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Nada volvió a ser igual

Nada volvió a ser igual. La bamba pasó a llamarse Twist and shout.

Las camisas de los domingos perdieron el almidón e incluso el cuello. Nuestros pelos se fueron asemejando a los del príncipe valiente, y mientras las greñas crecían, las faldas menguaban. Las guitarras españolas se enchufaron a la corriente

y de pronto nos dimos cuenta que sabíamos inglés She loves you yeah, yeah, yeah… Los conjuntos cambiaron su repertorio. Los vendedores de instrumentos musicales hicieron su agosto en plazos de 48 mensualidades.

En las noches de aquellos días, los tocadiscos giraban a revoluciones desconocidas hasta la fecha y las adolescentes que amábamos perdían el corazón por la garganta pensando en ellos mientras fingían bailar conmigo Love, love me do…

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Antes que ellos hubo otros, y otros vendrían después, pero nadie como ellos agitó el poso de nuestras vidas.

A su imagen y semejanza nos hicimos rebeldes. Nos convertimos en individuos socialmente nocivos y en alguna ocasión nos atrevimos a ser irreverentes con la autoridad. Compartimos con ellos el primer canuto. A su vera hicimos el amor y a sus órdenes desertamos de la guerra.

Tal vez no fue suya toda la culpa, pero cuando estas cosas pasaron, ellos estaban allí y les juro que desde que llegaron a nuestras vidas nada volvió a ser igual.

Larga vida y gratitud a aquellos cuatro chicos de Liverpool que decían ser más famosos que Dios aunque sólo fuera para escandalizar a sus representantes en la Tierra.

Y luego está su música…

Ah, su música…

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