Cita con la diva
La supermodelo, la diosa de ébano, la musa de los diseñadores, la superestrella glamourosa, la diva insufrible, la fiestera, la profesional de la impuntualidad, la lanzadora de móviles, la eterna demandada, la adicta a los flases, la devorahombres, la incansable recaudadora de fondos, el símbolo antirracista, la activista antipieles que viste pieles, la mujer más bella de su tiempo, la peor cantante del mundo. Con 25 años de carrera, Naomi Campbell tiene un máster en iconografía pop. Una fábrica de noticias, tópicos y medias verdades a la que ahora, con 39 años, pretende echar el freno. Pese a lo mediático de su figura, lleva dos décadas cultivando cierto misterio e inaccesibilidad. Y ésa es la faceta que ahora quiere explotar. "Nunca enseño quién soy en realidad. Y no creo que lo haga nunca", resumirá al final de la entrevista.
Llega hora y media tarde a la cita con El País Semanal. En una casa espectacular en Ibiza aguardan su representante en España, una publicista portuguesa, el equipo de la sesión fotográfica y el trío a quien confía su aspecto: peluquero, maquillador y "diseñadora de pestañas", volados desde Londres para este reportaje. La acompaña su enésima asistente. Dado el historial de demandas que colecciona de sus predecesoras, imposible no mirarla con cierto morbo (resulta ser una chica bastante normal, ni particularmente estresada ni, desde luego, víctima de ningún maltrato aparente). La sala espera aterrorizada las primeras palabras de la modelo. Se quita las gafas de sol, saluda al fotógrafo. Ya ha trabajado con él en dos ocasiones. Le besa. Respiro de alivio general. Se decide unánimemente que Naomi está de buenas y se celebra en silencio. Mientras baja a maquillarse, comentan lo típico: que está muy guapa, que tiene la piel estupenda, que se nota que ha dormido bien, etcétera. Y que le ha encantado la casa. Que se ha interesado por ella, exactamente. Sólo falta un abrazo grupal.
La publicista marca un montón de líneas rojas. Entre otras muchas cosas, no se le puede preguntar por su relación con el billonario ruso Vladímir Doronin, el hombre que supuestamente la ha convertido en una balsa de aceite, que eventualmente podría llevarla al altar y por quien ella estaría dispuesta a abrazar la fe ortodoxa. Todo según la prensa inglesa. Tampoco por ninguna otra relación anterior. Ni por sus problemas legales. Ni por qué está en Ibiza. Ningún dato que dé alas a los ávidos paparazzi españoles, dice. Naomi está en paz, feliz, tranquila, se ha volado a mucha gente para esta producción y conviene no tentar a la suerte. Sí se puede hablar, y mucho, de sus obras humanitarias y su colaboración con Dolce & Gabbana. Es la nueva imagen de uno de los cinco nuevos perfumes que D&G lanza este otoño. Una campaña en la que comparte protagonismo con las igualmente recuperadas Claudia Schiffer (38 años) y Eva Herzigova (36) y que confirma el revival del fenómeno de las supermodelos de los noventa que tan buenos réditos está generando a Campbell.
ANTES DE LA ENTREVISTA, el trío de habituales la peina y maquilla en un silencio sepulcral. Nada hace pensar que se conocen, quizá por eso los elige. A Naomi no le gusta que le hagan la pelota ni que le den la chapa, es evidente. Teclea dos móviles que guarda en el bolso que tiene en el regazo. Con exhibicionismo, como exige el personaje. Durante la entrevista tampoco dejará de hacerlo. Según dirá después, había un tercer móvil, pero se le cayó el otro día al mar.
Iman o Naomi sims fueron un ejemplo antes que yo. Simplemente actúo. No busco credenciales"
Lo consigue. Todo el mundo está nervioso. Da la sensación de que tiene que cumplir con su fama. Ha concedido múltiples entrevistas televisivas para limpiar su imagen de diva agresiva y caprichosa, pero a primera hora de esta mañana de julio parece encantada con la imagen que proyecta. No eres exactamente la chica de al lado, le pregunto. "No voy a pretender algo y luego ser otra cosa. Se trata de ser honesta".
