El nuevo éxodo rural es de mujeres
Los municipios pequeños se masculinizan - Ellas, con más estudios, buscan trabajo fuera y abandonan un mundo patriarcal que las condenaría a repetir antiguos roles femeninos
La despoblación rampante que sufre la España rural tiene un funesto factor cualitativo que la aboca a tiempos peores: son las mujeres, en edad productiva y de procreación, las que se están marchando. Los hombres de la misma edad van cayendo en la soltería y han quedado atrapados en el negocio familiar que, en tiempos, facilitaba la vida y hoy ha perdido mucho brillo y rentabilidad. Por cada 80 mujeres hay 100 hombres en los pueblos de menos de 10.000 habitantes, un porcentaje más acusado aún en municipios más pequeños.
La masculinización llega a niveles preocupantes en algunas zonas, donde se da un reparto de sexos similar al que se encuentra en ciertas partes del mundo (China, India) tras décadas evitando el nacimiento de niñas. La llamada generación sándwich, o generación soporte, entre los 30 y los 49 años, sufre, además, las consecuencias de una población muy envejecida que obliga, sobre todo a las mujeres, a perpetuar arcaicos roles femeninos. Este desequilibrio demográfico está "amenazando la sostenibilidad del mundo rural y será la causa de la desaparición de muchos pueblos pequeños", si nada lo remedia, concluye un estudio de la Fundación La Caixa elaborado desde distintas universidades y coordinado por Luis Camarero, director del departamento de Teoría, Metodología y Cambio Social de la UNED.
Los hombres se quedan a cuidar el patrimonio familiar heredado Un 30% de los mozos vive en la casa paterna, el doble que ellas
Uno de cada 10 hogares rurales tiene una persona dependiente Los 'neorrurales' dinamizan algunas zonas y ya son un 17% de la población
Sólo el 38% de las personas entre 30 y 49 años del mundo rural vive en el mismo municipio en el que nacieron, cuando en 2001 era el 44,5%. Tras estas cifras, el éxodo de las mujeres responde, en primer lugar a lo que se ha llamado la "huida ilustrada": ellas tienen más estudios y aspiran a trabajos cualificados que los pueblos no pueden ofrecerles. Al mismo tiempo, el campo ha seguido antiguos modelos hereditarios que priman al varón como sucesor de los negocios familiares. "Ellos se han quedado como los tristes guardianes del patrimonio familiar, que además, se ha desvalorizado frente al modelo de salarios urbanos, lo que les ha convertido en malos partidos en el mercado matrimonial", explica Camarero. Los hombres que viven solos llegan al 12% y estos "tardojóvenes" que aún no se han emancipado del hogar paterno alcanzan un 30%, una tasa que duplica la femenina.
Por contra, las mujeres no quieren repetir asfixiantes esquemas tradicionales y el medio rural "amplifica la desigualdad de género, la subordinación del mundo femenino al masculino", prosigue Camarero. Los restrictivos mercados laborales para la mujer les dificulta separar la vida doméstica de la productiva". Así que las que se quedan, saben que pueden correr el riesgo de dedicar su vida a criar hijos y aliviar la vejez de sus mayores. Y vaya si lo hacen, aún a costa de sus empleos. El envejecimiento (un 18% de la población supera los 70 años) genera altas tasas de dependencia, que se muestran en unas 750.000 personas en el mundo rural. Alrededor de un 10% de hombres y mujeres, solos o casados, convive en el pueblo con una persona dependiente, pero son ellas las que se encargan de cuidarlos.
La encuesta de la Fundación La Caixa, elaborada en 2008 entre 1.800 habitantes, pone de manifiesto que casi un tercio de las mujeres encuestadas había cuidado a un mayor dependiente la semana anterior, cerca de nueve puntos por encima de los hombres. El coordinador del estudio, Luis Camarero, y una de sus autoras, la profesora de Psicología Social de la Universidad de Valladolid Fátima Cruz, hicieron hincapié en la necesidad de modificar el papel asignado a las mujeres en el campo respecto al cuidado de los abuelos.
Uno de cada 10 hogares tiene un dependiente y la mitad de las personas de 30 a 49 años se hace cargo de ellos en su propio domicilio o en otro de la localidad. Pero mientras al hombre no le supone merma alguna en su trabajo, a ellas las conduce al desempleo o a permanecer en casa sin buscar una ocupación remunerada. La población activa masculina es un 97,6% con dependientes y la misma cifra sin estar al cargo de dependientes. Mientras que entre las mujeres la tasa de inactividad crece significativamente cuando tienen un dependiente a su cargo, pierden casi 10 puntos en el porcentaje de empleo.
Ausencia de guarderías, de transportes públicos, de servicios básicos sanitarios, educativos están en el origen de parte del éxodo femenino. "Sólo la cuarta parte de los menores de seis años va a la guardería y, cuando las hay, la rigidez de horarios abunda en la inaccesibilidad. En muchas ocasiones se contrata a otra persona para que se encargue de los niños", dice Camarero. Y Fátima Ruiz se detiene en el transporte: "Ahora las jóvenes casi se sacan el carné de conducir el día de su 18 cumpleaños, pero las mujeres más mayores tienen una movilidad más reducida". Sin embargo, a pesar de que hay menos carnés de conducir en manos femeninas, ya sea en transporte público o privado, de nuevo son las mujeres las que se desplazan a la ciudad para llevar o acompañar a alguien por algún motivo. Un 35,1% de ellas lo hizo. Los hombres están casi en el mismo porcentaje, pero no llegan. Las compras, los niños, el médico son funciones para las que se desplazan fuera y cada vez más están al cargo de las mujeres.
