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Buenos Aires, paraíso del fraude fiscal

La agencia de recaudación emprende la batalla contra la economía informal

Soledad Gallego-Díaz

La Salada es probablemente el mayor shopping de América Latina. Con una característica muy especial: la mercadería que vende es, en su inmensa mayoría, ilegal, o por decirlo más suavemente, informal. Abre en las Lomas de Zamora (en el límite entre la ciudad de Buenos Aires y la provincia) jueves y lunes, entre medianoche y la mañana, mueve más de nueve millones de dólares (6,6 millones de euros) por semana y la visitan unas 50.000 personas por jornada, vecinos de Buenos Aires y su conurbano, o llegadas en auténticos y bien organizados tours de compras (de 150 a 200 autobuses que atascan la carretera de madrugada), desde todos los puntos de Argentina, e incluso de Brasil y Paraguay.

La evasión de impuestos en la construcción alcanza el 73%

Allí se abastecen de todo tipo de indumentarias, discos, películas y productos de electrónica miles de ciudadanos de la provincia de Buenos Aires, pero también, y sobre todo, se distribuye el material que se venderá después en otras 300 ferias también informales. El problema no es tanto la ropa de marca falsificada, que es fácil encontrar, como que toda esta mercadería procede de fábricas clandestinas, con mano de obra en negro, y no paga impuestos. Incluso algunas fábricas legales producen una parte en negro y la desvían a ese segundo circuito. En ese sentido, La Salada (que tiene una página web) es un buen símbolo de la formidable evasión fiscal que sufre Argentina y del enorme tamaño que ha ido adquiriendo su economía informal.

El pasado domingo, Santiago Montoya, titular de ARBA (Agencia de Recaudación de la Provincia de Buenos Aires) organizó un operativo: tres equipos de 70 inspectores (en su mayoría jóvenes estudiantes de Economía y Derecho), identificados con cazadoras blancas y provistos de formularios y cajeros móviles, intentaron controlar parte de los 6.000 puestos distribuidos en tres enormes galpones ( Urkupiña, Punta Mogotes y Ocean) y de los varios miles que han surgido al aire libre, en la Ribera del Riachuelo, y que son todavía más territorio comanche.

Probablemente el despliegue tenía un objetivo más mediático que real: los jóvenes inspectores, acompañados por Montoya y una decena de periodistas y cámaras de televisión, no pudieron casi asomarse a Punta Mogotes, donde nos recibieron con piedras y huevos, y es muy probable que incluso en Urkupiña, donde los administradores legales, más listos, desplegaron su propio cuerpo de seguridad para evitar incidentes, las investigaciones sobre la procedencia de la mercancía o las incautaciones de material fueran pocas. Pero la operación tenía importancia por su repercusión mediática. Desde que se creó ARBA, Montoya despliega una formidable actividad en todos los puntos de la provincia de Buenos Aires (algo así como el tamaño de Chile dentro de Argentina) para luchar no sólo contra los casos concretos de evasión fiscal, sino también contra la cultura de la evasión. "De Montoya no te escapas", sería su eslogan favorito.

"Yo intento hacer cumplir la ley en una sociedad acostumbrada a no cumplirla y a que se le permita no cumplirla", explica Montoya. El director de ARBA maneja datos como mazazos: el 40% del empleo no está declarado, hay un 40% de evasión fiscal en el sector agropecuario, un 54% en la industria, un 73% en la construcción. La media se calcula en un 39,52%. En La Salada, Montoya se enfrentó a quienes protestaban: "Muchacho, tú estás trabajando aquí por una miseria, y si te caes, no hay ni un dispensario. Son otros los que hacen el negocio, ¿no lo entiendes? Tienen que pagar para poder arreglar la barriada, poner escuelas, médicos, policías... ¿de dónde te crees que va a salir el dinero?". El que más protestaba se limitó a contestar: "Ahora no es el momento, con la que se nos viene encima". "¿Y cuándo crees tú que será el momento?", retrucó el director de ARBA.

"Un argentino que tenga 60 años ha vivido como poco una crisis cada cinco", explica Santiago Montoya. "Pero las sociedades tienen vocación de orden, y puede terminar vitoreando a mis inspectores siempre que les considere profesionales y siempre que hayan demostrado que son capaces de ir por quien más tiene antes que a por el más pequeño".

Montoya es muy directo: "Buenos Aires es la locomotora de este país. Si no tira, Argentina no marcha. Brasil sabe el valor de los distritos más dinámicos y cuida São Paulo. Aquí, no. Aquí hay una deuda social con esta provincia". "Claro que el conurbano es una zona de economía informal", admite. "Son ocho millones de personas que no se sabe de qué viven, pero que condicionan la vida política del país con sus votos. Los intendentes son, en el fondo, gente con capacidad para tener a esos ocho millones de personas viendo la televisión y no protestando. Viven del aparato del intendente, y eso es clientelismo. Todos los saben, pero no saben cómo resolverlo".

Montoya cree que el remedio está en combatir la informalidad, lograr que se cumplan las leyes fiscales: "Tendría", dice, "un efecto paradigma sobre todo el país. Crédito político". Antes de despedirnos, el director de ARBA lanza otra cifra: "En este país se declaran 600.000 toneladas de capturas de pesca, el 60% en provincias y el 40% en Buenos Aires. Pero si usted suma el consumo y las exportaciones salen 900.000 toneladas. ¿Dónde se descargaron?".

Imagen del mercado bonaerense de La Salada en 2007.
Imagen del mercado bonaerense de La Salada en 2007.EFE

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