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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pacto por la enseñanza

La crisis hace más necesario el acuerdo sobre una reforma no partidista de la educación

El País

No debería caer en saco roto la propuesta de pacto por la educación adelantada por Zapatero. Es un asunto que ha sido tratado con demasiado partidismo en el pasado y que, sin embargo, requiere acuerdos de fondo que vayan más allá de una legislatura. La experiencia reciente es que los temas educativos han sido tratados como un elemento de confrontación ideológica, extremando las diferencias, alentando la oposición, cuando no el bloqueo, de las iniciativas provenientes del otro partido y generando una dinámica de cambios que responden más a los ciclos de gobierno que a las necesidades de un sector maltrecho.

Y sin embargo, todos los expertos reconocen que las deficiencias de nuestro sistema educativo son uno de los factores que más pesan en el retraso en el cambio del modelo productivo. Y es también conocido que PSOE y PP han utilizado las dificultades que entraña modificar un campo tan complejo para debilitar al otro. Ya es hora de cambiar este escenario. La crisis supone una dificultad a la hora de aplicar medidas que impliquen aumentar el gasto público, pero también pone de manifiesto las debilidades más profundas de nuestra organización social, por lo que puede convertirse en una oportunidad para afrontar problemas menos evidentes en otras fases del ciclo económico.

Por su largo recorrido y la necesidad de que los cambios sean aceptados por el conjunto de la sociedad, las reformas educativas exigen el acuerdo de los dos partidos. No sería bueno que el anuncio de Zapatero se quedara en un mero gesto, ni que el PP supeditara el acuerdo a la aceptación de sus propios postulados. Las deficiencias de la Formación Profesional, la baja tasa de jóvenes con educación secundaria posobligatoria, la necesidad de fortalecer la autoridad y la competencia de los profesores, o la adaptación de nuestras universidades al proceso de Bolonia requieren concertación, es decir, discusión y acercamiento de posturas y no una simple afirmación de las ideas propias frente a las ajenas.

Haría falta, en particular, la suficiente altura de miras para evitar polémicas sobre asuntos menores, como el de la Educación para la Ciudadanía, que caldean a los incondicionales pero ni siquiera rozan el núcleo del problema. El pacto, además, podría tener un efecto refrescante sobre un panorama político general caracterizado por un banal enfrentamiento sin tregua.

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