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África, el nuevo Eldorado del gigante asiático

El comercio con el continente negro fue en 2008 diez veces mayor que en 2000

Fernando Peinado

China ha encontrado en África a principios del siglo XXI el territorio virgen y prometedor que le permite saciar su sed de recursos, al igual que EE UU tuvo en el siglo XIX su far west y Europa hasta el siglo XX al resto del mundo. En 2008, el comercio entre China y África alcanzó un valor de 76.000 millones de euros, diez veces más que en 2000. La cifra es cuatro veces superior al total de la ayuda oficial al desarrollo que recibió el continente africano en 2008.

El exótico encuentro entre dos civilizaciones tan alejadas beneficia a una y otra. A China le reporta las materias primas y la energía que demanda su voraz economía, y a los africanos un despegue económico sin precedentes desde los años sesenta, cuando se aceleró la descolonización. En los últimos cinco años África ha crecido a una media del 5%.

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La ofensiva económica china está desplazando a las antiguas potencias coloniales europeas. Pekín ofrece a los gobernantes africanos una forma distinta de hacer negocios. A diferencia de la práctica de europeos y estadounidenses desde principios de los noventa, las inversiones y ayudas chinas no están condicionadas a reformas políticas o humanitarias. "Nunca escucharás a los chinos decir que no terminarán un proyecto porque el Gobierno no ha hecho lo suficiente contra la corrupción. Si prometen construir una carretera, lo harán", ha dicho un portavoz del Gobierno keniano.

El modelo chino entusiasma en la región, hastiada por los pobres resultados de las recetas liberales. Crecen las voces que defienden una economía dirigida por el Estado y, a su vez, se extiende el deseo de los gobernantes de perpetuarse en el poder mediante reformas que suprimen los límites al número de mandatos presidenciales. Dirigentes proscritos por la comunidad internacional, como Omar el Bashir (Sudán) o Robert Mugabe (Zimbabue), han encontrado en Pekín al aliado perfecto.

Occidente teme un contagio del autoritarismo chino y el discurso que Barack Obama pronunció el sábado en Ghana puso el énfasis en la necesidad de que África siga luchando por la democracia. Hay signos preocupantes. En una reciente visita oficial al Parlamento nigeriano, el presidente chino, Hu Jintao, fue recibido con un discurso en el que se calificaba a China como "ejemplo de desarrollo y democracia".

Más allá de la pérdida de influencia en el terreno de las ideas, a las potencias occidentales les preocupa quedar relegadas en la carrera por las riquezas africanas, a la que sí se han apuntado otros actores emergentes, como India, Brasil o Rusia. Esta última reaparece en el continente después de haberlo usado como campo de batalla en la guerra fría. "Actualmente, más del 70% de los contratos de obra pública en África subsahariana son adjudicados a compañías chinas o indias", indica como dato revelador Patrick Smith, redactor jefe de Africa Confidential, una influyente publicación británica sobre África. "Occidente está perdiendo este mercado y no va a poder recuperarlo porque no pueden competir con los precios que ofrecen las compañías chinas y de otras potencias emergentes".

La pérdida de peso de Francia en los países de la francofonía ha suscitado un debate nacional sobre si la antigua metrópoli no ha sabido adaptarse a tiempo a los cambios en el continente. "La manera de medir la influencia de un país en África no puede ser hoy la misma que hace 20 o 30 años", explica Roland Marchal, investigador del Ceri/Sciences Po, una institución con sede en París. "Entonces, se trataba de una intervención colonial, a pesar de que esos países ya habían adquirido la independencia. Francia quitaba y ponía presidentes a su antojo y sus compañías dominaban en exclusiva en Chad, Mauritania o Costa de Marfil. Ahora éstas se dirigen adonde haya oportunidades de inversión, con independencia de que hablen nuestra lengua, por ejemplo, Suráfrica".

Las millonarias inversiones chinas están transformando el paisaje africano. Autopistas, presas, puertos y aeropuertos se construyen en muchas ocasiones a instancias de Pekín, que necesita estas infraestructuras para transportar sus mercancías. Pero también transforma el paisaje humano con relevantes comunidades chinas en Suráfrica, Angola, Sudán o Argelia. Se calcula que en África hay ya más de 750.000 emigrantes chinos, que trabajan en régimen de semiesclavitud desde los parámetros occidentales.

Pero, al mismo tiempo, la presencia china está generando el resentimiento local. "China está arruinando la industria textil y la economía popular, que eran los motores de la región. Sólo Suráfrica o Senegal se han protegido levantando aranceles", asegura Mbuyi Kabunda, profesor del Instituto Internacional de Derechos Humanos de Estrasburgo.

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Sobre la firma

Fernando Peinado
Es reportero de la sección de Madrid desde 2018. Antes pasó ocho años en Estados Unidos donde trabajó para Univision, BBC, AP y The Miami Herald. Es autor de Trumpistas (Editorial Fuera de Ruta).

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