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Reportaje:

Una vida que no tiene repuestos

La claridad y su apuesta por las emociones consiguieron que los lectores se identificaran masivamente con la obra del autor de 'Poemas de la oficina'

Javier Rodríguez Marcos

"La vida es una máquina / para la que no hay respuestas / ni repuestos". Eso dicen unos versos de Máquina, un poema incluido en Testigo de uno mismo, el último libro de Mario Benedetti, publicado pocos días antes de su muerte y lleno, no ya de versos finales sino, como decía él mismo, gran futbolero, de "versos semifinales".

Puede que Benedetti supiera más de repuestos que de respuestas. De hecho, uno de sus muchos primeros trabajos lo consiguió en una empresa de recambios del automóvil. Recaló en ella después de dejar colgado el bachillerato y de pasar por el Liceo Alemán de Montevideo. También después de pasar penurias porque un falso amigo estafó a su padre, químico, vendiéndole una farmacia vacía. Fue en Tacuarembó, la capital del estado al que pertenece Paso de los Toros, el pueblo en el que nació Mario Benedetti en 1920.

Más información
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En 1945 publicó su primer libro, La víspera indeleble, un poemario que nunca quisó reeditar. Contaba Benedetti que su visión de la lírica cambió al descubrír en Buenos Aires la poesía "sencilla y clara" de Baldomero Fernández Moreno. Hasta entonces, la poesía que se escribía en el Río de la Plata estaba tejida con un léxico de importación: "Los poemas estaban llenos de corzos y gacelas. Animales que aquí no hay", recordaba el autor de Poemas de la oficina (1956).

Puede que éste sea el libro en el que aparece ya madura la voz del Benedetti más conocido: sencilla, irónica, sentimental, como dicha en medio de una conversación. En un tiempo en el que la poesía parecía hecha para ser declamada engolando las esdrújulas en un campo de fútbol, el escritor uruguayo se unía al tono cercano de Nicanor Parra y Ernesto Cardenal. De esa pasta están hechos títulos como Noción de patria (1963), Poemas de otros (1974), Cotidianas (1979) y El olvido está lleno de memoria (1995). Esos libros le valieron en 1999 el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el más importante del género, pero, sobre todo, le valieron el fervor de un público que se identificaba con poemas amorosos como Corazón coraza, Hagamos un trato o Táctica y estrategia. Las canciones de Daniel Viglietti o Joan Manuel Serrat y un filme como El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela, no hicieron más que multiplicar la fama del poeta más popular de América Latina después de Neruda.

Además de poesía, Mario Benedetti escribió de todo: artículos de periódico, ensayos, teatro y narrativa. En 1960 publicó La tregua, una novela adaptada para el cine por Sergio Renán que en 1977 optó al Oscar que terminaría llevándose Amarcord.

Su compromiso con la izquierda uruguaya le costó, tras el golpe de Estado de 1973, un exilio que le llevó a Cuba y de allí a España, después de ser expulsado de Perú por un policía que se quedó dormido mientras él hacía las maletas y, de paso, se deshacía de documentos comprometedores. Al despertar sólo acertó a decir: "Por favor, no se lo diga a mis jefes". Mario Benedetti tardó 10 años en volver a Uruguay. Hacía ya tiempo que había escrito que su noción de patria era "la urgencia de decir nosotros".

Obra escogida

- 'Inventario 1, 2 y 3'. Reúnen parte de su poesía agrupada hasta esas fechas. (Visor, años de publicación; 1990, 1993 y 2003).

- 'Articulario'. Selección de artículos periodísticos.

La primera parte, Desexilio

y otras conjeturas acoge aquellos textos que se publicaron en EL PAÍS entre 1982 y 1984. Y la segunda, Perplejidades de fin de siglo, entre 1990 y 1993. (Editorial Aguilar-EL PAÍS, 1994).

- 'Cuentos completos'. Es una recopilación de relatos cortos. (Alfaguara, 1994).

- 'El ejercicio del criterio'. Este libro es parte de su obra crítica. Conjunto de ensayos publicados entre 1950 y 1994. (Alfaguara, 1995).

- 'La tregua'. Su novela más emblemática (1960).

- 'El porvenir de mi pasado'. Son cuentos que escribió entre 2000 y 2003, excepto el titulado Niñoquepiensa, que data de 1956 (Alfaguara, 2003).

Cerrar los ojos

Cerremos estos ojos para entrar al misterio

el que acude con gozos y desdichas

así

en esta noche provocada

crearemos por fin nuestras propias estrellas

y nuestra hermosa colección de sueños

el pobre mundo seguirá rodando

lejos de nuestros párpados caídos

habrá hurtos abusos fechorías

o sea el espantoso ritmo de las cosas

allá en la calle seguirán los mismos

escaparates de las tentaciones

ah pero nuestros ojos tapados piensan sienten

lo que no pensaron ni sintieron antes

si pasado mañana los abrimos

el corazón acaso se encabrite

así hasta que los párpados

se nos caigan de nuevo

y volvamos al pacto de lo oscuro

Presagios

Los presagios nos cercan

nos oprimen

pueden llegar con vivas o con lágrimas

son quizá las propuestas del futuro

que acuden con su estilo mesurado

en la vejez

que nos agarra exhaustos

se le meten a uno entre las canas

y al recibirlos con melancolía

les hacemos un sitio en la memoria

los presagios inspiran desconfianza

mueven sus pétalos agonizantes

y van de a poco fabricando olvidos

heridas del amor con cicatrices

presagios son augurios

vaticinios

se entienden con el alma y con la lluvia

y suelen trabajar sobre seguro

no hay presagio más fiable que la muerte

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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