemente, ella misma", rezaba su programa ayer por la mañana. El problema es que McCartney llevó esa simplicidad un poco demasiado lejos. No hace falta congregar a tanta gente (Gwyneth Paltrow y papá Paul, incluidos) para enseñar una falda vaquera con camisa blanca y unas sandalias de corcho. Por mucho que bautices Linda a los zapatos en recuerdo de mamá.
La escasa ambición de McCartney resultaba especialmente llamativa en el día en que su principal rival, su antigua asistente Phoebe Philo, volvía a la moda. Lo hizo con una colección mucho más consistente. Philo sucedió a McCartney con gran éxito en Chloé hasta que hace tres años dejó el negocio para dedicarse a su joven familia. Ayer volvió a con su primera colección para Céline.
Philo quiso marcar distancias con la estética dulce que popularizó en Chloé. A ritmo de tecno marchó su nueva visión: más árida y minimalista. La herencia marroquinera de la casa se vio en el uso de cuero para camisetas o minifaldas. Con sutiles variaciones de tonos arena, blanco, azul marino y caqui dibujó Philo un paisaje deportivo y funcional. En él, la ubicua gabardina (no hay colección en la que no aparezca) se convertía en un sensual vestido y la parka militar se feminizaba. A excepción de unas incomprensibles camisetas-bolero en piel, todo rezumaba un atractivo sentido común.
Ver pantalones generosos, bien cortados y favorecedores como los de Philo no es fácil estos días en París. Para empezar, porque muchos diseñadores han decidido entregarse exclusivamente a lo mínimo. Lo hizo Karl Lagerfeld para su propia firma el domingo por la mañana. Ni uno solo de sus pantalones y faldas alcanzaba el ecuador del muslo. Igual de corto se quedó Giambattista Valli ayer. Su ropa vive en el País de Nunca Jamás de la jet-set, pero ahora allí no hay largo que valga. Flecos, plumas y bordados se concentraron en la parte superior dejando las piernas sistemáticamente al desnudo.
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