No lo tuvo fácil. Mientras en los noventa sus amigas Claudia Schiffer, Linda Evangelista o Christy Turlington -ninguna más famosa que ella- firmaban lucrativos contratos con compañías de cosméticos, ella protagonizaba portadas y videoclips, abría y cerraba los desfiles más prestigiosos, era la musa del fin de siglo..., pero estaba vetada en la liga comercial. La de los productos que se venden en supermercados y no en escaparates de lujo. Supuestamente, Revlon, la marca que hizo millonaria a Cindy Crawford, le hizo una oferta, pero por mucho menos que a sus compañeras caucásicas. Naomi la rechazó por injusta. "Ha habido muchas veces en mi carrera en la que me han pedido que cobrara menos... No ha sido una compañía en particular", matiza.
A PRINCIPIOS DE DÉCADA, Procter & Gamble saldó esta deuda histórica. Bajo el nombre de The Design House of Naomi Campbell, el gigante de la cosmética ha lanzado siete perfumes que han sido un éxito en varios países de Europa, Oriente Próximo y Asia. Su ejemplo ha pavimentado el camino para que otra modelo negra, la etíope Liya Kebede, disfrutara hasta hace poco de un contrato con Estée Lauder. O que la dominicana Arlenis Sosa firmara recientemente con Lancôme. Siguen siendo casos excepcionales. "Se podría decir que Iman, Pat Cleveland o Naomi Sims fueron ejemplos antes que yo. En cualquier caso, creo que es la mente de la gente lo que no se puede cambiar. Yo simplemente actúo, no busco credenciales. Pero por más que pienso que el año pasado se avanzó mucho en esta dirección, este año hemos desandado todo lo andado. Porque no veo a ninguna mujer negra, o de ninguna otra raza, en grandes campañas publicitarias". Se refiere a la publicación en 2008 de un número especial de Vogue Italia que denunciaba el racismo de la industria y en el que sólo aparecían mujeres de color, entre ellas, Naomi y otras modelos históricas. "Eso hizo ruido, estuvo bien, pero desafortunadamente estamos igual que antes", reitera. "La gente, con el pánico de la crisis, no se atreve a poner a una chica de color en su campaña, y punto. Ni de ninguna otra raza. Es una vergüenza. Muy triste".
Firmas que aspiran a ventas globales parecen ignorar que las mujeres de color consumen 20.000 millones de dólares al año en moda, según Targertmarketresearch.com. Hace dos años, en una conferencia celebrada en Nueva York bajo el nombre de La ausencia de imagen negra en la moda actual, Naomi recordaba cómo la modelo Christy Turlington se plantó ante Dolce & Gabbana: "Si no contratáis a Naomi, no nos tendréis a nosotras". Eso también incluía a Linda Evangelista. "Linda y Christy me ayudaron mucho en los inicios. Christy, especialmente. No sólo se enfrentaban a los diseñadores, era con todo el mundo", confirma. En agosto de 1988, Campbell fue la primera modelo negra en aparecer en la portada de Vogue Paris, previa mediación de Yves Saint Laurent, que amenazó con retirar la publicidad después de que ésta supuestamente se negara a sacar a la modelo, o a cualquier otra de color, en su portada.
