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Reportaje:

La artesanía redescubre la cerveza

Una veintena de marcas catalanas apuestan por surtir el mercado local con producciones limitadas y de calidad - Internet facilita la compra directa

Cerveceros en busca de los orígenes: agua, maltas de cebada, lúpulos y levadura. A partir de estos cuatro ingredientes se produce cerveza natural, sin aditivos, sin pasteurizar ni filtrar. Desde 2005, las microfábricas de producción de cerveza artesanal se multiplican en Cataluña, recuperando una tradición aún hoy ampliamente extendida en países como Alemania, Bélgica y Reino Unido.

Àlex Padró es el pionero. En enero de 2005, tras un viaje iniciático por Alemania, Padró decidió abrir la microcervecera Llúpols i Llevats. Se instaló en un polígono industrial de L'Hospitalet de Llobregat y desde entonces produce, para una cuarentena de clientes, una media anual de 25.000 litros de cerveza Glops. Sin duda, una de las producciones artesanales más modestas. Muy lejos de los 7.666 millones de hectolitros anuales del grupo Damm. "El objetivo no es competir con las grandes marcas, porque tampoco podríamos, sino producir en un ámbito local un producto de calidad", defiende con humor Padró. La automatización es mínima. El envasado y el etiquetaje lo realiza el propio Àlex, con la inestimable ayuda, según él mismo confiesa, que le proporcionan sus padres en la fábrica.

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La promoción para estos emprendedores pasa por el boca a boca, la venta directa por Internet y las ferias de artesanía. Pero más allá de la revitalización del sector cervecero artesanal, de lo que se trata es de redescubrir, con permiso del vino, la cultura cervecera. Así lo entiende Pablo Vijande, maestro cervecero al frente de la Companyia Cervesera del Montseny (Osona). Lleva más de 12 años formando y ofreciendo cursos de cata. Con unas cuantas nociones básicas, asegura Vijande, cualquier apasionado puede aventurarse a elaborar su propia cerveza en casa. El homebrewing es "apto para todos". Y una realidad a partir de 80 euros, precio medio aproximado de un kit básico.

"La paciencia es esencial en este negocio", apunta desde Alcover (Alt Camp) Ramon Ollé, productor de la cerveza Rosita. Añade que el secreto está en los ingredientes utilizados, las maltas de cebada natural, que permiten producir una "cerveza viva". Otro elemento clave son las combinaciones de temperaturas de cocción para elaborar cada una de sus especialidades: cerveza con miel, con avellanas o cerveza "afrodisiaca". Es una fórmula que ha convencido a los paladares y restaurantes más exquisitos como El Bulli de Ferran Adrià, el Sant Pau de Carme Ruscalleda y el Hotel Arts.

En la Cerveteca, singular mezcla de bodega y bar en pleno barrio gótico de Barcelona, se puede catar y comprar cervezas artesanales de todos los estilos y procedencias. Desde allí, Steve Huxley, autor de La cerveza... una poesía líquida. Manual para cervesiáfilos, explica que se pueden imaginar hasta 100 estilos diferentes del "mejor lubricante social". El reto consiste, según este inglés afincado en Barcelona desde hace más de 30 años, en seguir innovando como lo hacen la veintena de microcerveceras existentes hoy en Cataluña. A fin de cuentas, razona, es en Begues (Baix Llobregat) y en Genó (Segrià), junto con Soria, donde se han encontrado los yacimientos arqueológicos más antiguos de producción de cerveza en Europa.

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Una última noticia: la cerveza contiene menos calorías que un refresco. Huxley advierte de que, con lo que hay que andarse con ojo, es con las tapas que acompañan la caña. La barriga cervecera es un mito.

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