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Crítica:14ª corrida de feria de San Isidro
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El toro, una especie en extinción

Antonio Lorca

Un escándalo; un gran escándalo... La corrida de ayer fue otra vergonzosa estampa del toro tullido, amuermado, enfermo, borracho, o vaya usted a saber qué, que con tanta y desgraciada frecuencia aparece en los ruedos. Toros imposibles, incluso, para el toreo de cursis bailarines en el que se ha convertido la fiesta en la actualidad.

Los toros -con perdón para los toros bravos- de Peñajara fueron pura escoria, rodaron sin descaro por la arena y ofrecieron un lamentabilísimo espectáculo. Pero así está la fiesta llamada eufemísticamente de toros, cuando ya no hay toros bravos, ha desaparecido la especie, y lo que se cría es un raro animal, resultado de una mutación genética que, más pronto que tarde, pondrá punto y final a una tradición ancestral de este país. Y se acabará por obra y gracia, exclusivamente, de quienes tienen la obligación de cuidarla y velar por su integridad y pureza.

PEÑAJARA / ABELLÁN, MARÍN, EL PAYO

Toros de Peñajara -primero, tercero y sexto, devueltos-, correctos de presentación, muy inválidos y absolutamente tullidos. Primer sobrero, de Hermanos Torres Gallego, manso y bronco; segundo, de María Cascón, de casta agresiva; el tercero, de Pío Tabernero, grandón y descastado.

Miguel Abellán: pinchazo y sartenazo (silencio); casi entera baja (silencio).

Serafín Marín: pinchazo, bajonazo -aviso- y tres descabellos (silencio); estocada (silencio).

El Payo, que confimó la alternativa: dos pinchazos -aviso- y estocada (silencio); estocada (vuelta al ruedo).

Plaza de Las Ventas. 17 de mayo. Decimocuarta corrida de feria. Lleno.

Cada año vuelven los mismos, los más inválidos y descastados Están acabando con este espectáculo que alguna vez fue maravilloso
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¿Cornadas para todos?

Como es lógico, la gente se enfadó mucho con la autoridad y algunos se acordaron de la familia del presidente. Pero quede claro que él no es el único responsable. Debieran compartir banquillo los toreros, en primer lugar, los ganaderos y los empresarios. Hace mucho tiempo que se sabe que la cabaña brava sufre una enfermedad terminal, pero nadie quiere poner remedio. Y no lo hacen porque, desaparecido el aficionado sabio y exigente de antaño, no tienen quienes les presionen para que, sencillamente, cumplan con su obligación. Cada año vuelven los mismos toros, los más inválidos y descastados, porque ésos son los que exigen las figuritas de la modernidad; y los ganaderos los crían porque, de lo contrario, se les acaba el negocio; y los empresarios los compran porque nos les importa el público; porque saben que esta fiesta ya no es más que un acto social, y que cada vez hay más abonos en manos de empresas e instituciones que utilizan las entradas para agasajar a sus clientes. Un acto social en el que se bebe mucho, muchísimo, y se fuman unos puros enormes que deben costar, en el estanco que ha habilitado la propia plaza, una barbaridad de euros. Protestan los del tendido siete y algunos que se unen por imitación, pero a los invitados, que parecen mayoría, les trae al fresco lo que ocurra. Por eso, los taurinos -las figuras, los primeros, que no se olvide nunca- engañan y manipulan, y están acabando con este espectáculo que alguna vez fue maravilloso.

Pero algo se puede salvar del desastre. Primero, el torero mexicano El Payo, que sorprendió a todos con su arrojo, valentía, disposición e inteligencia. Mató dos sobreros; al primero, un toro bronco que lanzaba gañafones al final de cada muletazo, lo sometió con gran pundonor y le robó un par de tandas muy meritorias. El sexto era un soso zambombo con el que estuvo hecho un tío, un torero de los pies a la cabeza, y trazó muletazos hondos por ambas manos, aunque sin la necesaria continuidad. Tiene pinta de torero este mexicano. Será lo que tenga que ser, pero su forma de estar en la plaza y su disposición le auguran un futuro prometedor. Que no se olvide el tercio de quites que él y Abellán protagonizaron en el primero. Hasta cinco quites entre ambos: El Payo, por gaoneras, chicuelinas y delantales, y Abellán, por verónicas y delantales. No fue un tercio grandioso, pero sí alegre, emotivo y novedoso en tiempos de tanta uniformidad.

Dispuesto se mostró en todo momento Abellán con dos muertos en vida, y Marín hizo un titánico esfuerzo con el agresivo y violento segundo, ante el que le aguantó con gallardía un par de estimables tandas, pero le faltó corazón.

Miguel Abellán, con el cuarto toro de la tarde.
Miguel Abellán, con el cuarto toro de la tarde.CLAUDIO ÁLVAREZ

La corrida de hoy

- Toros de Juan Pedro Domecq. Ojalá no se caigan, porque, desde el martes, la cosa está ya muy caliente.

- Morante de la Puebla. El otro día, ante un lote imposible, la cátedra reconoció que puso todo de su parte

y dejó su personalísimo sello en algunos pases hondos, aunque el público acogiera su labor con frialdad.

- José María Manzanares. Fue el triunfador oficial de la Feria de Abril, en donde dio buena muestra de la elegancia exquisita de su toreo.

- Rubén Pinar. Confirmación de alternativa de lujo para quien ha sido, hasta hace poco, figura máxima de la novillería. Poderío y firmeza son sus mayores virtudes.

La corrida se retransmite por Canal + Eventos.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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