Con la crisis, nadie se atreve a poner una chica negra en su campaña. Es una vergüenza
NAOMI(pronunciado Ne-you-mi) nació en Streatham, un suburbio de clase media al sur de Londres. Su madre, Valerie Campbell, era una bailarina de ballet de descendencia afro-jamaicana. De acuerdo con el deseo de ésta, la modelo nunca conoció a su padre (un hombre multirracial de ascendencia china, explicó en 1996 a Arena), que las abandonó dos meses después de nacer ella. Valerie pasaba mucho tiempo viajando por Europa con su compañía y contrató a una niñera para que se ocupara de su hija y su hermano. A los ocho años, Naomi apareció en el vídeo de Bob Marley Is this love? A los 10 se matriculó en la Academia de Artes Escénicas de Londres y empezó a estudiar danza. Al tiempo, aparecía en The Wall, de Pink Floyd. A los 14, Beth Boldt, directora de la agencia Synchro, la descubrió mientras miraba escaparates en Covent Garden. Naomi cogió la tarjeta y suplicó a su madre que le dejara ir a verla. En pocos meses, volaba rumbo a Nueva Orleans para hacer su primer editorial en la edición británica de Elle.
Azzedine Alaïa, el modista que según los expertos mejor ha abrazado la anatomía de la mujer, recordaba en The Independent el aterrizaje de la modelo en París: "La primera vez que la vi pensé '¡guau!'. Me recordó a Josephine Baker. Le dije que se probara alguno de mis vestidos. Tenía 16 años y su cuerpo aún no estaba desarrollado del todo, pero vi su maravillosa estructura muscular y le pregunté si se podía quedar para mi desfile. Tuve que llamar a su madre, que me dijo: 'Sólo puede quedarse si la acoges en tu casa". Naomi no hablaba francés entonces, y el diseñador no podía expresarse en inglés, pero consiguieron entenderse. A partir de ese momento, Alaïa la adoptaría como musa, y ella, como una de sus "tres figuras paternas", a las que se dirige como papá (las otras dos son el fundador del sello Island Chris Blackwell y el productor musical Quincy Jones). "Al principio, Naomi dormía en un colchón en el suelo y se escapaba por la ventana para salir de fiesta", relató, "así que la alojé en la habitación de arriba para tenerla controlada. A veces, incluso, le dejaba mi cama y yo dormía en el colchón".
Su amistad sigue intacta, y cuando el pasado mayo el Museo Metropolitano de Nueva York presentó la exposición Model as muse (un recorrido a la historia de la moda a través de sus modelos más célebres) sin incluir ningún vestido del creador, Campbell decidió boicotear su gala inaugural liderando una retahíla de sonadas ausencias de modelos invitadas. "No fui a la exposición, así que no puedo comentar nada sobre ella", replica. "He sido una musa para Alaïa y no iba a asistir a algo en lo que él no estaba involucrado. No habría tenido sentido. No quería ser desleal a alguien que me ha sido leal durante 23 años. Me siento bendecida por tenerlo en mi vida."
Pero fue Gianni Versace quien la convirtió en una estrella. Presentados por Christy, sellaron una especie de alianza (que también incluía a Evangelista) que les llevó a firmar una de las páginas más memorables de la historia de las pasarelas. Naomi lo recuerda así: "Nos divertíamos tanto... Nos apoyábamos, estábamos muy unidas. Y teníamos a maravillosos diseñadores detrás: Alaïa, Karl Lagerfeld... y Gianni Versace. Era diferente. Gianni fusionó la música y la moda. Teníamos a Sting o a Bon Jovi tocando detrás, Prince haciendo CD especiales para él... La gente esperaba horas en colas interminables para entrar. Había una energía especial".
Las supermodelos nos divertíamos tanto... estábamos muy unidas y había una energía especial
LAS MODELOS SE HABÍAN CONVERTIDO en las dueñas absolutas del cotarro. Decidían cuánto, dónde y con quién. Era tal la locura que en 1995, en plena fiebre de lo temático, alguien pensó que mezclar supermodelos con hamburguesas y patatas fritas era una gran idea. Elle MacPherson, Claudia, Christy y Naomi, junto al hostelero italiano Tommaso Buti, fundaron Fashion Café, una cadena con locales en Yakarta, México DF, Nueva Orleans, Manila y Barcelona. Al restaurante se entraba atravesando un gigantesco objetivo fotográfico, y los camareros descendían de una pasarela sujetando bandejas de fish and chips, el plato británico de la carta dedicado a Naomi. En 2000, Buti fue acusado de estafar a sus inversores, y la cadena, que nunca fue exactamente popular, pasó a ser un recuerdo más de la época delirante en que las superchicas no se levantaban de la cama "por menos de 10.000 dólares", como un día describió Linda Evangelista.
