Aló

En este canal de canales que es YouTube he entretenido el tiempo mirando escenas de Aló presidente, el programa del venezolano Hugo Chávez, que celebra ahora dos récords: los diez años de emisión, lo que lleva implícito un segundo récord: Chávez se sienta desde hace al menos diez años en la presidencia de Venezuela.

Claro, YouTube deriva, y te lleva del programa a los sucedáneos del programa, que esta semana han tenido como invitado especial a Mario Vargas Llosa, el escritor peruano, al que le han dicho Chávez y los suyos de todo menos bonito. Un vocero del presidente adelantó el calendario caraqueño de Vargas Llosa, y anunció que si el novelista de La fiesta del chivo "insultaba" a Chávez sería expulsado de Venezuela. Una reportera indesmayable perseguía a Vargas Llosa por el aeropuerto para que le respondiera esta pregunta: "¿Usted puede criticar a Zapatero o al Rey de España?". Sí, puedo, señorita, y lo hago, le respondía el interpelado.

Hubo una tregua, parecía, cuando el presidente, desde su programa-maratón, anunció que estaba dispuesto a dialogar con el escritor y sus compañeros de simposio. Éstos aceptaron, con la condición de que fuera Vargas Llosa el único que dialogaría con Chávez. Al presidente no le gustó la fórmula: él juega "en las grandes ligas", y el escritor tendría que volver a Perú, recuperar la nacionalidad peruana (que no perdió, por cierto, cuando Felipe González le dio también la española) y salir elegido presidente.

Esto de "las grandes ligas" me recordó el caso de Julio Cortázar cuando le escribió a su colega (peruano) José María Arguedas diciéndole que él dirigía una orquesta en París mientras Arguedas tocaba la quena en Perú.

"Soy un soldado, pero soy presidente", "soy el arañero de Sabaneta, el que vende arañas dulces". No sólo dice frases Chávez, también canta, es un showman. A su alrededor la gente ríe y le jalea.

Mientras le escuchaba recordé a un gran escritor venezolano, ya fallecido, Adriano González León, autor de País portátil. Admirable país portátil que ahora viaja en la maleta de un vendedor de arañas que él disfraza de arañas dulces.