Cosas viejas
En el Festival de Cannes se han exhibido películas en sistema digital con calidad asombrosa, incluso en relieve. Se han promocionado películas digitales en Imax, y hasta se han anunciado proyectos como el de Bigas Luna de llevar al cine en 3-D la novela de Pedrolo El manuscrito del segundo origen. El cine se renueva técnicamente, viene haciéndolo desde siempre, y ahora le toca ponerse al día.
Imagínense: para exhibir películas en un cine tradicional hay que transportar hasta la cabina seis o más pesadas latas, empalmar entre sí sus bobinas en un enorme rollo que finalmente se coloca en el proyector, y tener luego cuidado de que la película no se raye ni se rompa ni se queme. Una antigualla. Naturalmente, al espectador no le importan estas complejidades, sólo quiere ver buenos filmes en condiciones excelentes.
Se modernizan los sistemas de exhibición, pero continúan impertérritos los modos de financiar, promocionar y comercializar las películas, cuando no sus propios contenidos. Se moderniza la técnica, pero no siempre el espíritu. En España, sin ir más lejos, se programen o no sus películas en Cannes en versión digital o fotográfica, se siguen manteniendo las viejas disputas entre periodistas y cineastas -ahora Almodóvar, no hace mucho tiempo Vicente Aranda con uno de sus filmes-, y también entre productores y el Gobierno de turno, que parece cambiar ahora de opinión respecto a las teles y las ayudas al cine; entre académicos que preparan estos días cartas de protesta a periódicos; entre productores y directores generales... Pero sobre todo las películas en sí, muchas de ellas repetidoras de fórmulas heredadas de la tele o imitadoras sin éxito de fórmulas foráneas, que a su vez se repiten a sí mismas... Hace tiempo, aquel español exiliado en México, Luis Alcoriza, compañero de Buñuel, decía que cualquiera se avergonzaría de llevar una corbata pasada de moda mientras que no le importa vivir con las normas que su retrógrada abuelita le inculcó desde niño.
Babelia
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