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Reportaje:La financiación autonómica

Zapatero y Montilla se la juegan

El presidente del Gobierno y el de la Generalitat de Cataluña deberán superar su mala relación personal si quieren desatascar la financiación autonómica

José Luis Rodríguez Zapatero no se ha dejado ver por Cataluña desde que en julio escuchó al presidente de la Generalitat, José Montilla, aquel: "Te queremos José Luis, pero queremos más a Cataluña". Pronunciada en el Congreso del PSC, en uno de tantos momentos de tensión entre el Gobierno y la Generalitat por la financiación autonómica, la frase aún retumba en los oídos socialistas. Muchos vieron allí la constatación de que ni siquiera con Pasqual Maragall fuera de la escena, las relaciones entre el PSOE y el PSC volverían a ser fluidas. Aquellas palabras evidenciaron el distanciamiento entre Zapatero y Montilla que persiste en dos hombres que compartieron más de cien reuniones en los Consejos de Ministros la pasada legislatura.

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Los dos se la juegan ahora y están obligados a dejar a un lado sus malas relaciones personales para cerrar, por fin, un acuerdo sobre financiación autonómica.

El distanciamiento se volvió a manifestar en diciembre cuando Zapatero convocó a Montilla a La Moncloa el domingo previo a Navidades para intentar cerrar el acuerdo sobre financiación ya con dos aplazamientos a la espalda: en agosto y noviembre. Zapatero pretendió incorporar al encuentro al presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, para tratar de cerrar un acuerdo a tres que, por su efecto, arrastrara a las demás comunidades.

Montilla se cerró en banda en defensa de la bilateralidad y Chaves tuvo que esperar en una sala próxima en La Moncloa a que terminara el encuentro del presidente del Gobierno con el de la Generalitat. "Zapatero se debe a España y Montilla a Cataluña", dicen los dirigentes del PSC para quitar hierro a estas situaciones.

Esa es una de las claves del desencuentro entre ambos, los distintos y, por momentos, papeles contradictorios que juegan. Se expresó de modo muy virulento cuando Montilla reeditó el Gobierno con ERC e ICV-IU contra la voluntad de Zapatero. Superaron aquel desencuentro. Se celebraron las elecciones generales de marzo de 2008 y, a continuación, Montilla puso sobre el tapete la reivindicación de la financiación autonómica para Cataluña. Estas semanas le llega la hora de la verdad a este reto, donde se juega la relación entre Zapatero y Montilla, entre el Gobierno socialista y la Generalitat catalana. Montilla insiste desde hace años en que Cataluña no tiene una financiación adecuada a su aportación a España y está ahogada para pagar los servicios que ofrece a sus ciudadanos. Zapatero, por su parte, ha aplazado, desde agosto, este reto al dar prioridad a la respuesta global a la crisis económica. Pero la situación no puede esperar más en términos económicos y políticos. Zapatero corre el riesgo de abrir una crisis de graves dimensiones con la Generalitat catalana y de perder definitivamente unos apoyos parlamentarios en las Cortes, los de ERC e ICV-IU que le resultan imprescindibles para la estabilidad de su Gobierno cuando CiU y PNV, desde las elecciones vascas, le han declarado abiertamente la guerra política.

Precisamente, una de las claves de la reciente remodelación de Zapatero responde al intento de resolver el problema de la financiación de Cataluña. Aunque la Generalitat respondió a la reestructuración de Zapatero con la escenificación de sus reivindicaciones en financiación autonómica y traspasos, es un hecho que los socialistas catalanes han respirado aliviados por algunos cambios del Gobierno.

El PSC no oculta su satisfacción por la decisión de Zapatero de sustituir a Magdalena Álvarez por José Blanco al frente de Fomento. Ve favorablemente que Zapatero haya elevado a categoría de vicepresidencia la cartera de Política Territorial y haya puesto a su frente a Manuel Chaves, que goza de la complicidad de Montilla en su dilatada etapa como presidente de Andalucía, con la singularidad de que sus estatutos reformados son bastante similares.

