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El médico que hace de todo

El Colegio de Médicos denuncia falta de facultativos rurales en verano, cuando aumenta la población de los pueblos

Elena G. Sevillano

Vicente Palomo conduce por las calles angostas de Torrelaguna con el brazo izquierdo asomado a la ventanilla. "Buenos días, don Vicente". Y él levanta el brazo y saluda: "Qué tal vamos, Francisca". Y así a cada rato. "¿Qué hay, don Vicente?" "Buenas, don Vicente". No le merece la pena subir el cristal. "Yo soy médico de pueblo por vocación", declara, casi sin que le pregunten. Su jornada vuela entre citas en la consulta, visitas para controlar a pacientes que no pueden desplazarse y avisos domiciliarios. Aquí, el servicio de urgencias es él. El pediatra es él. Hasta el trabajador social es él. "La medicina rural es la más integral de todas", resume, con un punto de orgullo. Pero lo que para Vicente Palomo es el paraíso del galeno, para muchos de sus compañeros es un fastidio. ¿Cuántos quieren irse a 60 kilómetros de Madrid, en plena sierra norte, a un pueblo de 4.671 habitantes? No tantos como sería deseable, opina el Colegio de Médicos.

Faltan médicos rurales. Y en verano, con el aumento de población, todavía más. Durante julio y agosto, asegura el vocal de Titulares y Rurales de la entidad, Alberto López Rocha, se duplica y hasta triplica la asistencia sanitaria diaria. "Se necesitan refuerzos", reivindica. "Un médico de zona rural atiende a una media de 40 o 45 pacientes durante el año, pero en verano aumentan hasta 60 y 65".

Es media mañana y a la consulta, en un centro de salud amplio y luminoso, llega Francisca Espinosa, de 78 años. "Vengo a tomarme la tensión", anuncia. Mientras espera -porque "don Vicente siempre está muy solicitado"- comenta cómo ha crecido el pueblo con hileras de chalés a lado y lado y cómo en verano se tarda más en conseguir cita. Pero ella venía por la tensión. "No puedo tomar sal... pero la tomo", dice, y achica los ojos, pícara. Hoy no es un día normal. Hay huelga y se han dado menos citas. Aun así, Palomo tiene 36 pacientes. El primero, a las 8.30. El último, a las 14.15. Tiene 1.800 tarjetas. Así, en abstracto, pueden parecer pocas o muchas, depende. En Torrelaguna, con mucha población anciana y de rentas bajas, son muchas.

"Los mayores sólo nos tienen a nosotros. Somos todos sus recursos", señala Palomo, que lleva en el pueblo desde 1987. Hizo la residencia en el Gregorio Marañón y probó el trabajo hospitalario. "No era lo mío". Lo suyo es coger el coche, con la ventanilla abierta, y plantarse en casa de la señora Catalina, que sufre una insuficiencia cardiaca y otros achaques propios de sus 84 años. Apenas se mueve de la silla, así que Vicente se agacha y comprueba los vendajes que le han puesto para que no se roce los codos, le toma la tensión, le hace una glucemia... "¿Quién soy yo?", le pregunta. El marido, Emilio, se lo chiva por lo bajini. "Usted es don Vicente". "¿Y cuántos años tiene?". Pues ya ni me acuerdo, contesta ella.

El médico encuentra a Catalina algo decaída, lloriqueando. Ha oído a su marido y a sus hijas hablar de llevarla a una residencia. Está asustada. Pero ellos no pueden más. Necesita su ayuda para todo. "Y yo tengo ya muchos años", dice Emilio, mientras enseña una ducha que no está adaptada a una persona discapacitada. A su hija Sagrario, de 58 años, también se le saltan las lágrimas: "Llevamos así cinco años y ya no podemos. ¿Qué hacemos? ¿Qué hacemos?". Palomo y sus otros dos compañeros médicos están siempre en contacto con los servicios sociales. "Trabajando en Madrid no se ven tantos problemas sociales", afirma. "Y si pasa algo en la calle allí llaman al Samur. No visitan a niños. Aquí, en cambio, tocamos todos los palos".

El doctor López Rocha cree que Sanidad debería "incentivar a los médicos de zonas urbanas para que se trasladen durante el verano a las rurales". Cobran lo mismo, trabajen donde trabajen. También exige que se refuerce la asistencia y se destine presupuesto a pagar a un sustituto durante las vacaciones de los médicos rurales. "Esto sólo se hace cuando sólo hay un facultativo. Si hay más, el resto se reparten a sus pacientes". Sanidad reconoce que, en verano, "la población aumenta considerablemente", pero asegura que ya se contratan refuerzos. "La consejería prioriza la cobertura de los puestos en consultorios y centros rurales. Ante la disponibilidad de suplente, se oferta en primer lugar la contratación de éstos".

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Palomo, que es el coordinador de su centro, discrepa. "Nos han dicho que no tenemos presupuesto para cubrir las vacaciones de verano". Está habituado a arreglarse con lo que hay. En Torrelaguna, por ejemplo, no hay pediatra fijo. Visita sólo los miércoles. También se acostumbra a lidiar con el hospital de zona, el Infanta Sofía de San Sebastián de los Reyes. Aunque le sigue fastidiando, por ejemplo, que una de sus pacientes, a la que ha derivado por una posible pancreatitis, le cuente que tres horas después de llegar a urgencias aún no la ha visto nadie. Mentar el Infanta Sofía en la sala de espera de Palomo es verse desbordado por una tromba de quejas. "No hay personal". "A mi madre la tuvieron 48 horas sin medicación". "No hay especialistas de nada. Sólo te hacen lo básico". Pero el médico rural es otra cosa. Siempre está ahí. Como dice Francisca, la que venía a tomarse la tensión, "si él puede solucionarte el problema sin salir del pueblo, tanto mejor".

El médico Vicente Palomo toma la tensión a una vecina de Torrelaguna.
El médico Vicente Palomo toma la tensión a una vecina de Torrelaguna.C. MANUEL

Ejercer en el campo

- En la Comunidad de Madrid hay 21 centros de salud rurales y 158 consultorios. En ellos atienden las necesidades de salud de la población un total de 168 médicos de familia, 38 pediatras y 154 enfermeras, según la Consejería de Sanidad.

- De los casi 90.000 médicos de atención primaria que hay en España sólo 20.000 ejercen en poblaciones de menos

de 15.000 habitantes, según datos de la Organización Médica Colegial.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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