El regreso de un halcón neoliberal
Una década después y tras la marcha de Sharon, el líder del Likud vuelve al poder
Ambicioso, astuto y paciente, Benjamín Netanyahu (Tel Aviv, 1949) ha sabido aguardar su momento. Casi una década después de ser desalojado del poder por Ehud Barak, el jefe del Likud afronta la tarea de formar Gobierno en un panorama político endiablado. Experiencia le sobra, aunque ahora le resultará más complicado embaucar a varios de sus rivales políticos para que se sometan a su liderazgo. Su palabra suscita desconfianza.
Nacido de una familia de origen lituano, sus padres emigraron a Filadelfia (Estados Unidos) cuando Netanyahu -Bibí, como le nombra todo israelí- tenía 14 años. Como sus dos hermanos -uno de ellos, Jonatan, fallecido en 1976 en la operación de rescate de un avión israelí en Entebbe (Uganda)-, sirvió en una unidad de élite del Ejército (Sayeret Matkal) y alcanzó el rango de capitán, con el que abandonó las Fuerzas Armadas en 1972. Prefirió la universidad al uniforme. Estudió Arquitectura en el prestigioso Massachussets Institute of Technology (MIT) y Ciencias Políticas en Harvard. Poco después regresó a Israel para emprender una carrera política fulgurante.
La presión de EE UU le forzó a estrechar la mano a su odiado Arafat
Netanyahu fue nombrado en 1982 número dos de la Embajada israelí en Estados Unidos y entre 1984 y 1988 se hizo cargo de la representación de su país ante Naciones Unidas. Sirvió después en el Gobierno de Isaac Shamir y en 1996 se convirtió en el primer ministro israelí más joven de la historia del Estado. Como jefe del Ejecutivo, pocos meses después del magnicidio de Isaac Rabin a manos de un colono judío, se dio a la tarea de abortar el proceso de paz iniciado en Oslo.
Autorizó la excavación -respaldado por el entonces alcalde de Jerusalén, Ehud Olmert- de un túnel en la ciudad vieja de Jerusalén y construyó el asentamiento de Har Homá, en las inmediaciones de Belén. Decenas de palestinos murieron en las revueltas antes de que Netanyahu sucumbiera a la presión estadounidense y se viera forzado a estrechar la mano a su odiado Yasir Arafat. Cedió en 1998 a la Autoridad Palestina buena parte de la ciudad de Hebrón. De aquellas fechas conservan pésimos recuerdos varios mediadores estadounidenses, que tildan a Netanyahu de "mentiroso". Esas nimias concesiones a Arafat y algunos escándalos de corrupción acabaron, en 1999, con su primera experiencia como gobernante. Pero nunca desapareció de la primera fila.
Neoliberal hasta el tuétano, cada día se vanagloria de las reformas económicas que impulsó en 2002 como ministro de Hacienda en el Gobierno de Ariel Sharon, contra el que se sublevó en 2005. El ex general, hoy convaleciente en coma en un hospital de Tel Aviv, abandonó su hogar político y fundó Kadima. Arrastró a varios políticos convencidos de que la evacuación de los colonos de Gaza era la decisión idónea. Netanyahu permaneció al frente del Likud. Sufrió un varapalo tremendo en las elecciones de marzo de 2006 -cosechó sólo 12 diputados- y esperó su turno.
Casado tres veces y padre de tres hijos, "Netanyahu es un hombre de la Dolce Vita. Le encantan los habanos caros, el whisky de calidad. Es muy parecido a Olmert. Ya no quedan líderes que se remangan. Pertenecen a una nueva generación que viste trajes de corte francés y que están desconectados del pueblo, que dependen de los industriales, banqueros e inversores que tienen sus intereses en el extranjero", comenta el profesor de Historia y activista de izquierdas Meir Margalit. Nada que ver con las espartanas costumbres de los antiguos jefes del Likud a los que Netanyahu admira. Entre ellos, Menahem Begin, quien aparecía en público encorbatado, pero a menudo con trajes raídos. Como David Ben Gurion o el mismo Begin, Bibi sabe dónde se halla su caladero de votos.
Un paseo por Musrara, barrio sefardí de Jerusalén, no deja margen a la duda. Netanyahu es su líder. Aunque ya muy rehabilitado, Musrara, como tantos otros distritos poblados por judíos sefardíes, es bastión del Likud. Pero, ¿por qué votan a Netanyahu los más desfavorecidos, los más afectados por sus políticas neoliberales? "Por el odio al laborismo y a los ashkenazies. Tienen impregnado el maltrato que el establishment laborista dispensó a sus padres, judíos procedentes de países árabes y musulmanes. No analizan las propuestas socioeconómicas de los laboristas. Votan por rechazo hacia ellos. La cuenta histórica no está saldada", explica Margalit.
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