La falta de servicios básicos que menciona este estudio, y que está siendo en parte la razón del éxodo a la ciudad, no se le pasa por alto a José María Martín Patino, presidente de la Fundación Encuentro, desde donde se elaboran exhaustivos informes sociales cada año. "La discriminación es total en el mundo rural. El Estado no se ha tomado en serio esta forma de vida y los pueblos se están deshuesando. Se les ha arrebatado la autonomía que tenían. Hemos pasado de un centralismo a 17 centralismos", lamenta.
¿Qué se necesita para frenar esta sangría de población? "Inversiones y comunicaciones", responde el alcalde de Cudillero (Asturias), Francisco González, que preside la comisión de Desarrollo Rural en la Federación Española de Municipios y Provincias. "Si el que contamina paga, el que conserva cobra. Es muy fácil pedir que estos entornos sigan como siempre, con los prados, los bosques, las casas, pero todo eso tiene un coste, vivir en el pueblo tiene sus costes". González propone un fondo de sostenibilidad "porque no es de recibo que se hagan pasarelas para que los linces crucen la autovía y haya ancianos que tienen que dar un tremendo rodeo para ir al médico".
Comunicaciones, dice González. Pero las carreteras, más que frenar el éxodo rural han sido la vía de escape para huir a la ciudad. A mejores comunicaciones más fácil es trabajar en el campo y vivir en la ciudad, cerca de los servicios que no existen en el pueblo. Por otro lado, de nada sirven las carreteras "si un enfermo tiene que ir a la cabecera de la comarca y esperar hasta la tarde para volver porque no hay otros autobuses", apostilla Martín Patino.
Hay otras comunicaciones que quizá sí podrían ahora contribuir a la permanencia en los pueblos: las nuevas tecnologías. Pero el acceso a ellas, dificultoso en muchos casos, inexistente en algunas zonas, no allana el camino. "El ADSL ha tardado porque no era rentable, pero es que la carencia de las nuevas tecnologías no se mide sólo por la llegada de la banda ancha, sino por la pésima estabilidad que tiene la conexión en los pueblos. Ahora parece que algo está cambiando, pero hay zonas de sombra en poblaciones que apenas distan de la ciudad ocho kilómetros", detalla Agustín Blanco, director general de la Fundación Encuentro.
Esas dificultades están frenando las posibilidades de los jóvenes que viven en los pueblos y obligándoles a marchar. "Hemos visto al elaborar nuestro estudio para La Caixa iniciativas muy interesantes, pero se hace necesario un replanteamiento cultural", sostiene Fátima Cruz.
Esta profesora, que es además secretaria de la cátedra de Estudios de Género de la Universidad de Valladolid, insistió en las desigualdades entre hombres y mujeres en el ámbito rural y en la necesidad de paliar ese extremo. De parecida opinión es Teresa López, presidenta de la Federación de Mujeres Rurales (Fademur) de la Unión de Pequeños Agricultores. "La sociedad rural es todavía muy patriarcal, las mujeres no lo tienen fácil. Sobre violencia de género, por ejemplo, sabemos que hay especificidades, pero no disponemos de datos. Pero sabemos que es un problema difícil de combatir en los pueblos, porque las mujeres la perciben con más dificultad. A veces no son conscientes de su sumisión y no siempre encuentran ayuda en la familia. Hay que trabajar en programas de prevención, no podemos correr el riesgo de que las conquistas sociales corran a distinta velocidad en la ciudad y en el campo", afirma.
Los autores del estudio de La Caixa quisieron ayer mostrar también la cara alegre de la moneda en el mundo rural. La llegada de gente que traslada su residencia desde la ciudad al campo. Los neorrurales, nuevos residentes, suponen un 17% de la población y si bien no pueden frenar la despoblación, sí están contribuyendo a dinamizar la vida en los pueblos. "Son gente joven que aporta hijos, que mantienen abiertas las escuelas y animan a los locales a seguir viviendo en el campo. Pero la movilidad es clave para todo esto", explicó Fátima Ruiz. Un 55% de los hombres y un 66% de las mujeres (en pueblos de menos de 100 habitantes) se mueven de municipio para ir al trabajo.
Los pueblos tienen sus luces y sus sombras, sus carencias y su calidad de vida. Son otros modelos de enfrentar el día a día, el trabajo, la crianza de los hijos. Cruz es optimista. A pesar de que cree que muchos municipios pequeños desaparecerán opina que hay "una revalorización de lo rural". Ahora se percibe "un mayor orgullo" por vivir en un pueblo.
La brecha
Algunos expertos opinan que la brecha entre los pueblos y las ciudades se está agrandando porque determinadas conquistas sociales que se abren camino en las grandes urbes apenas tienen penetración en el mundo rural. Se refieren a la discriminación de género, más acusada en el campo, a la invisibilidad de homosexuales en los pueblos, a un mayor silencio contra la violencia de género, por ejemplo. Pero también al mejorable acceso a las nuevas tecnologías, que no acaba de consolidarse.
Y mencionan servicios básicos, sanitarios, educativos, residencias de ancianos, espacios de ocio, transportes públicos. Todo ello le lleva a José María Martín Patino, experto conocedor del mundo rural a afirmar rotundo que la gente en los pueblos "no está teniendo acceso a los mismos derechos que disfrutan en la ciudad. Y eso es anticonstitucional", afirma.
También se quejan los alcaldes. Francisco González, responsable de pueblos pequeños en la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) opina que estos municipios "salen siempre perdiendo en las negociaciones, algo que no ocurre en otros países de Europa, porque aquí se prima en exceso el número de habitantes para las inversiones. Si el criterio es la población, estamos perdidos". González cree que a los pueblos no se les está compensando "el esfuerzo que hacen por mantener el medio ambiente" y cree que debería haber mecanismos de discriminación positiva.
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