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El aullido de cine de Cabrera Infante

El artista Frederic Amat convierte en cortometraje un texto inédito del autor de 'Tres tristes tigres'

"Sonido: en la cinta sólo se escuchará el aullido de un perro sometido a grabaciones de tipo mecánico. Todos los otros sonidos -ruidos diversos, voces, el ulular del viento, el rumor de las olas- quedan excluidos a propósito".

Así empieza El aullido, un guión inédito que Guillermo Cabrera Infante escribió en 1954 y que Frederic Amat ha estado rodando en Barcelona estas últimas semanas. Es la historia de un niño que roba la lágrima de un mastín negro "de ojos fulgurantes" que aúlla a la Luna, se la toma, y tras ver lo que nadie ha visto, muere.

"La Luna es la gran metáfora del cine", asegura Amat, que con este trabajo completa un peculiar tríptico cinematográfico selenita. Primero fue Viaje a la Luna (1998), según el guión que Federico García Lorca escribió durante su viaje a Nueva York. Le siguió Foc al càntir (Fuego en el cántaro) (2001), escrito por Joan Brossa y ahora El aullido. "Cine invisible", guiones escritos que no habían pasado a la pantalla.

"El cine fascinó a los artistas, luego el drama secuestró al cine", afirma Amat
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Ayer acabó el rodaje. TV-3 ha comprado los derechos de retransmisión de la trilogía, que a partir de ahora formará un todo, y esto ha permitido financiar la tercera parte.

Es una película de pintor que utiliza la pantalla como una gran tela sobre la que extiende "pieles que se superponen". Podría definirse como un gran collage de texturas de todo tipo; reales y proyectadas. Las primeras, hechas de materiales de derribo: viejas puertas, marcos de ventana, tablones de todo tipo y resinas transparentes, ensambladas con la marca de fábrica del artista. "Un trencadis", explica, utilizando el término gaudiniano que define esta técnica tan peculiar hecha de planos cortados y superpuestos.

Sobre este decorado, Amat proyecta imágenes que responden textualmente a las indicaciones de Cabrera Infante. Para ello se fue a Cuba y filmó una serie de imágenes muy precisas. "Cabrera es muy exacto en sus instrucciones". Dice, por ejemplo: "un tamarindo se refleja sobre el lecho de un río". Y Amat proyecta esta imagen sobre el decorado.

Un decorado que es, en sí mismo, una sorprendente obra plástica. El rodaje se ha llevado a cabo en un almacén textil abandonado de cuatro plantas y en cada una de ellas el propio artista ha construido el decorado; desde una gran maqueta del pueblo costero caribeño en el que sucede la acción hasta las calles o la colina donde aúlla el mastín.

"A principios del siglo XX todos los artistas estaban fascinados por el cine, por el movimiento, desde Duchamp a Braque, pero luego el drama secuestró al cine", piensa el artista.

Amat ha querido ser fiel a este guión de 15 páginas, "pero no servil". Sin embargo, la poesía no le ha librado de las servidumbres del género. El cine es un oficio muy duro y a menudo desesperante. Todos los directores saben que sólo hay algo peor que trabajar con niños: hacerlo con animales.

El primer protagonista, un viejo mastín, murió al poco de empezar el rodaje. Su reemplazante, una plácida hembra que acaba de dar a luz a cinco cachorros y cuyas ubres recuerdan a la loba de Roma, da la imagen de ese can "fulgurante" que pide Cabrera. Pero para que pusiera pose de aullar, ni siquiera el cebo de una salchicha era suficiente. "Es como hacer una escultura", decía el director entre toma y toma cargado de paciencia. Y no sólo hay perros, también hay moscas y mosquitos, con sus domadores.

Entre los actores destaca el extraordinario Jordi Vilches, que hace el papel del niño, y la presencia de un clásico del cine, Enrique Irazoqui, el Jesucristo de La pasión según San Mateo, de Pier Paolo Pasolini, que ha vuelto a ponerse detrás de las cámaras... 40 años más tarde.

Frederic Amat dirige a Jordi Vilches en el rodaje de <i>El aullido.</i>
Frederic Amat dirige a Jordi Vilches en el rodaje de El aullido.MARCEL·LÍ SÀENZ
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