Brown avanza hacia la humillación
Las encuestas vaticinan el tercer puesto para los laboristas con el 16% de los votos
Las elecciones europeas prometen convertirse en un calvario para Gordon Brown. Un sondeo de Populus publicado ayer por The Times augura una derrota humillante del Partido Laborista, que quedaría en tercer lugar con un escuálido 16% de votos, por detrás del Partido Conservador (30%) y los nacionalistas del UKIP (Partido de la Independencia del Reino Unido), que se aprovecharían de la crisis de credibilidad que atraviesa el sistema político británico para acumular el 19% de los votos. Los liberales-demócratas, castigados también por el escándalo de los gastos de los diputados, se han desplomado en los sondeos y no superarían el 12%.
Según Populus, los tories obtendrían 28 eurodiputados (cuatro más que en 2004); el UKIP, 15 (sube tres); los laboristas, 12 (pierden seis); los liberales-demócratas, ocho (bajan dos); los verdes, cuatro (suben dos); los nacionalistas escoceses, uno (pierden uno) y los nacionalistas galeses, uno. El racista Partido Nacional Británico obtendría un estimable 5%, pero ningún eurodiputado.
En unas elecciones generales los laboristas lograrían el 24% de los votos (cuatro puntos menos que hace un mes), los conservadores el 41% (dos puntos menos) y los liberales el 18%.
Si los británicos -que votarán el jueves, aunque los resultados no se conocerán hasta el domingo- diezman el voto laborista al nivel que señalan las encuestas, el futuro de Brown volverá a estar en entredicho. Hace semanas que se da por seguro que el Gobierno sufrirá un batacazo en las europeas y que Brown prepara una crisis de su Gabinete. Pero si ese batacazo llega a los niveles pronosticados, volverá a haber ruido de sables. Sin embargo, no está claro que el partido se atreva a cortarle la cabeza al primer ministro porque entonces la presión para adelantar a otoño las elecciones generales -que se esperan para la primavera de 2010- será irresistible.
Paradójicamente, la otra víctima de ese escenario sería el Tratado de Lisboa, cuya entrada en vigor depende de que los irlandeses lo ratifiquen en un segundo referéndum, que se espera para otoño. Si los conservadores alcanzan el poder en Reino Unido antes de que el tratado entre en vigor, el nuevo primer ministro, David Cameron, se ha comprometido a dar marcha atrás en la ratificación y convocar un referéndum.
El antieuropeísmo de Cameron es uno de los mayores interrogantes que plantea su casi segura llegada al poder, más tarde o más temprano. Si Londres llega a someter el Tratado de Lisboa a consulta, ese referéndum amenaza con convertirse en un plebiscito sobre la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea.
No es el único interrogante que plantea el joven líder conservador sobre el futuro de las relaciones de Reino Unido con sus aliados europeos. Cuando en otoño de 2005 presentó su candidatura para liderar el Partido Conservador, quiso asegurarse el apoyo del ala más antieuropea comprometiéndose a retirar a los eurodiputados tories del Partido Popular Europeo, considerado demasiado federalista para el gusto de los conservadores británicos.
Europa sigue siendo un asunto que divide a los tories, aunque esa división está soterrada por el objetivo común de recuperar el poder y porque no hay necesidad de airearlo: el ingreso o no en el euro está aparcado y la ratificación del Tratado de Lisboa la han gestionado los laboristas, aunque eso puede acabar cambiando. No hay, hoy, motivos para que el partido se divida a causa de la cuestión europea. Pero una retirada tory del PPE tiene ese potencial porque significa que el Partido Conservador británico abandonaría el grupo parlamentario que representa en Bruselas a los partidos que gobiernan en Francia y Alemania.
Aún peor que eso, los tories tendrían que aliarse con partidos con tufo a extrema derecha para poder formar grupo parlamentario. Como el ultraconservador y homófobo Ley y Justicia polaco, o el checo ODS, o el letón Patria y Libertad, cuyos miembros honran a las SS nazis. Antiguos barones del partido, como lord Patten o lord Brittan, han calificado ese cambio de alianza de "imprudente" y "un error", según aseguraba ayer el diario The Guardian.
Voto de castigo irlandés
Los sondeos auguran un fuerte voto de castigo al gobernante Fianna Fáil (FF) en las elecciones europeas y locales en Irlanda. Pese a perder terreno en términos de porcentaje de voto, el complejo sistema electoral puede permitir al FF mantener los cuatro eurodiputados que ha tenido en esta legislatura. El hundimiento del Gobierno es especialmente agudo en la capital, Dublín, donde los sondeos sólo le otorgan en torno al 10% de los votos.