-¿Es irrepetible el fenómeno de las supermodelos?
Fue algo único, no se puede volver atrás. Era algo espontáneo, no estaba planificado. Ahora todo es más corporativo. Además, Gianni ya no está.
Ahora que la verdadera belleza radica en la herramienta de licuado del Photoshop, un rostro y unas medidas perfectas han perdido cuota de poder. Los anunciantes ya no pasan por el aro. Y lo que resulta es un nuevo perfil de modelo menos caprichosa y menos problemática. Menos estrella. Sin embargo, el mismo sistema que soslayó la figura de la supermodelo a finales de los noventa, el mismo que se sintió vampirizado, eclipsado, celoso de su supercelebridad, reivindica hoy su viejo poderío, aún por superar. En las últimas temporadas hemos visto a Evangelista en campañas de Prada, a Schiffer en Ferragamo, a Campbell y Turlington en YSL...
No trato de cambiar la opinión que la gente tiene de mí. que piensen lo que quieran
Mientras sus compañeras se retiraban gradualmente de los focos, serenándose en el papel de madres y empresarias, Campbell, acaso la más impresionable de todas, seguía al pie del cañón. Y encontró en los proyectos benéficos el objetivo en el que volcar toda su célebre energía. Como embajadora global de la ONG White Ribbon Alliance (WRA), denuncia que "cada minuto alguna madre muere embarazada o en el parto en los países en vías de desarrollo. Casi siempre muere también su hijo. En esos lugares, las mujeres son a menudo los líderes familiares. La WRA trata de recaudar fondos y concienciar sobre esta causa". Pero su labor trasciende aquí a las representativas. La modelo tira de agenda personal y monta, a golpe de móvil, desfiles de moda para recaudar fondos. Como el que organizó durante la Semana de la Moda de Londres de septiembre de 2008.
Pero ¿cómo casan trapos y mortalidad maternal?
Hay muchas cosas que pueden ayudar a concienciar sobre el asunto; yo simplemente pensé: la moda es lo que yo hago. Cojo el teléfono y llamo a las modelos, a los diseñadores, a todo el mundo. No es fácil, pero todo el mundo se identifica con la causa. Y el público paga la entrada y se siente involucrado.
¿Considera que a veces se banaliza injustamente su dimensión pública?
Ha habido muchas veces en mi carrera en las que me han pedido que cobrara menos que mis compañeras
No hago obras solidarias para que la gente lo sepa. Llevo haciéndolas desde 1993. Me gusta. Todo el mundo me decía: "Oh, tienes que hacer algo de eso", y es porque no tenían ni idea de que ya lo estaba haciendo. Pero no trato de cambiar la opinión que la gente tiene de mí. Eso me da igual. Sea la que sea. Que piensen lo que quieran.
-¿Qué le ha impresionado más en el desarrollo de su trabajo humanitario?
No soy fácilmente impresionable. Si voy a Soweto, en Johanesburgo, sé con qué me voy a encontrar. Puedo controlar mis emociones: es mejor no llorar. Intento marcar la diferencia, y la conmoción, desde luego, no marca la diferencia.
