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Columna
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Libros de lujo

Cuando la dependienta me dijo el precio total de los libros de mis hijas para 2º y 4º de la ESO casi me caigo del susto: ¡525 euros! Menos mal -pensé- que como sólo se llevan dos cursos a la pequeña le han servido dos textos de la mayor. Asombrosamente, a pesar del corto periodo de tiempo transcurrido, ninguno de los otros volúmenes le servían. Para ello, se utilizan dos viejos trucos. Hacer que el alumno escriba tanto en el manual que sea imposible su reutilización es una de las tretas. La otra es tan antigua como burda. La editorial saca una nueva edición con un nuevo ISBN, en donde ha cambiado las fotografías y los títulos de los apartados, además de modificar el orden de los capítulos. El contenido es exactamente el mismo, incluso el nombre de la obra, pero la apariencia inicial es que se trata de un producto completamente nuevo que es preciso adquirir.

Tras años de ejercer la docencia en la Universidad me sigue dando dolor de corazón el tener que aconsejar a los alumnos la compra de algún libro por encima de los 20 euros. De hecho, se pueden cursar la mayor parte de las asignaturas de Periodismo con volúmenes por debajo de dicho precio. Sin embargo, compruebo que la inmensa mayoría de los textos que utilizan en los centros de Secundaria -y eso que no son precisamente pródigos en páginas- rondan los 30 euros.

La filosofía con la que se puso en marcha la ESO fue la de alargar la enseñanza obligatoria y gratuita hasta los 16 años. El hecho de que los libros de texto para poder estudiar dicho ciclo escolar se hayan convertido en un artículo de auténtico lujo provoca que el objetivo de prolongar la educación universal se convierta en una falacia. ¿De qué sirve mantener escolarizados a muchos jóvenes dos años más si para muchas familias la adquisición de sus libros -y más en tiempos de crisis- supone un auténtico mazazo económico?

Algunas autonomías ya están tomando medidas para poner fin a esta sangría, como la reutilización de los libros, la obligatoriedad de mantener los mismos títulos y contenidos durante un mínimo de años a fin de que puedan pasarse de unos hermanos a otros o, sencillamente, mediante la subvención -total o parcial- por parte de la Administración de la compra de los textos.

El ministro de Educación, Ángel Gabilondo, acaba de anunciar que para el próximo 10 de abril los 400.000 alumnos de 5º de Primaria de toda España dispondrán de un ordenador portátil. El siguiente paso debería ser animar a los centros a servirse de los recursos educativos, en su mayor parte gratuitos, de la denominada Web 2.0 (plataformas de e-learning como Moodle, material audiovisual existente en la red, etc.), a fin de que la dependencia del texto escolar de lujo vaya decreciendo paulatinamente. Aunque para algunos, como decía el entrañable Alfredo de Cinema Paradiso, el progreso siempre llega tarde.

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