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Columna
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Siete días de abril

Francisco G. Basterra

Semanas esperando la llegada del mesías, quejosos de que EE UU mira más al Pacífico y a Asia que al Viejo Continente, y cuando Barack Obama llega por fin a Europa, los europeos no tenemos anfitrión para recibirle. El país que preside la UE, en este inoperante sistema de presidencias rotatorias semestrales, ha implosionado políticamente. ¿Se imaginan ustedes un club en el que el presidente cambiara cada semestre? Mirek Topolanek, tras perder una moción de censura, no puede gobernar la República Checa, pero seguirá en funciones como jefe de la UE y como tal intervendrá en el G-20 de Londres.

En la historia de Europa nunca tan pocos hicieron tanto daño a la idea europea como los dirigentes de Praga en los últimos meses. El primer ministro checo ha rematado la función acudiendo al Europarlamento para afirmar que las medidas adoptadas por Obama contra la crisis son "el camino al infierno". El Tratado de Lisboa, que permitiría una presidencia europea semipermanente por un periodo de dos años y medio, vuelve a estar en el aire. No ha sido aún ratificado por el Senado checo e Irlanda tiene que pronunciarse en referéndum, de los que suele cargar el diablo. Esto es lo que hay, como decía el legendario Walter Conkrite al concluir sus telediarios.

Zapatero deberá afrontar la cita de la OTAN en la que Obama presentará su nueva estrategia para Afganistán

Nos aguardan siete importantes días de abril en los que Europa estará visible para Obama. Los líderes del G-20 ampliado llegarán a Londres el miércoles. Representan el 90% del PIB mundial, el 80% del comercio global y suman las dos terceras partes de la población de la Tierra. El jueves mantendrán una reunión de ocho horas, comida incluida, de la que el planeta, irritado y asustado por la crisis, espera decisiones globales que permitan vislumbrar la salida de la recesión. En Bretton Woods, en 1944, se tardaron 22 días en establecer la nueva arquitectura del sistema económico internacional que ahora se pretendería sustituir. De la capital británica, a la frontera francoalemana para celebrar el 60º aniversario de la Alianza Atlántica. Y, a continuación, en Praga, la reunión del presidente de EE UU con la UE. Obama saltará finalmente a Turquía, la frontera europea con Asia y primer país musulmán que visita, para cumplir su promesa de diálogo respetuoso con el mundo islámico. Asistirá a una reunión de la Alianza de Civilizaciones, donde coincidirá con Zapatero. Pero antes, el jefe del Gobierno español deberá afrontar la cita de la OTAN en la que Obama presentará su nueva estrategia regional que engloba a Afganistán y Pakistán.

La entrada como elefante en cacharrería del dúo Zapatero-Chacón en la diplomacia internacional con la retirada de nuestras tropas de Kosovo, subsiguiente palmetazo del Departamento de Estado, petición de excusas a Washington y manchón en la página en blanco con el deseado Obama, marcha atrás en plazos y ofrecimiento compensatorio de colaborar más en Afganistán, más el desconocimiento sideral mostrado sobre lo que significa el compromiso solidario como miembro de la OTAN, no refuerzan la fiabilidad del socio España. Éste ha sido el resultado de la primera acción después de que Zapatero anunciara que iba a ocuparse de la política exterior para situarla a la altura de España como octava potencia económica mundial. El mundo, estima Obama, se la juega en esa región del surcontinente asiático. El presidente afirma que el objetivo es contener a Al Qaeda y no ya construir la democracia en Afganistán. A corto y medio plazo es necesario reforzar la estrategia militar con más tropas, pero con la perspectiva de abandonar el país en cuanto se pueda. Obama quiere que los europeos se mojen.

La idea central de este viaje de primavera es reconectar EE UU con Europa. Aprovechará también Obama para pulsar la tecla de reset, reinicio de la relación con Rusia. Le hará ver a Medvédev que su insistencia en garantizar su esfera de influencia europea no supondrá aceptar ningún veto a la eventual ampliación de la OTAN a países del extranjero próximo a Rusia. Podemos gestionar las diferencias porque vemos el mundo como es, no como nos gustaría que fuera, será su mensaje. Washington necesita a Moscú para frenar a los ayatolás de Irán, tanto en el dossier nuclear como en la utilización antinorteamericana en Oriente Próximo de sus dos avispas chiíes: Hezbolá y Hamás.

Obama llega a Europa con los deberes hechos. Su secretario del Tesoro, Geithner, anunció el jueves un mayor control de los fondos especulativos. Washington se adelanta al principal objetivo de la Unión en el G-20: subir el listón de la regulación del sistema financiero. EE UU se halla en mejor posición para presionar a Europa a llevar a cabo un estímulo fiscal superior, a lo que el eje francoalemán se opone. Podemos pensar en que habrá un acuerdo suficiente en el G-20 para salvar la cara.

fgbasterra@gmail.com

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