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Reportaje:JUDITH MASCÓ

Veinte años después

Prueben a decir su nombre en la calle. Posiblemente, Judit Mascó (Barcelona, 1969) se haya convertido en la modelo más popular de nuestro país. En dos décadas, desde su aparición a finales de los ochenta hasta hoy, ha pasado de maniquí de vida ajetreada a responsable madre de familia, de presentadora de televisión a escritora. Divulga sus consejos en su segundo libro, Modelo (editorial Planeta), manual para primerizas. Cuando ella arrancó, con un cursillo en la escuela Francina, no existían grandes referentes.

Tuvo que afilar la intuición. Moverse en un mundo donde la palabra modelo aún generaba confusiones. "Había gente que podía pensar que las niñas eran otras cosas", resume, diplomática, Beatriz Santamaría, la agente (booker, en el vocabulario de la profesión) que la ha acompañado desde el principio. Incluso antes de que asomara a ojos del mundo en bañador desde Sports Illustrated, una cabecera que presume, orgullosa, de ser leída por el 20% de la población masculina de EE UU. Normalmente ocupan su portada aguerridos jugadores de baloncesto o fútbol americano. Una vez al año lo hacen chicas que queman en su edición especial de baño. Mientras la élite de la moda atiende a Vogue, las marcas populares en EE UU se rigen por el impacto de Sports Illustrated.

"Conseguí la portada por ser la más novata, el comodín"
"Me faltó ambición, elegí quedarme en casa y que me mimaran"
"Hubo un momento en que ser demasiado guapa era un problema"
"a mis hijas no les gusta que sea famosa. lo pasan mal"

Cuando Judit Mascó se subió a esa ola, la fama mundial instantánea no se cocía en la blogosfera y, tal y como recuerda Santamaría, "las modelos españolas eran siete contadas". Judit bucea en su memoria para relatar aquella aventura, de la que se cumplen ahora veinte años. "A los 19 me llamaron de la revista y me contrataron por mi book, sin verme. Me dijeron que era la primera vez que lo hacían. Normalmente, antes de coger a cualquier modelo hacían mil pruebas en biquini. Pero como yo estaba tan lejos, se fiaron de las fotos", se ríe y zanja. "Después ya me tenían ahí y tuvieron que apechugar conmigo". Cumplió los veinte en octubre de 1989, en plena producción. Y en febrero de 1990, la vida le dio un vuelco. El eco de esa portada, la puerta definitiva para el mercado americano, llegó amplificado a España, por entonces un páramo en el mercado internacional de la moda. "EL PAÍS fue el periódico que dio la noticia. Lo he hablado muchas veces con Albert Montagut, que entonces era corresponsal en EE UU. Fue él quien supo ver una importancia de la que ni yo misma era consciente, porque era demasiado joven y me pilló todo muy rápido. Mis padres me llamaron para advertirme: 'No sabes la que se está montando aquí, estás en la tele y en todas partes. Verás cuando llegues".

Y todo por un posado en biquini que a punto estuvo de ignorar. Según el enfoque que se le quiera dar, su experiencia Sports Illustrated podría pasar por alta comedia, delirio surrealista o thriller de intriga. Judit lo recuerda así: "Cuando llamaron, mi agencia española ni siquiera conocía la revista, y tampoco me recomendó especialmente que cogiera el trabajo. Decidí ir sobre todo por pasar un mes y medio de isla en isla en el Caribe. De vez en cuando aparecían modelos como Naomi Campbell o Elle MacPherson. Como yo no tenía sus agendas, estuve todo el tiempo allí. Al ser la más novata, serví de comodín. Me hacían fotos y fotos". Jamás pensó que una acabaría en la portada. "Supongo que fue porque había tantísimas donde elegir", bromea.

Cuando llamó la agencia Ford confirmando la cubierta, "lo trataron como un asunto de Estado. No entendí mucho de qué hablaban. Tenía que viajar a Nueva York para la apertura de no sé qué programa. Miré la agenda y les dije que no podía porque tenía exámenes. Me tomaron por loca". Los estudios tendrían que esperar. Acabó subida en un avión con su madre porque "lo veíamos todo muy raro". Y aquí empieza la comedia, el delirio o el thriller. "Nos alojaron en el hotel Plaza, en una suite que acababa de dejar Michael Jackson. En la calle había una pequeña manifestación contra mí, en protesta por la imagen de la mujer que proyectaba la revista". Así arrancó su tournée americana. "A todo el equipo le hacía mucha gracia que fuera con mi madre. Quien acompañaba siempre a las modelos era su representante, porque era una buena oportunidad para cerrar contratos. Mi madre, en cambio, no hablaba nada de inglés y se pasaba el día haciendo fotos". Amanecía temprano para acudir a programas de tele y se acostaba a las tantas después de las fiestas que daban en su honor. "En realidad, lo de menos era yo, pero en teoría era la estrella. Aterrizaba en un jet privado, me hacía fotos con los deportistas más conocidos de cada ciudad... Y mientras, los ejecutivos de Time Warner, editores de la revista, firmaban acuerdos de publicidad".

