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MANERAS DE VIVIR
Columna
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La carambola de la felicidad

Rosa Montero

Ya saben que el premio más monumental de lotería que jamás se ha entregado en Europa, 126 millones de euros, salió en España hace un par de semanas y se lo llevó una joven mallorquina de 25 años. A juzgar por las estadísticas y los estudios hechos sobre los ganadores de premios de este tipo, esa pobre chica va a pasarlo fatal. Al parecer, no hay como conseguir de golpe un pelotazo inusitado de millones para que la vida se te vaya al garete. Cuidado con lo que deseas, porque puede convertirse en realidad, reza el viejo dicho; y el caso es que, al cabo de unos años, entre la lista de acertantes de la lotería hay una rara abundancia de depresiones clínicas, suicidios, escándalos y rupturas familiares. Y también unas cuantas ruinas, esto es, gente que se las apaña para perder todo el dinero a velocidad de vértigo (en ocasiones, con la inestimable ayuda de algún estafador). Unas biografías muy poco recomendables. Yo misma conocí hace tiempo al ganador de un premio sustancioso. Nunca llegó a confesar a cuánto ascendía, pero debió de ser mucho porque decidió retirarse de trabajar. Era un buen profesional, un tipo competente y activo. Tenía 45 años y trasladó su residencia a una playa, supuestamente para darse la gran vidorra. Una década más tarde volvió a aparecer por Madrid, deprimido, divorciado, refunfuñón, avejentado, completamente fuera de lugar. Y tan alicaído que no me extrañó enterarme de su muerte, pocos años después. Desde luego no parecía que el súbito dinero le hubiera ayudado a ser feliz.

"Un hecho infortunado a veces termina convirtiéndose en algo positivo"

Dicen los expertos que para que un premio así no acabe destruyéndote, es muy importante seguir manteniendo el mismo estilo de vida y los mismos amigos. Por no hablar del mismo cónyuge, porque, por lo visto, lo primero que hacen muchos de los ganadores es cambiar de pareja. Son consejos que de entrada parecen sensatos, pero que si se piensan bien son impracticables e incluso algo idiotas. Imaginemos que eres un parado de una sórdida barriada industrial de una gran ciudad y que te caen encima diez millones de euros. ¿Vas a seguir manteniendo el mismo estilo de vida? O sea, ¿continuarás residiendo en un piso asqueroso de 35 metros y en un suburbio peligroso de aceras rotas y farolas fundidas? ¿Y seguirás yendo durante dos horas en autobús para hacer la compra en el macro más barato de la ciudad? O, si trabajas en una machacante cadena de producción por cuatro perras, ¿persistirás en tu empleo embrutecedor? En cuanto a los amigos, desde luego conviene conservarlos, pero, al tener dinero, querrás viajar, ir a sitios, comer en buenos restaurantes, darte tus caprichos. Y los amigos carecen de recursos para seguirte. Sin duda puedes invitarlos, y lo harás algún tiempo. Pero invitar eternamente termina envenenando la relación. No debe de ser fácil, desde luego.

Lo cual me recuerda otro viejo refrán: Dios escribe con los renglones torcidos. Que, traducido a una versión agnóstica con la que me siento mucho más a gusto, viene a decir que el azar hace carambolas con nosotros por ciego capricho, de modo que un hecho infortunado a veces termina convirtiéndose en algo positivo, y en cambio un aparente bien, como el premio de la lotería, puede acabar por labrarnos la desgracia. En Las 1001 noches hay un cuento delicioso sobre un sastre que empieza a experimentar una equívoca sucesión de felicidades y desventuras. Su único hijo es confundido por un fatal error con el asesino de una anciana y es encarcelado; pero entonces se declara la guerra con el país vecino, hay una conscripción y todos los jóvenes de su edad son llevados a combatir en horrorosas batallas. De lo cual el muchacho se salva, gracias a estar preso. Con el tiempo, se descubre al verdadero asesino y el hijo es puesto en libertad. Pero al día siguiente de salir de la cárcel hay un terremoto, la casa familiar se derrumba, el chico muere bajo los cascotes. Sin embargo, la prisión sigue intacta y en su interior nadie ha sufrido ningún daño. El relato continúa por el estilo, devanando un largo rosario de coincidencias. Demasiadas casualidades y todas seguidas, desde luego: para eso es un cuento de Las 1001 noches. Pero por debajo del adorno de la ficción se transparenta algo muy auténtico: que la vida es esencialmente paradójica y el destino enigmático y mudable. Sí, es cierto: un golpe de aparente fortuna puede acabar teniendo secuelas negativas. Pero yo prefiero recordar que un mal momento, un dolor o un disgusto pueden ser el comienzo de la carambola de la felicidad. Piénsenlo, consuela.

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