Cameron intenta forzar a Brown a un adelanto de las elecciones
El presidente de los Comunes pide perdón a los británicos
La política británica vivió ayer otro día de convulsiones. El líder de la oposición, David Cameron, lanzó una campaña nacional para inundar Downing Street de peticiones que obliguen al primer ministro, Gordon Brown, a convocar elecciones anticipadas. Cameron hizo este llamamiento instantes antes de que los Comunes vivieran escenas esperpénticas, con el speaker -el presidente de la Cámara, y probablemente algo más que eso- luchando por su supervivencia política mientras un nutrido grupo de diputados le exigía que someta a debate una moción de censura contra él.
Cameron se refugió precisamente en la gravedad de la crisis política que atraviesa el país, convulsionado por el escándalo de los abusos de los diputados en el cobro de sus gastos, para exigir el adelanto de las elecciones, previstas para la primavera de 2010. El líder conservador quiere que los militantes de su partido firmen una petición en ese sentido y se echen a la calle para invitar a los demás ciudadanos a firmarla.
Si la presión conservadora tuviera éxito, las primeras víctimas de las elecciones serían los laboristas, condenados a perder de acuerdo con todas las encuestas. Pero la segunda víctima sería el Tratado de Lisboa porque los tories llegarían al poder antes de que haya podido ser ratificado en Irlanda y, por tanto, antes de que entre en vigor. Eso permitiría a Cameron dar marcha atrás en la ratificación británica y convocar un referéndum para decidir la posición británica.
Al presentar el programa conservador para las elecciones europeas, Cameron confirmó la orientación profundamente antieuropea de su liderazgo: los nuevos eurodiputados conservadores abandonarán el Partido Popular Europeo para integrarse junto a los partidos nacionalistas y un eventual Gobierno tory hará todo lo posible por hacer descarrilar el Tratado de Lisboa.
Mientras Cameron presentaba su programa, el speaker de los Comunes, Michael Martin, se disculpó por fin ante los británicos por el escándalo de los gastos y convocó al Gobierno para negociar de inmediato la reforma del sistema. Una declaración que no convenció a sus críticos porque llegaba muy tarde y porque vieron en ella muy poca sinceridad y mucho oportunismo: un último intento de salvar su cabeza.
Quizás tanto oportunismo como el que destilan quienes ahora parecen centrar en el speaker un problema que afecta a decenas, probablemente centenares de diputados, y que amenaza con desacreditar al conjunto del Parlamento ante la ciudadanía.
Martin ha destacado por su permanente oposición a hacer público el detalle de los gastos de los diputados y llevó a los tribunales la petición ciudadana de que éstos se publicaran apelando a la llamada Ley de Libertad de Información. El Parlamento perdió ese recurso y se disponía a publicar esa información en julio.
Cuando el diario The Daily Telegraph se adelantó, aireando detalles que probablemente los Comunes no iban a hacer públicos, Martin pareció más preocupado por encontrar al funcionario que robó esos datos y luego los hizo llegar al diario -todo indica que a cambio de una suma de dinero-, que por el cariz escandaloso de los gastos de los diputados.
Su actitud colmó la paciencia de sus críticos, que la semana pasada prepararon una moción contra él. Ayer se esperaba que Michael Martin anunciara que no seguirá como speaker en la próxima legislatura para desactivar así la censura contra él, pero no lo hizo. Y aseguró que la censura sólo se puede debatir si así lo pide el Gobierno.
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