Un bautismo para una mujer que descubrió pronto las sombras que se ocultaban tras los flases. "Los escándalos de algunas modelos son casos puntuales, pero sí es verdad que alrededor de los desfiles hay muchas fiestas. Es un ambiente en el que hay droga, sexo encubierto... No hay que ser muy lista para darse cuenta de lo que pasa. Pero mi actitud ha sido siempre tan sana que nadie me ha ofrecido nunca una bandeja de cocaína".

mientras otras 'tops' han cimentado su carrera a golpe de escándalo o noviazgos con famosos, la catalana optó desde el principio por la discreción y la seguridad de la familia. "Me pasaba el día en grandes suites y limusinas, pero en casa de mis padres seguía siendo una canija. Si no me terminaba la verdura, no me levantaba de la mesa; si no llegaba a casa antes de las doce, me castigaban. Pasar de ser la reina del mambo a la niña de siempre no era un papel fácil de asumir". Con los amigos le pasaba igual. "No quería perder a mi pandilla, pero me encontraba muy desplazada. Me daba vergüenza contar maravillas a gente que llevaba años ahorrando para comprarse un piso y que sólo se podía pagar una cerveza en toda la noche". Llegó a tener estrés. "Yo no sabía qué era eso, pero estaba muy nerviosa, ansiosa, con un carácter difícil". Hasta el punto de que su madre y Santamaría decidieron anularle trabajos a sus espaldas. "Es muy duro mantenerse en ese nivel. Ellas vieron lo que podía pasar. Ésa es una suerte que no tienen todas las chicas. Por eso siempre insisto en que la familia tiene que estar muy cercana, aunque suene carca".

Los horizontes comenzaron a estrecharse. Primaba trabajos que no le tuvieran mucho tiempo fuera de casa. "El director de Group, mi agencia de entonces, me dijo: 'Judit, tienes que pensar si quieres ser cabeza de ratón o cola de león'. Y yo le dije: 'Estoy muy cansada para lo joven que soy. Tengo ganas de que me mimen y estoy muy segura: prefiero ser cabeza de ratón'. Tampoco sé si habría podido llegar a más, ni cuánto tiempo podría haber aguantado. Estaba fatigada de toda esa inseguridad, de ese ritmo de vida. No tuve la ambición y prefería quedarme en España, que me trataran bien". Acabó por convertirse, en sus palabras, "en la estrella local". Cibeles y Gaudí se convirtieron en su hábitat natural.

la era de las supermodelos estaba en su punto álgido. Todas aspiraban a que su solo nombre de pila bastara para sellar contratos millonarios. Como Naomi, Linda, Christy o Cindy. "Era un momento bestial", rememora Mascó. "De mitificación absoluta. Yo estaba en medio de todo, pero nunca estuve a ese nivel. Picoteaba aquí y allá y coincidí con ellas en algunos trabajos, como un desfile de Dolce & Gabbana en el que estaban todas. Muchos diseñadores acabaron hartos de excesos y del protagonismo de las modelos".

Del acting dramático de principios de los ochenta se había pasado a uno atlético. "Judit lo aprendió desde el principio", recuerda Toni Bernad, que la fotografió por primera vez a los 16 años. "Como en las campañas de Avedon para Versace, las modelos tenían que dar saltos, mover el pelazo... Todo tenía que ser explosivo. A finales de los ochenta había otras españolas guapísimas, pero no tenían esta cultura de la energía, que es tan americana". Entre los fotógrafos nacionales se corrió la voz enseguida. Mientras, Mascó iba haciendo currículo fuera. Portadas del Elle francés, el Marie Claire alemán, mucha publicidad.

Su amiga la ex modelo sevillana Yolanda Gil, que ha escrito el prólogo del libro Modelo, recuerda su primer encuentro en Japón, pocos meses antes del pelotazo. Allí siempre había trabajo para las europeas. Pasaban dos o tres meses seguidos entre sopas de miso y pescado crudo. "Coincidimos varias españolas y nos fuimos a un restaurante español desesperadas por comer una tortilla de patatas. Entonces, Judit en España prácticamente era una desconocida, pero cuando me enseñó su book me quedé muerta. Por entonces en nuestro país sólo se hablaba de Celia Forner y de Cristina Piaget, hasta aquella bendita portada".

Con ella también llegó el encasillamiento. Todo el mundo quería a esa rubia americana en bañador. Literalmente. Judit luchó contra esa imagen hasta rendirse. "Yo soy europea, me gusta lo exquisito, lo sofisticado. Viví como un drama interno mi imagen tan comercial. Ahora lo pienso y me parece absurdo, porque era la misma que me hacía ganar mucho dinero y me daba oportunidades". Ella quería triunfar en París, pero allí le cerraron las puertas a cal y canto. "Para ellos era una californiana más. Me salieron algunos trabajos de champú, pero no lo que yo quería: buenos desfiles y editoriales". Por eso, un día, al terminar una sesión en una playa de Santorini, se cortó la coleta; pidió al peluquero que acabara con su melena dorada. En la agencia se montó un gabinete de crisis. "Estuvimos a punto de perder a varios clientes", recuerda Santamaría. "A mi chico le encantó", rememora Mascó, entre risas. "Pero todos decían: 'Sí, sí, está muy bien, pero te lo volverás a dejar largo, ¿verdad? Ahí comprendí que Judit Mascó tenía que ser rubia y con melena. Punto".