Campbell ha desarrollado una relación especial con Suráfrica. Nelson Mandela ha premiado públicamente su amistad y sus esfuerzos recaudatorios nombrándola "nieta honorífica", pero también ha mostrado malestar por algunas de sus publicitadas salidas de tono. Hace un año, cuando se celebraba un concierto en Londres con motivo del 90º cumpleaños del líder anti-apartheid, varias cabeceras británicas informaban de que la diva desaparecía de la lista de presentadores del acto tras ser arrestada por presuntamente agredir a dos policías en el aeropuerto de Heathrow. Sin embargo, el afecto parece inquebrantable. "Hablé con él el pasado sábado [por el 18 de julio], cumplía 91. Es una persona asombrosa, humilde, sincera. Ha sacrificado mucho por su gente y todo el mundo le quiere", explica.
Sus problemas con la justicia han hecho las delicias de la prensa amarilla. En 2000, una asistente la acusaba de asaltarla con un móvil en una habitación de hotel y de amenazar con empujarla de un Peugeot en movimiento. Cuatro años después, Campbell ganaba un juicio contra The Daily Mirror por violar su derecho a la intimidad al publicar unas imágenes en las que salía de una clínica de Narcóticos Anónimos. Pero fue en 2007, tras una denuncia de una nueva asistente, cuando Campbell le dio una interesante vuelta a la tortilla.
UN JUZGADO LA CONDENÓ a atender un curso para controlar su temperamento y a pasar cinco días de servicio comunitario barriendo suelos en un edificio público de Nueva York. Un diario relatado por Campbell a la revista W recoge sus impresiones sobre la experiencia: "A lo mejor hacer este servicio estaba planteado como un castigo humillante, pero no lo es en absoluto (...). Tengo que decir que barriendo encuentro consuelo. No tengo otras responsabilidades. No tengo teléfono. Tengo tiempo para pensar. Sólo encuentro, ya sabes, paz (...). No digo esto para excusarme. Tiré el teléfono -lo tiré, pero no pegué a nadie con él- y eso está mal. Soy culpable. Asumo la responsabilidad (...). La gente de los servicios sanitarios estaba contenta con mi trabajo. Es todo lo que quería oír. Siento que he pagado mi deuda con la sociedad". La modelo hizo buenas migas con el resto de trabajadores, a los que invitó a comer en varias ocasiones. Con todo, no consiguió evitar que la sentencia se convirtiera en un circo mediático. La prensa y los internautas puntuaban diariamente los looks con los que iba a cumplir condena. Diseñadores y estilistas la llamaban para que vistiera sus prendas.
CUANDO HASTA UNA CAÍDA de pestañas te convierte en noticia, desaparecer no tiene por qué ser la única opción. Campbell ha disfrutado mucho del centro de atención. En ocasiones lo ha exprimido en exceso. Publicar una novela de juventud con la ayuda no acreditada de un tercero quizá no fuera la mejor idea. Lanzar un disco (cruelmente considerado por la revista Q como el sexto peor de la historia), tampoco. Pero su enésima reinvención profesional le ha llevado a entrevistarse con Hugo Chávez y Cristina Fernández de Kirchner para la edición británica de GQ, y la repercusión ha sido global (y, salvo por el rumor de algún romance poco creíble, no necesariamente negativa). "No puedo decir que la manera en que conduje la entrevista con Cristina coincidiera con lo que salió impreso", se queja; "pero la que hice con Chávez, sí". Naomi no se amilana ante nadie. "Cristina es adorable. Intenta hacer su trabajo lo mejor posible. Con Chávez, la conversación fue muy fluida. Son líderes sujetos a mucha presión. Su gente les mira buscando liderazgo, quieren que les lleven en la buena dirección".
Su faceta filantrópica, además, le ha llevado a trabajar mano a mano con Sarah Brown, esposa del premier británico, o a cenar con Michelle Obama y varios líderes políticos durante el último G-20 celebrado en Londres. Está orgullosa, pero no se siente cómoda hablando de ello. Desde luego, Campbell tiene una relación difícil con su celebridad. Se repelen tanto como se necesitan. Pero hoy, en la sesión de fotos de Ibiza, ha acabado imponiéndose su mejor versión. Intercambiando teléfonos, anécdotas, compartiendo el catering en el set. De las dos fotos inicialmente acordadas, se ha pasado a siete. Porque a ella le ha dado la gana. Al despedirse, se lo agradecemos. "Cuando el equipo es bueno, el trabajo también lo es. Cuando no, me largo", responde, escueta, mientras besa a todo el mundo.