Como en muchos otros países, las elecciones europeas tienen en Irlanda una lectura de política doméstica. Con el país sumido en una profunda recesión tras muchos años de espectacular crecimiento económico, a los electores les preocupa más la caída del empleo, la incompetencia del Gobierno y la liberalización de la industria del taxi que las cuestiones puramente de política comunitaria.
No está claro cuál será el comportamiento de los votantes en lo que son propiamente las elecciones europeas porque la pregunta que se hace en los sondeos es cómo votarían si hubiera unos comicios legislativos. Pero los resultados que dan esos sondeos pronostican para el Fianna Fáil los peores comicios de su historia con un 20% de los votos, muy lejos del 36% que se atribuye al Fine Gael y detrás incluso de los laboristas (23%), el otro gran partido de la oposición.
No está claro tampoco qué influencia pueden tener estos comicios en el segundo referéndum que celebrarán los irlandeses sobre el Tratado de Lisboa, en otoño. Los tres grandes partidos están a favor de la ratificación.
Los comicios de la recesión global
- Crisis económica. Los europeos tienen por primera vez un debate político común: la búsqueda de respuestas a la grave recesión económica que ha atrapado Europa. Aunque las campañas electorales se desarrollan en escenarios nacionales, la búsqueda de recetas para reactivar la economía y detener la escalada rampante del desempleo se han convertido en los argumentos dominantes de las próximas elecciones al Parlamento Europeo, que se celebrarán entre el 4 y el 7 de junio.
- Preocupaciones.
El desempleo (57%) y el crecimiento económico (45%), según la reciente encuesta de TNS, son las más importantes. Las elecciones serán el primer examen que sufrirán
los Gobierno nacionales
sobre las respuestas a la crisis.
- Participación. Ninguno de los sondeos que se han divulgado hasta ahora pronostica una participación superior al 50%. En 2004, el listón ya descendió hasta un 45,7%. Los ciudadanos cada vez identifican menos el Parlamento Europeo como el ámbito adecuado para expresar su rechazo a los responsables de
la crisis u otros asuntos.
- Competencias. Tampoco
el aumento de atribuciones legislativas de la Eurocámara
en materias que afectan directamente a los ciudadanos como los derechos sociales,
la energía, el cambio climático
o la seguridad alimentaria está logrando vencer la apatía y desencanto que despierta
el proyecto europeo.
- Tratado de Lisboa. Si entra en vigor, los poderes del Parlamento Europeo crecerán de manera significativa. Pero, al mismo tiempo,
si no logra captar el interés del público, su institucional razón de ser como pilar democrático de la UE corre peligro.
- Censo. Las próximas elecciones, las séptimas desde 1979, serán las que contarán con un potencial más elevado de electores, más de 375 millones de posibles votantes,
y en las que por primera vez participarán los 27 Estados miembros de la Unión para elegir a 736 diputados.
- Partidos mayoritarios.
La abstención podría afectar especialmente a los dos grandes partidos el Partido Popular Europeo (PPE) y el Partido Socialista Europeo (PSE), que actualmente constituyen las dos principales fuerzas políticas.
- Euroescépticos. La crisis institucional se refleja en las expectativas de un aumento notable de los radicales. Por la izquierda podrían cobrar relevancia los anticapitalistas del trotskista, Olivier Besancenot en Francia, y la Nueva Izquierda en Alemania. Por su parte, el líder conservador británico, David Cameron, aspira a formar su propio grupo con polacos y checos. El euroescepticismo va ganando adeptos en países como Holanda. En la extrema derecha, el partido de Heinz-Christian Strache, podrá alcanzar hasta el 20% de los votos en Austria.
En Hungría, un partido que ha desatado una campaña contra los gitanos también podría obtener representación.
- Diversidad. El nuevo Parlamento contará con una diversidad mucho más elevada de fuerzas políticas que podrían actuar como revulsivo y provocar un mayor interés por los asuntos europeos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Elecciones EE.UU.
- Parlamento europeo
- Tratado Lisboa
- Irlanda
- Gordon Brown
- Reino Unido
- Campañas electorales
- Encuestas
- Europa occidental
- Opinión pública
- Sociedad
- Elecciones europeas 2009
- Elecciones europeas
- Unión Europea
- Elecciones
- Organizaciones internacionales
- Europa
- Relaciones exteriores
- Política
- Estados Unidos
- Norteamérica
- América