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CÁMARA OCULTA
Columna
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Retrete de cine

Un director de cine comentaba entre amigos que, llegado su momento, querría que sus cenizas se esparcieran en los retretes de su sala de cine preferida. Pero va a ser imposible: El gestor de ese cine, que participaba en la charleta, confirmó que al cine en cuestión le quedan dos días, y que dado el aspecto sano que luce el caprichoso cinéfilo, será improbable que los retretes del cine le esperen hasta entonces. "Tendrás que elegir otro lugar para tu ceremonia". Así están las cosas. No quedarán cines ni para que uno pueda morirse a gusto en ellos. Ese atribulado empresario aseguraba que sus espectadores habían descendido en proporción de 4 a 1 en la última temporada. "La última vez que yo fui", comentó el frustrado director, "sólo había en la sala otros tres espectadores". "Pues fue un buen día", replicó con sarcasmo el exhibidor. Como estábamos en un entierro la conversación parecía tomar un tinte mortuorio a la vez que, como es de rigor, su punto de humor.

Ronaldo en la pista

Qué prisa la de los tiempos. Viendo hace unos días la coronación de Cristiano Ronaldo ante 75.000 espectadores en vivo se confirmaba que el fútbol siempre ha sido el rey; y venían a la memoria películas que en su día interpretaron los cristianoronaldos de turno. Uno de ellos, Alfredo Di Stéfano, que a sus más de 80 años apadrinaba en ese acto al joven futbolista, interpretó películas, como también Kubala y otros jugadores de más antiguo, y lo mismo muchos toreros, cantantes, bailarines, boxeadores, compositores, y curas que también hacían siempre de sí mismos. Si no salías en el cine no eras nadie. Y como la tele era entonces una cosa menor, sigue siendo el cine el único testimonio valioso de los talentos o milagros de aquellos personajes. Hasta de Michael Jackson se buscan ahora con lupa las pocas películas en que intervino, a pesar de que su imagen en movimiento está en todas las partes del mundo. ¿No es irónico?

En la misma tertulia funeraria se hablaba de la nueva ley del cine, de la posible precipitación de su desarrollo, de la verborrea generalizada, de Telefónica y de la piratería que ésta consiente, de cómo unos y otros van dejando que el cine perezca mientras se habla y se habla. De seguir así, los nostálgicos de este espectáculo se quedarán córpore insepulto o como se diga al tratarse de cenizas. "Al menos, guárdame un inodoro de recuerdo", pedía el afligido director que se quedaba sin dónde caerse muerto, añorando aquel cine del que hasta el fútbol un día necesitó...

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