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El terror

Hay testigos vivos de aquella época del terror, entre septiembre de 1936 y mayo-junio de 1937. Al párroco Alfonso Blanco y al joven Santiago Fernández, de Fervenzas, en Aranga, les cuentan, en privado, historias espeluznantes de cuando aparecían a diario, tiradas en las cunetas o a orillas del Mandeo, personas asesinadas de todas las edades y condición social. Al sacerdote un feligrés le contó que siendo niño, su maestra le llevó, junto al resto de la clase, a ver los cadáveres de paseados en la cuneta. "Era para meterles miedo". En Santa Mariña de Guitiriz, en un costado del camposanto pegado a la iglesia, fueron enterrados media docena de paseados que trajeron en un carro. "Algunos se retorcían cuando llegaron, estaban agonizando". Junto a cada cadáver se incluyó una botella con datos, se supone, sobre sus identidades. Esa es una de las muchas fosas que quedan por investigar.

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