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Editorial:Editorial
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Indicios sin confirmar

Los indicadores de confianza económica y las declaraciones de algunos responsables económicos a los que se supone información cierta y privilegiada, como el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, han contribuido a excitar un debate sobre la posibilidad de una recuperación económica más rápida de lo que prevén los organismos internacionales que, como el Fondo Monetario Internacional o la OCDE, retrasan las primeras tasas de crecimiento positivo hasta mediados de 2010. Son los "brotes verdes" de la economía que mencionó la vicepresidenta Elena Salgado tras el Consejo de Ministros extraordinario del miércoles pasado, aunque en el caso de la economía española los indicios, si existen, sean tan escasos que, en lo que importa, apenas van más allá de que el paro vaya a crecer de forma menos rápida en los próximos meses.

No es posible decidir de forma terminante si los brotes verdes son indicios consistentes o simples espejismos sin valor. Los cálculos econométricos aplican, grosso modo, la extrapolación de las estadísticas previas con correcciones que suelen resultar insuficientes para detectar un cambio de tendencia en la actividad; pero, si no hay que creer sus conclusiones a pie juntillas, tampoco hay que perder de vista que en esta recesión cualquier recuperación depende fundamentalmente de la normalización del sistema bancario, y el primer y más importante sistema bancario que hay que normalizar es el de Estados Unidos. Dicho de otro modo, si la gestión de Timothy Geithner y Ben Bernanke consigue que Bank of America, Wells Fargo y Citigroup retornen a una línea de estabilidad crediticia, podrá decirse sin dudar que las previsiones del FMI y la OCDE son excesivamente pesimistas y que la recuperación mundial llegará antes de mediados de 2010. Pero si el sistema financiero no se estabiliza, si aparece una nueva oleada de incertidumbres y desconfianzas -otro Lehman Brothers, otra intervención drástica o una nueva quiebra en ciernes-, las predicciones del Fondo y otros organismos internacionales que extrapolan el pasado reciente, oscuras en sí mismas, se convertirán automáticamente en optimistas.

Pero aunque la recesión penda del hilo bancario, los bancos centrales tienen un papel importante en la tarea de sostener la actividad económica en la medida que lo permitan sus resortes monetarios. La decisión del BCE de comprar cédulas hipotecarias por un importe de hasta 60.000 millones de euros es una medida poco convencional, pero muy pertinente; todavía más, si las circunstancias lo exigen, y probablemente lo harán, el BCE debería estar dispuesto a comprar otros títulos, con el fin de evitar que se arruinen las empresas poco o nada servidas por las entidades financieras.

La teoría de los brotes verdes parece, en conclusión, una materialización del deseo de que se acabe una crisis enrevesada y cuyas posibles soluciones tropiezan además con la resistencia organizada de las entidades financieras estadounidenses a aceptar un endurecimiento de las normas de regulación bancaria. El optimismo es particularmente extraño en la economía española, porque necesita de tasas de crecimiento económico muy elevadas para crear empleo. Y esas tasas no se conseguirán, ni siquiera en el caso del más verde de los brotes, antes de 2011.

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