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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La belleza como medicina

José Ángel Montañés

"¡Yo me apunto a un bombardeo!", dice con una sonrisa de oreja a oreja, Oriol, un joven de 23 años con perilla y piercings que lleva cuatro meses ingresado en la planta de traumatología del hospital de Vall d'Hebron. Ayer salió, pero no para ir a un bombardeo, sino para asistir a una iniciativa pionera en Barcelona: la visita comentada al monasterio de Pedralbes de enfermos de larga duración de ese hospital, familiares y personal sanitario.

La iniciativa, bautizada La belleza cura, surge del Museo de Historia de la Ciudad, del cual depende el monasterio, con la idea de abrir el centro a nuevos colectivos de la ciudad. "Tras el público general, familiar y escolar, le tocaba el turno a grupos con otras necesidades; primero fueron alumnos de educación especial y luego nos pusimos en contacto con el hospital de Vall d'Hebron, para ver qué les parecía", explica Anna Castellano, directora del museo de Pedralbes. En el hospital no lo dudaron. Según ellos, cualquier actividad fuera del centro ayuda a superar el tedio de las largas estancias y anima a los enfermos y sus acompañantes. Por eso pensaron en pacientes de traumatología, pero no descartan ampliarlo a otros enfermos en las próximas visitas, programadas cada 15 días, siempre en lunes, el día en que está cerrado al público.

Los enfermos y familiares de Vall d'Hebron visitan el monasterio de Pedralbes

La primera visita pareció funcionar bien. Recogida en autocar a las dos y media, ya comidos, delante de la puerta del área de traumatología. Es la misma que frecuenta Oriol para fumar, tal como le reprochaba ayer una de las enfermeras que también se apuntó a la visita. Llegada a las tres al monasterio, donde les esperaba Francesc, el historiador que hizo de guía durante la visita de 45 minutos por el claustro. Café y pastas al final del recorrido y regreso al hospital.

Ayer fueron pocos. Tan sólo cinco personas acudieron a la cita. "Iban a ser más, pero una de las personas apuntadas, que mira que le hacía ilusión y falta tanto a él como a su familia, justamente era operada hoy", explica Estrella, una de las tres enfermeras, junto con Lola y Maria Àngels, que participaron en la salida. El más contento parecía Oriol, el único enfermo, que está en silla de ruedas desde hace tres años tras sufrir un accidente de tráfico -"cuando volvía del trabajo", aclara- y convaleciente de la operación que le hicieron hace cuatro meses para sacarle líquido de la médula. El quinto visitante era Francesc, un profesor que tiene a su mujer, Olga, ingresada en el hospital por haberse fracturado el fémur debido a un tumor.

Tras confesar que ninguno había visitado el monasterio antes -"pensaba que estaba cerrado porque las monjas eran de clausura", reconocía Maria Ángels- el comentario sobre los huevos que las novias llevan a las clarisas para tener suerte en su matrimonio acabó rompiendo el hielo inicial. "No sabía que era aquí donde se traían", comentó Lola sorprendida. Desde ese momento, el claustro gótico fue el protagonista de la ruta y de todas las preguntas. Sobre el doble sepulcro de la reina Elisenda de Moncada (esposa de Jaime II), sobre las pinturas de Ferrer Bassa en la pequeña capilla de San Miguel y sobre la fresquera para los alimentos excavada en la piedra blanca (petras alba que dio nombre al monasterio y a todo el barrio). El frío de la tarde primaveral se vio recompensado por la tranquilidad, apenas rota por el canto de los pájaros y el rumor del agua de la fuente del claustro, que culminó con un café caliente con pastas en el refectorio, hoy parte del museo y hasta 1983 el comedor en el que las monjas comían en silencio. Prometieron volver. Incluso Francesc aseguró que lo haría acompañado de su mujer cuando ésta, dentro de dos o tres meses, pueda volver a casa. "Es curioso, soy de Barcelona, pero ha tenido que pasar esto para que visite el monasterio por primera vez", indicó. A muchos barceloneses, sobre todo desde que se fue la colección Thyssen al MNAC, les pasa lo mismo.

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Lola, Maria Àngels, Estrella, Oriol y Francesc atienden las explicaciones del guía.
Lola, Maria Àngels, Estrella, Oriol y Francesc atienden las explicaciones del guía.MARCEL·LÍ SÀENZ

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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