El presidente del Gobierno quiere imprimir rapidez al acuerdo con Cataluña sobre financiación. El martes Chaves visita a Montilla en la Generalitat, para abordar el proceso. El jueves será Blanco quien lo haga para tratar sobre el traspaso de los trenes de Cercanías. "El acuerdo es ahora o nunca", afirman en el PSC.

La nueva vicepresidenta económica, Elena Salgado, ha llegado a hablar de "acuerdo inminente" sobre financiación. Pero Montilla no termina de fiarse. Oyó una expresión similar a Zapatero en el encuentro que mantuvieron en La Moncloa el domingo anterior a las Navidades, señalan fuentes de los socialistas catalanes.

Y es que lo que separa a Montilla de Zapatero no es sólo el distinto papel que les toca jugar. También hay entre ellos un problema de sintonía política. Tienen estilos distintos de gobernar y se les nota que pertenecen a generaciones políticas diferentes. Zapatero es un político moderno, pegado a los acontecimientos, que cuida la imagen. Montilla pertenece a la vieja escuela. Es reacio a aparecer en público y le sorprende el toque de voluntarismo e improvisación que Zapatero imprime a su modo de hacer política. El presidente de la Generalitat juega siempre sobre seguro y sólo asume compromisos si están bien atados. Eso explica, también, los reiterados aplazamientos del acuerdo.

Sus diferencias se manifestaron desde el mismo momento de la constitución del Gobierno de Montilla a fines de 2006. Montilla había expuesto a Zapatero sus razones para pactar de nuevo con ERC dejando de lado a CiU, pese a haber ganado este partido las elecciones autonómicas. Zapatero le había pedido que dejara gobernar a CiU un año, hasta las generales, y que luego ya se vería, pues los altibajos del Gobierno tripartito serían aprovechados por el PP en una campaña electoral que se le presentaba complicada.

Pero Montilla y el PSC evitaron las injerencias de Zapatero y del PSOE. De tal modo que el Gobierno tripartito se reeditó en apenas 48 horas mientras Zapatero estaba fuera. La osadía de Montilla fue tomada como una ofensa por muchos dirigentes del PSOE que no habían digerido el debate sobre la reforma del Estatuto de Cataluña. El modo de dirigirlo por Maragall y el PSC había supuesto una caída espectacular en las expectativas electorales del PSOE en toda España, según todos los sondeos.

Con el anuncio de Maragall de dejar la política en 2006, Zapatero había vislumbrado la posibilidad de recomponer las relaciones en Cataluña con un pacto estable con CiU. Lo había logrado con Artur Mas, en la cita de La Moncloa en enero de 2006 para salvar el Estatuto y veía un posible acuerdo entre CiU y el PSC en Cataluña, que le asegurara la estabilidad de su Gobierno en las Cortes.

La relación de Zapatero con Montilla se enfrió y no se recompuso hasta su encuentro de finales de noviembre de 2006 en el marco del Comité Federal. Pero las tensiones resurgieron en otoño de 2007, durante el colapso de la red de cercanías de Renfe en Cataluña que afectaba a centenares de miles de catalanes. Los problemas motivados por la falta de inversión en la red y por las obras del AVE hicieron que la Generalitat exigiera ralentizar las obras del tren veloz para garantizar la seguridad aunque esta infraestructura no estuviera para las elecciones de marzo de 2008.

Montilla actuó como lo habría hecho Jordi Pujol y reclamó a Zapatero soluciones. "Esto no puede seguir así", le dijo a Zapatero. La respuesta de éste fue plantarse en Barcelona un fin de semana, en visita sorpresa, para ver in situ los socavones del AVE. Zapatero y Montilla dieron imagen de unidad y de haber superado los malentendidos por la falta de sentido diplomático de la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez.

Pero el 9 de agosto vencía el plazo fijado en el Estatuto de Cataluña para acordar un nuevo modelo de financiación. No hubo pacto. Pocos días antes y, sin apenas negociación, el entonces ministro de Economía, Pedro Solbes, presentó su oferta a Montilla, que la rechazó. "Es infraestatutaria", dijo. Desde entonces ha vuelto el enconamiento de sus posiciones.

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