El tiempo aprieta también a Zapatero
El manejo del tiempo ha sido siempre un factor esencial en toda negociación política y el sucesivo incumplimiento de todos los plazos fijados para la reforma de la financiación de la Generalitat lo demuestra una vez más. Uno de los dos jugadores de esta larga partida, el presidente Zapatero, contaba con el factor tiempo a su favor, porque en su mano está la llave que guarda el dinero que la otra parte, la Generalitat, necesita con más urgencia cuanto más tiempo pasa. Y cuanto más se dilata la negociación, más imperioso es para ella llegar a un acuerdo, aunque sea al precio de renunciar a algunos de sus objetivos iniciales.
Pero en toda negociación importante inciden también condicionantes ajenos al asunto en sí mismo y ésta no es una excepción. Las condiciones generales cuentan. No es lo mismo un tiempo de crisis económica que un momento de bonanza. No es lo mismo negociar con gobiernos asentados sobre mayorías absolutas en sus parlamentos que con otros que disponen sólo de mayorías relativas. Sobre la actitud de los protagonistas pesan ahora unas urgencias sobrevenidas, inesperadas, que aprietan a la otra parte. El Gobierno de Rodríguez Zapatero ha entrado en una fase particularmente aguda de debilidad parlamentaria en las Cortes y, de pronto, el factor tiempo ha comenzado a contar también contra él. La formación del nuevo Gobierno vasco le puso en contra al grupo parlamentario del PNV en el Congreso y esto le obliga a buscar unos apoyos que sólo le pueden proporcionar los diputados de CiU, ERC e IU-ICV. Pero no puede contar con ellos si, al mismo tiempo, los tiene en contra en una cuestión tan importante como la financiación de la Generalitat.
La debilidad parlamentaria mueve al Gobierno a buscar acuerdos con los partidos catalanes
Llegados a este punto, a Zapatero le tienta repetir la jugada que en agosto de 2005 le permitió sortear las dificultades que en aquel momento bloqueaban la aprobación del Estatuto de Autonomía por las Cortes. Entonces pudo negociar con CiU un acuerdo por separado sobre el Estatuto. Aquel acuerdo tuvo que ser asumido por los otros partidos catalanes y por el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, aunque al precio de descabalgar a ERC y poner fin a la primera legislatura del tripartito de las izquierdas.
Ahora Zapatero ensaya otra variante. Vista la firmeza del Gobierno Montilla en el empeño de lograr un cambio de modelo tanto como una mejora del flujo económico que percibir por la Generalitat a corto plazo, busca otros interlocutores. Ofrece a los otros partidos catalanes entrar en la negociación. Si el consejero de Economía, Antoni Castells, socialista, se mantiene en sus trece, puede que otros negociadores de otros partidos cedan en ciertos aspectos y desbloqueen la situación, como sucedió en 2003, cuando Artur Mas cedió ante Zapatero lo que no cedía la izquierda catalana.
En este punto, el presidente Montilla sorprendió ayer relativizando también la fecha del 15 de julio señalada por Zapatero como tope máximo para la negociación. Montilla habló de un acuerdo para antes de las vacaciones de agosto. ¿Qué ha pasado? Parece que el tiempo ya no aprieta al Gobierno catalán tanto como al de Zapatero, que semana tras semana afronta votaciones adversas en el Congreso de los Diputados.
Se trata de una negociación entre gobiernos, pero de una importancia tan grande que los parlamentos no pueden mantenerse del todo ajenos. El Estatuto prescribe que el Gobierno central y el de Cataluña negociarán el nuevo sistema de financiación de la Generalitat en el plazo de dos años, que vencía en agosto de 2008. Este tipo de negociaciones siempre han corrido a cargo de los consejeros de Economía (primero le tocó a Trias Fargas y luego a Josep Maria Cullell, Macià Alavedra y Francesc Homs). Pero durante las dos décadas largas de gobiernos de Jordi Pujol, CiU se valió siempre que pudo del peso que su grupo parlamentario tenía en el Congreso para presionar a los gobiernos con los que le tocó negociar, tanto del PSOE como del PP. O para incluir el apoyo de CiU en el Congreso a los gobiernos de González y Aznar como contrapartida de los acuerdos sobre financiación.
Zapatero parece buscar ahora en el peso de los partidos catalanes en el Congreso las dos cosas que le hacen falta: aceite para lubrificar los cojinetes de una negociación en los que más parece haber arena que otra cosa. Y, de paso, la estabilidad parlamentaria que se le ha vuelto urgente.
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