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Los trucos de Bibi irritan a EE UU

Obama estrecha la vigilancia sobre la expansión de los asentamientos judíos - La UE exige con dureza a Netanyahu que frene el derribo de casas palestinas

Con ímpetu arrollador, Barack Obama ha puesto las cartas sobre la mesa del Gobierno israelí. Sus exigencias sobre la congelación de la construcción en las colonias judías de Cisjordania son nítidas, y no acepta estratagemas dilatorias. Pero el jefe del Gobierno Benjamín Bibi Netanyahu se aferra a tácticas similares a las empleadas durante su primer mandato (1996-1999). Tras anunciarse el 2 de julio el plan para alzar una colonia judía en pleno corazón de la Jerusalén palestina y recabar el rechazo del mundo entero -EE UU, la UE, Rusia, y qué decir de los países árabes-, el primer ministro lanzó un órdago: "En mi anterior mandato construí miles de apartamentos en Har Homa [inmediaciones de Belén] desafiando al mundo entero. Está claro que no voy a capitular ahora, cuando hablamos de sólo 20 apartamentos". Pero ahora es diferente. "Diplomáticos estadounidenses nos dicen: 'Conocemos todos los trucos de Bibi [Netanyahu]. Confíen en nosotros", asegura un prominente activista israelí en permanente contacto con los funcionarios estadounidenses.

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Encionarios estadounidenses.

El camino acaba de comenzar y el desenlace es una incógnita. Pero la actitud de la Administración Obama dista un abismo de la carta blanca que George Bush ofreció a los Gobiernos de Ariel Sharon y Ehud Olmert. "Un diplomático de la Embajada de EE UU en Tel Aviv se plantó en la enorme colonia de Maale Adumim GPS en mano. Quería comprobar si las autoridades israelíes decían la verdad cuando aseguraban que no se estaba edificando. Tenía que verlo con sus propios ojos, y tomó las coordenadas exactas del lugar donde se levantaban edificios", relata el activista. Sucedió durante el mandato de Ehud Olmert. Nada ocurrió.

Ahora es distinto. Los diplomáticos de Washington escrutan todo movimiento. La tensión y la preocupación en el Ejecutivo de Netanyahu se palpan. El ministro de Hacienda, Yuval Steinitz, hablaba ayer de que no veía en riesgo las garantías de los créditos que EE UU concede a Israel. Porque las escaramuzas, constantes, se desataron nada más estrenarse el Gobierno de Netanyahu, cuando la secretaria de Estado, Hillary Clinton, visitó Jerusalén en marzo. Sólo habló durante dos minutos en el Ayuntamiento, y su mensaje fue contundente: "Detener las demoliciones de casas palestinas" en Jerusalén Oriental. Al día siguiente, replicó el consistorio con el derribo de una vivienda. "Clinton montó en cólera, y uno de sus diplomáticos telefoneó al alcalde, Nir Barkat, para espetarle: No escuchaste lo que dijo ayer la secretaria", cuenta el citado miembro de una ONG israelí.

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Después de tres semanas sin derribos, las autoridades israelíes pusieron en práctica otra modalidad de demolición. Fuerzan a los palestinos a que ellos mismos echen abajo sus casas. De lo contrario, son multados con miles de euros. Otro truco. "Los estadounidenses saben que les toman el pelo y comienzan a presionar más. Por ello convocaron al embajador en Washington la semana pasada con motivo del plan urbanístico de Jerusalén Este. Es una vuelta más al tornillo". Desde París -que ayer también citó al embajador israelí por la misma razón-, Berlín, Moscú y Bruselas, se escucha un lenguaje diferente, más duro. Rara vez emplea la UE términos acusatorios tan explícitos contra Israel, al que emplazó el martes a "abstenerse de toda provocación, incluidas las demoliciones de viviendas y desalojos".

Porque las artimañas son de diversa índole. Alega Netanyahu, para justificar el plan urbanístico en la mitad palestina, que los ciudadanos jerosolimitanos, tanto judíos como árabes, pueden comprar viviendas y construir en cualquier lugar de la ciudad. Algunos editoriales de la prensa israelí tildaron de burla la afirmación. Como discrepan los expertos en la materia. La inmensa mayoría del territorio israelí, y Jerusalén Este, es propiedad de un organismo oficial: la Administración de Tierras de Israel. El artículo 19 de la ley que regula este organismo especifica que un extranjero no puede adquirir pisos en Israel. "Los no judíos", asegura uno de esos abogados, "no pueden comprar apartamentos, y ello incluye a los palestinos de Jerusalén Oriental, que tienen tarjetas de identidad israelíes, pero que no son ciudadanos del Estado".

Tampoco es previsible que EE UU vaya a tragarse el anzuelo de las negociaciones bilaterales, por separado, con Siria y los palestinos. La Casa Blanca batalla también en todos los frentes árabes, convencida de que la eventual solución al conflicto exige un acuerdo global. No parece dispuesta a desmembrar las negociaciones en diferentes foros, como ha pretendido Israel históricamente.

Un judío ultraortodoxo reza junto a la tumba de Eliazar en la ribera occidental del río Jordán, en Cisjordania.
Un judío ultraortodoxo reza junto a la tumba de Eliazar en la ribera occidental del río Jordán, en Cisjordania.EFE

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