Un señor llamado Neil Young
El Primavera Sound de Barcelona se cerró ayer con un memorable concierto de la leyenda de rock canadiense
El legendario Neil Young abrió anoche su concierto del festival Primavera Sound de un modo sencillamente conmovedor. La sucesión My my, hey hey, Ready for the country y Everybody knows this is nowhere es seguramente más de lo que un hombre en plena posesión de sus emociones rock puede soportar. Ese señor mayor que se movía de atrás adelante, como mascando cada nota de su guitarra, tocó una música con la que pudieron ser engendrados muchos de los miembros de la audiencia. Y se apoderó del certamen con la autoridad de los verdaderamente grandes.
Fue una ceremonia de dos horas de celebración de la verdad del rock. El ruido y la furia vital, los punteos, la rítmica repetición de las cosas que nunca mueren. Con la exaltación de las ocasiones únicas, la masa se dejó llevar por un viaje por cuatro décadas de repertorio del canadiense.
El público cambió y aumentó ostensiblemente frente a las jornadas anteriores. Los flequillos juveniles, que desafiaron la gravedad durante todo el fin de semana, se rindieron ante los cuatro pelos de Young, acaso los más dignos de la historia del pop, y dejaron hueco a la típica estampa del talludito practicante del folk rock.
"No hay dinero para pagar lo que va a suceder" había proclamado Gary Louris, de The Jayhawks, en el concierto precedente. "¡Vamos a ver a Neil Young!".
O sí lo hay. Los organizadores de la cita se enorgullecían de haber pagado al músico canadiense la mitad de lo que el mastodóntico y muy británico festival de Glastonbury, sea cual sea la cantidad que unos y otros prefieren mantener en secreto.
Los tales Jayhawks, padres del country alternativo, volvieron a elevar los armónicos de guitarra y el cruce de falsetes a la categoría de las bellas artes. Anduvo reñido durante algunos años, pero ha vuelto para quedarse el tándem formado por Louris y Mark Olson. Ayer, bajo un sol californiano y el influjo de Young, súbitamente parecieron los David Crosby y Graham Nash de nuestra era.
Antes, en un horario tan poco rock'n'roll como la hora de la siesta, la elección de programar al trío de jazz The bad plus en el Auditori demostró aquello que hace único a este festival. El grupo, liderado por el intelectual del piano Etan Iverson, se distingue por traer al terreno de la improvisación temas de U2, Pink Floyd o Nirvana.
Tanto esplendor vespertino condujo a una conclusión. El cartel de este año aconsejaba retirarse pronto para madrugar musicalmente. No hubo nada electrónico que invitase a perder el sueño. Salvo Dan Deacon Ensemble. Un barbudo sin norte. En la madrugada del sábado, a base de melodías de videojuego e infantiles maquinitas, consiguió que el público cayese enamorado de la irrealidad. Como en la tienda de caramelos del poema de Lawrence Ferlinghetti.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.