Que pocas semanas después, The Daily Mail informara que la modelo presuntamente había tenido un nuevo altercado con un fotógrafo en la isla de Lipari (Italia), hace prever que queda Naomi para rato.
Una mujer, muchas caras: incombustible, ha experimentado con todas las facetas de la fama durante un cuarto de siglo. Un repaso a los hitos que han marcado la vida pública de Naomi .
Pionera.
Se convierte en la primera modelo negra en aparecer en la portada de Vogue Paris, en su número de agosto de 1988. Fruto de la cancelación a última hora de otra modelo y gracias a la presión del propio Yves Saint Laurent, que a su vez fue el primer diseñador en contratar a mujeres de color en un desfile de moda. Campbell también es la primera modelo negra en aparecer en las portadas de Vogue Japón y Time.
Superamigas.
Aparece en 1990 junto a Linda Evangelista, Cindy Crawford y Christy Turlington en el videoclip de George Michael Freedom! '90, dirigido por David Fincher. Para muchos, aquí arranca el reinado de las supermodelos.
Michael
. Con su aparición en 1992 del videoclip de Michael Jackson In the closet (dirigido por el también amigo y fallecido fotógrafo Herb Ritts) se da a conocer en los pocos rincones del planeta donde aún no la conocen. "Crecí con Michael Jackson, era un buen amigo", revela tras su muerte; "el artista más innovador de la historia del entretenimiento. Nadie logrará lo que él consiguió. Y se lo devolvió a la gente con sus obras de caridad. Fue un padre y un ser humano increíble. Su rol en la cultura popular es imposible de superar".
Sexual.
Se suelta la melena. En 1992 aparece desnuda en Sex, el libro erótico de Madonna fotografiado por Steven Meisel, donde comparte juegos sexuales con los raperos Vanilla Ice y Big Dady Kane, la estrella porno gay Joel Stefano y la aristócrata Tatiana von Fürstenberg. Repetirá desnudos en el vídeo de Erotica (en la imagen) y en la revista Playboy.
Musical.
Después de colaborar con Vanilla Ice y Quincy Jones, publica su primer y último disco, Babywoman. Un éxito en Japón y un desastre en el resto del mundo. El recochineo fue brutal, pero una mirada desprejuiciada descubre temas más que interesantes (fenomenalmente facturados por productores estrella de la época como Gavin Friday) y una voz humeante altamente disfrutable.
Empresaria.
Junto a otras supermodelos, funda Fashion Café, con una curiosa carta (el bistec con patatas de Claudia Schiffer y el fish & chips de Naomi) y una calidad digna. Además, el merchandising de rigor (con chaquetas de cuero a casi 1.000 euros). Tras el fervor inicial, la cadena pasó a mejor vida. En 2001 inicia una aventura con Procter & Gamble para vender perfumes con su nombre que sí se convierte en un éxito.
Reivindicativa.
En 2008 es portada de un número de Vogue Italia que denuncia el racismo en la moda. Un leit motiv en su carrera. André Leon Talley, de Vogue USA, la eleva a la categoría de símbolos como Oprah Winfrey.
Ahijada.
El diseñador Azzedine Alaïa (arriba), el fundador del sello discográfico Island Chris Blackwell y el productor Quincy Jones se convierten en una suerte de padres adoptivos honoríficos. "Me siento bendecida por su amistad", dice ella. Con el beneplácito de su madre, Valerie, durante sus 25 años de viajes por el mundo le han dado consejos, la han alojado en sus casas y, en ocasiones, hasta le han controlado salidas o citas.
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