mientras decía adiós a su voluntad de adoptar la camaleónica fotogenia de Linda Evangelista, exploraba sus límites gracias a fotógrafos como José Manuel Ferrater. Con él descubrió su lado salvaje. "En mi fotografía siempre busco esa parte más agresiva, más violenta, si quieres; sacar a la bestia. Hay veces que presionas para que aparezca y no está. Ella sí la llevaba dentro", apunta él. Con la llegada del desaliño grunge y la androginia que representaba Kate Moss, "ser demasiado guapa se convirtió en un problema. Yo estoy muy agradecida porque viví el mejor momento para las modelos con mi tipo de físico. Seguramente, cuatro años después no habría encajado en ninguna parte". Vivió el ocaso de las mujeres perfectas y olímpicas. Siguió trabajando, pero de otra manera. "Me agarré a lo fácil. Seguía teniendo los clientes de siempre: los catálogos alemanes". Beatriz Santamaría razona. "Siempre hay quien necesita a la modelo clásica, la comercial, por así decirlo".

En todo caso, Judit había aprendido a quemar etapas. En 1998, con 28 años, fue madre por primera vez. Con su novio de toda la vida, el abogado Eduardo Vicente. Se habían casado en plena montaña rusa, en 1993. Hoy tienen cuatro hijas. Ver cómo algunas modelos extranjeras volvían a la profesión tras dar a luz le animó. En eso también se siente pionera en España. "Resulta curioso que, con el paso de los años, tener familia me daba un plus. Empecé a tener otro tipo de clientes, siempre dentro de un ámbito muy comercial. Me buscaban porque ofrecía una imagen más cercana, la gente se identificaba mejor conmigo. Y eso que yo nunca vendí mi vida privada, fui muy celosa de ella, pero a la gente le encantaba verme como madre de familia". Casi lo contrario de lo que le ha sucedido a su prole. "A mis hijas no les gusta nada que sea famosa, lo pasan mal. Por eso, a medida que se hacen mayores, las tengo más y más apartadas de la esfera pública".

Su estatus, por edad y experiencia, ya era otro. Había pasado de modelo a rostro conocido. Beatriz Santamaría abandonó hace diez años Group para montar su propia agencia de modelos, SS&M, haciendo esa distinción entre caras de moda y personalidades. "Se abría un nuevo camino, los clientes reclamaban gente famosa. Esther Cañadas y Mark Vanderloo, que por entonces ya se habían casado, contribuyeron a ese cambio de sensibilidad", recuerda. Hoy lleva a personajes como Nieves Álvarez, Francisco Rivera, Rafael y Luis Medina o Laura Sánchez. Pero entonces Judit fue su primera celebridad. Y sigue figurando entre las más rentables de su catálogo.

"es una gran vendedora de su marca", subraya su amiga Yolanda Gil. "Si no lo va a hacer bien, prefiere no hacerlo", recalca su booker. "No teme estar en desacuerdo con lo que le puedas aconsejar, ella misma marca su rumbo". Lo dice por Supermodelo, el primer y único (hasta la fecha) reality show sobre moda realizado en España, que emitió Cuatro durante tres temporadas. Las dos primeras las presentó Judit, a pesar de las reticencias de su manager. "Suponía un desgaste enorme. Tenía que estar tres o cuatro días a la semana en Madrid y presentar en directo, cosa que no había hecho nunca". Y por el peso de la palabra reality. Para Santamaría, el objetivo real del programa, la formación de futuras modelos, se diluía en aras de la audiencia. "Al final tienen que crear conflictos para que el programa se vea fuera".

Aun así, fomentó su nueva imagen de comunicadora. Y la convirtió en la modelo del pueblo. Medio en broma, el director del programa le dijo: "Algún día tendrás que escribir un libro repartiendo consejos". Judit tomó nota. Tras colaborar con Antoni Bassas en El matí, el programa matinal de Catalunya Radio, da consejos de salud y buena alimentación en el programa Actívate, que se emite los viernes por la tarde en La 2. Ha alcanzado una serenidad que le permite hablar en primera persona. Predicar con el ejemplo. Servir de referencia para quienes empiezan en una profesión que exige mucho más que un buen físico. "A la agencia ya llegan niñas con su libro bajo el brazo", apunta Santamaría. "Muchas quieren seguir su ejemplo. Nunca había existido una modelo tan representativa en ese aspecto en España. Por eso yo a veces le digo que es asquerosamente perfecta", resume jocosa. Y tal vez por eso ella se ha prestado a celebrar el aniversario de la portada que le dio la fama con esta sesión, en la que interpreta un papel más perverso y decadente. Una muestra de que, 20 años después, aún queda por descubrir bajo la rubia melena.

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