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Columna
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Los dilemas de Obama

Sami Naïr

Con la llegada de Barack Obama, Estados Unidos está viviendo probablemente una de esas grandes épocas cuyo secreto sólo él conoce, hecha de cambios profundos, de optimismo inveterado ante el futuro, antes, por supuesto, de que retorne el péndulo. El problema, ahora, es saber cómo podrá encontrar Obama los relevos necesarios dentro del país para sacar adelante las reformas nacionales e internacionales que pretende llevar a cabo, tras la gran destrucción de las libertades públicas por parte de Bush y la estrategia del caos impuesta como regla de la política exterior. No es una cuestión abstracta, menos aún cuando ésta se plantea en el contexto de una crisis internacional del capitalismo de consecuencias imprevisibles.

EE UU ya no puede permitirse dominar el mundo, por razones económicas: su decadencia ha empezado

EE UU ya no puede permitirse dominar el mundo, por razones estrictamente económicas y financieras: su decadencia ya ha empezado. ¿Conseguirá la llegada de Obama detener este proceso? Nadie puede predecirlo. Lo que es seguro es que el cambio no puede hacerse en todos los frentes. Si tomamos, por ejemplo, la política exterior, es probable que, al haber elegido a Hillary Clinton como secretaria de Estado de Asuntos Exteriores, Obama haya hecho una elección que se inscribe dentro de la lógica, no de un primer mandato, sino más bien de dos.

En efecto, hay actualmente un consenso interno bastante amplio sobre la política internacional para renovar, sobre bases progresistas, las relaciones con América Latina, incluida Cuba, así como un acuerdo para estabilizar las relaciones con Rusia y China, y reforzar el diálogo multilateral con Europa. En todos estos frentes, Obama parece moverse con confianza y rapidez: así que seguirá prevaleciendo la estrategia del soft power. Los resultados no serán inmediatos, pero sí duraderos.

Pero en cuanto a los temas candentes, ése es otro asunto. Los dos más conflictivos son, evidentemente, aquellos sobre los que Obama tiene menos influencia sobre el terreno y para los que menos aliados cuenta dentro del país. En primer lugar, tenemos Oriente Próximo. Es probable que Obama tenga un margen de maniobra extremadamente reducido en este punto. Tanto porque el lobby americano-israelí se lo pondrá difícil, como porque los países árabes no quieren una solución que dé al Hamás palestino una legitimidad que les da miedo. Pero está claro que no se llegará a ninguna solución sin la participación de los representantes de Hamás, y que la extrema derecha israelí, actualmente en el poder en Jerusalén, no sólo no quiere negociar, sino que está cambiando, una vez más, los mismos términos de una posible negociación, puesto que se niega a reconocer la necesidad de un Estado palestino. Así que todo parece indicar que este conflicto no podrá resolverse durante este primer mandato, puesto que toda postura firme hacia Israel hipotecaría la reelección de Obama.

Hay otro tema candente, que es el eje Irak-Afganistán-Pakistán. El error que cometió Obama fue creer que podía separar estos tres focos de guerra unos de otros. Pero, en primer lugar, la guerra está lejos de estar ganada en Irak: la tambaleante paz sólo se sostiene gracias a la presencia de 140.000 soldados de EE UU y a la complicidad iraní. En segundo lugar, el poder afgano del presidente Karzai está podrido hasta la médula y los talibanes han conseguido restaurar a su alrededor un abanico de fuerzas compuesto por las tribus cuyo control ha ido perdiendo con los años el poder arrogante de Kabul. Además, los talibanes y Al Qaeda controlan la mayor parte del territorio. En tercer lugar, Al Qaeda y los talibanes han respondido a la estrategia de tierra quemada elegida por Bush, con la estrategia de la diseminación en las montañas fronterizas con Pakistán, convirtiendo en inevitable una "paquistanización" de la confrontación. Hoy, ocupan los dos lados de la frontera y dominan el noroeste de Pakistán, el valle de Malakán y hasta se han permitido el lujo de ocupar la ciudad de Buner, amenazando así directamente Islamabad. Es innegable que Al Qaeda ha ganado terreno. No hay victoria posible de los americanos sobre uno de estos frentes sin que ésta sea sobre los tres. Así que Obama tiene que revisar la base de sus relaciones con los talibanes, con el poder afgano y con los paquistaníes. Tiene que encontrar una solución global, que sólo podrá ser negociada.

Es probable que Hillary Clinton, que está unida a los grupos de presión pro-israelíes y es corresponsable de la intervención en Irak (con su voto), así como una ardiente defensora de la intervención en Afganistán, no pueda actuar de manera decisiva sobre estos dos temas candentes. A Obama, le queda todavía mucho por hacer...

Traducción M. Sampons.

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Sobre la firma

Sami Naïr
Es politólogo, especialista en geopolítica y migraciones. Autor de varios libros en castellano: La inmigración explicada a mi hija (2000), El imperio frente a la diversidad (2005), Y vendrán. Las migraciones en tiempos hostiles (2006), Europa mestiza (2012), Refugiados (2016) y Acompañando a Simone de Beauvoir: Mujeres, hombres, igualdad (2019).

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