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Reportaje:

Sombras chinescas desde la tumba

Un libro póstumo de Zhao desentierra la matanza de Tiananmen

Cuando el 17 de enero de 2005, el ex secretario general del Partido Comunista Chino (PCCh) Zhao Ziyang falleció en Pekín, a los 85 años, probablemente muchos líderes pensaron aliviados que el país había pasado una de las páginas más oscuras de su historia y que la táctica de enterrar en el olvido a quien se opuso a participar en la matanza de Tiananmen había tenido éxito.

Hoy son pocos quienes conocen el nombre de Zhao Ziyang en China, pese a que ocupaba el segundo puesto en la jerarquía del país a finales de la década de los ochenta, después de Deng Xiaoping. Y pocos saben que su negativa a enviar los carros de combate para aplastar las manifestaciones prodemocráticas de la plaza pequinesa le costó el cargo y le supuso el arresto domiciliario durante la mayor parte de los 16 años transcurridos hasta su muerte.

Las memorias son el resultado de más de 30 horas secretas de grabación
Es la primera vez que un líder de tal rango rompe el secretismo del PCCh

Pero Zhao Ziyang ha regresado desde su tumba. Hace unos días han sido publicadas en Hong Kong sus memorias, en las que cuenta con gran detalle las rivalidades políticas, las conjuras, la manipulación y las ilegalidades que, según relata, condujeron a la declaración de la ley marcial y la matanza de cientos (la cifra no ha sido nunca aclarada) de estudiantes, obreros y simpatizantes en las calles de Pekín en la noche del 3 al 4 de junio de 1989.

Un fantasma de 306 páginas de frases cortas y estilo directo que ha debido provocar escalofríos a más de un alto dirigente en activo o retirado de un partido obsesionado por borrar de la memoria colectiva aquellos sucesos.

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"En la noche del 3 de junio, mientras estaba sentado en el patio de mi casa con mi familia, oí numerosos disparos. Una tragedia que conmovería al mundo no había sido evitada", recuerda en el libro. Zhao fue detenido y confinado en su vivienda, acusado por el entonces primer ministro y gran enemigo político Li Peng y otros miembros del ala dura de apoyar las revueltas y dividir el partido. Hasta el final de sus días rechazó el veredicto oficial de que los manifestantes formaban parte de una conspiración anticomunista y pretendían derrocar al Gobierno.

El libro, titulado Prisionero del Estado: diario secreto del primer ministro Zhao Ziyang, se ha agotado rápidamente en Hong Kong, y será con toda seguridad prohibido en China continental, pero algunos ejemplares ya han cruzado la frontera y las fotocopias han comenzado a circular.

Las memorias son el resultado de más de 30 horas de grabación realizadas en secreto por el defenestrado dirigente en la soledad de su estudio durante sus años de detención domiciliaria. Zhao fue ayudado por cuatro amigos ex altos funcionarios, entre ellos Xiao Hongda, antiguo subdirector de la Comisión de Disciplina del PCCh, y Du Daozheng, un reformista director de la Administración General de Publicaciones a finales de los ochenta, según ha revelado el propio Du esta semana.

Los confidentes le proporcionaron el equipo de grabación y se encargaron de sacar las cintas de su casa de forma clandestina y hacerlas llegar a Hong Kong. Zhao registró sus palabras en casetes de música para niños y ópera china sin informar ni siquiera a su familia.

El Gobierno ha reaccionado con cautela a la publicación del libro y ha repetido la posición oficial. "Hace tiempo que nuestro partido y nuestro Gobierno llegaron a una conclusión sobre los sucesos en China de finales de los ochenta", afirmó Ma Zhaoxu, portavoz de Exteriores. "Los hechos prueban que la senda del socialismo con características chinas recorrida está de acuerdo con las condiciones nacionales de China y el interés básico de la mayoría de la gente, y refleja los deseos del pueblo".

Las memorias tienen una gran trascendencia. Por un lado, se trata de la primera vez que un líder de tal rango rompe el secretismo habitual en el PCCh y habla con franqueza de su vida política, las luchas internas del partido, Deng Xiaoping y el futuro de China. Por otro, ayudan a aclarar algunos hechos que se desconocían. Y, finalmente, porque rechazan de forma contundente la tesis oficial de que Tiananmen fue un movimiento contrarrevolucionario.

Contrariamente a lo que se pensaba hasta ahora -que la decisión de enviar el Ejército para aplastar las protestas fue consecuencia del resultado de tres a dos votos en una consulta del Comité Permanente del Politburó-, Zhao asegura que no hubo tal votación y que Deng dio la orden, influido por Li Peng.

El ex líder aborda también las diferencias que tenía sobre las reformas económicas y la democracia con el Pequeño Timonel, de quien dice que defendía a ultranza la dictadura y que sus ideas sobre democracia "no eran más que palabras vacías".

Zhao cuestiona la creencia extendida de que Deng Xiaoping fue el padre de las reformas que han transformado China. Roderick MacFarquhar, profesor de historia en la Universidad de Harvard, escribe en el prólogo del libro que de la lectura se deduce que el verdadero arquitecto es Zhao Ziyang, ya que fue él quien, por ejemplo, se dio cuenta de que el sistema de colectivización rural "estaba obsoleto". "Como Zhao reconoce, sin el apoyo de Deng nunca habría sido posible llevarlas a cabo. Pero no fue Deng quien realizó el gran avance, fue Zhao".

Aunque conservador desde el punto de vista político en los ochenta, Zhao defendió al final de su vida que China debe caminar hacia una democracia parlamentaria de tipo occidental -algo que los dirigentes actuales han insistido que Pekín nunca hará- "porque es el mejor sistema disponible". De lo contrario, según afirmó, "será imposible" solucionar problemas "como la corrupción rampante y la creciente brecha entre ricos y pobres" ni "materializar el gobierno de la ley".

Un manifestante intenta detener los tanques enviados a la plaza de Tiananmen para reprimir las protestas en 1989.
Un manifestante intenta detener los tanques enviados a la plaza de Tiananmen para reprimir las protestas en 1989.AP

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